Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

viernes, 26 de agosto de 2022

El Niño Dios, ejemplo a imitar para todo niño que desee ser santo

 



         La sociedad civil acostumbra a celebrar lo que se ha denominado “Día del Niño”. Ahora bien, aunque no se trata en absoluto de una festividad religiosa, es una buena ocasión para recordar a un Niño absolutamente especial, el Niño Dios, Jesús.

         Jesús, siendo Dios Hijo del Padre Eterno, quiso encarnarse y nacer, por medio del Espíritu Santo, como niño y fue eso lo que sucedió, de manera que Jesús, desde su Nacimiento, creció bajo la custodia de su Padre adoptivo, San José y de su Madre, la Virgen.

         Si queremos ser niños no solo buenos, sino santos, es decir, que se ganen el ingreso en el Reino de los cielos, entonces debemos mirar siempre al Niño Dios, porque Él es El ejemplo insuperable para todo niño que aspire a la santidad.

         Algo que se caracteriza en el Niño Dios es que Él jamás, pero jamás de jamás, dijo ni siquiera una pequeña mentira –no podía mentir al ser Dios-, jamás levantó la voz a sus padres, jamás hizo ningún mal a nadie. Al contrario, era un niño santo, bueno, paciente, servicial, amable, que amaba muchísimo a sus padres, a sus primos y a toda la gente.

         Es por esta razón que cualquier niño que desee ser santo, lo único que debe hacer es contemplar e imitar al Divino Niño Jesús.

domingo, 14 de agosto de 2022

Comulgar es abrir el corazón al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús



 (Homilía en ocasión de Santa Misa de Primera Comunión)


         Si alguien nos dijera que recibir la Primera Comunión es como comer un pedacito de pan, con la única diferencia que es un pan bendecido, nosotros deberíamos responderle con un fuerte “NO”, porque comulgar o recibir la Primera Comunión, no es comer un pedacito de pan, aunque por fuera pueda ser parecido a como cuando alguien come un pedacito de pan.

         El Catecismo nos enseña que en la Misa sucede algo inimaginable, algo misterioso, algo maravilloso: cuando el sacerdote extiende sus manos sobre las ofrendas del pan y del vino, Jesús baja desde el cielo y, a través del sacerdote y a través de la voz del sacerdote, pronuncia unas palabras –“Esto es mi Cuerpo, Éste es el cáliz de mi Sangre”-, que por el poder de Jesús, que es Dios, hacen que el pan y el vino se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Es por esto que nosotros adoramos la Eucaristía, porque la Eucaristía no es un pedacito de pan: parece un pedacito de pan, pero es el Cuerpo y la Sangre de Jesús.

         Por esta razón, recibir la Primera Comunión, no es comer un pedacito de pan: es abrir el corazón para recibir al Sagrado Corazón de Jesús, que late, vivo y glorioso, en la Sagrada Eucaristía.

         Lo más hermoso que puede pasarle a una persona en esta vida, es recibir la Comunión, porque es recibir a Dios Hijo en Persona. No cometamos el error de muchos niños y jóvenes, para los cuales la Primera Comunión es la última. Si comulgar es lo más hermoso del mundo, porque es recibir al Sagrado Corazón de Jesús, ¿por qué no acudimos todos los Domingos, para recibir, con todo el amor posible, al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús?

sábado, 13 de agosto de 2022

Dejad que los niños vengan a Mí

 



         A pesar de que los discípulos tratan de impedir que los niños se acerquen a Jesús, Jesús, lejos de darles la razón, les dice que se lo permitan, que permitan que los niños se acerquen a Él, porque “el Reino de los cielos es de quienes son como ellos”.

         Ahora bien, esto suscita varias preguntas: por un lado, ¿qué sucede con nosotros, los adultos, que ya no somos niños? ¿Qué sucede con los que ahora son niños, pero luego serán adultos? ¿El Reino de los cielos ya no nos pertenece?

         Lo que tenemos que entender es qué entiende Jesús por “niños”: se trata de niños literalmente hablando, es decir, de quienes transitan por su niñez, pero también está hablando de todo católico, independientemente sea su edad, porque, a los ojos de Dios, todos somos niños, aun cuando tengamos noventa, cien o ciento veinte años. Entonces, estas palabras de Jesús se aplican a nosotros.

