Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

martes, 19 de abril de 2022

En la Resurrección, el Santo Sepulcro resplandeció y se escucharon cantos de ángeles

 



         ¿Cómo fue la Resurrección de Jesús?

         Para saber cómo fue, entremos respetuosamente, con el espíritu y el corazón, al Santo Sepulcro, el día del Viernes Santo y quedémonos ahí arrodillados, en un rincón, viendo lo que pasa.

         En el Santo Sepulcro está, tendido sobre la loza, el Cuerpo muerto de