         Otra pregunta que surge es: ¿qué clase de niños? O mejor dicho: ¿niños de qué edad? Podríamos decir que se trata de niños de dos o tres años, por los siguientes motivos: son inocentes –aunque nacen con el pecado original, lo mismo conservan algo de la inocencia original con la cual Dios creó al hombre-, son obedientes a sus padres, aman a sus padres y tienen confianza en ellos. Esto se ve cuando la mamá o el papá les dice: “No vayas por ahí, porque te puedes hacer daño”, o también, cuando les ofrecen un trozo de pan o un poco de agua, el niño no desconfía de sus padres, sino porque confía en ellos y los ama.

         Lo mismo sucede con nosotros, espiritualmente hablando: nuestro Padre celestial es Dios Padre, que nos adoptó como hijos con el Bautismo; nuestra Madre espiritual es la Virgen pero también la Santa Madre Iglesia. ¿Qué nos dice la Santa Madre Iglesia? “No adores a ídolos demoníacos, como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, la Santa Muerte, el dinero, la fama, el éxito”; “Aliméntate con el Pan de Vida eterna, la Eucaristía”; “Vive según los Mandamientos de la Ley de Dios”; “Recibe la gracia santificante, que te concede toda clase de bienes espirituales”.

         Si somos como niños espirituales, si hacemos lo que la Santa Madre Iglesia nos dice, entonces, al final de nuestra vida terrena, entraremos al Reino de los cielos para adorar a Jesús por toda la eternidad.

miércoles, 3 de agosto de 2022

Comulgar no es comer un poco de pan, es recibir al Hijo de Dios, Jesús

 



(Homilía en ocasión de Santa Misa de Primeras Comuniones)

         Recibir la Primera Comunión es el acontecimiento más maravilloso, más grandioso, más hermoso que pueda sucederle a una persona en esta vida terrena. Para saber por qué, recordemos qué es lo que enseña la Iglesia Católica acerca de la Santa Misa.

         Cuando el sacerdote extiende las manos sobre el pan y el vino y pronuncia las palabras de la consagración –“Esto es mi Cuerpo, Éste es el Cáliz de mi Sangre”-, sucede algo misterioso, invisible, pero no menos real: Jesús, el Hijo de Dios, baja desde el cielo y, con su poder divino, convierte el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre, de manera que la Eucaristía deja de ser pan, para ser solo apariencia de pan, puesto que es el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Ahora bien, el Cuerpo y la Sangre de Jesús no están solos, en el aire, por así decirlo, sino que pertenecen a Jesús y Jesús está donde está su Cuerpo y su Sangre, de la misma manera a como ahora, en este momento, nuestro cuerpo y nuestra sangre están con nosotros y nosotros estamos donde está nuestro cuerpo y nuestra sangre. Esto quiere decir que cuando decimos que la Eucaristía es el Cuerpo y la Sangre de Jesús, estamos diciendo que con el Cuerpo y la Sangre de Jesús está Jesús en Persona. Esto quiere decir también que en la Eucaristía Jesús está en el altar así como está en el cielo, es decir, con su Cuerpo y con su Sangre gloriosos y resucitados y es por eso que nosotros adoramos la Eucaristía, porque adoramos a Jesús, que es el Cordero de Dios, que está en Persona y es Dios Hijo.

         Por todo esto, es que decimos que comulgar no es comer un pedacito de pan: es recibir al Hijo de Dios, Jesús, que está en Persona en la Eucaristía; comulgar es abrir el corazón para que ingrese Dios Hijo encarnado, Jesús, oculto en algo que parece pan, pero no es pan, sino el Hijo de Dios en Persona. No recibamos la Comunión como si fuera un poco de pan; antes de comulgar, hagamos un acto de amor y de adoración a Jesús Eucaristía y recibámoslo de rodillas, con todo el amor con el que seamos capaces de dar a Jesús. Por último, recordemos que recibir la Primera Comunión no es el fin de algo, sino el comienzo de una nueva vida, la vida de los hijos de Dios, en la que nos alimentamos con el Cuerpo y la Sangre de Jesús, recibidos en cada Domingo. Antes de recibir a Jesús, de rodillas y en la boca, debemos repetir interiormente esta oración: "¡Jesús, Dios Eterno, te amo, ven a mi corazón por la Sagrada Eucaristía!".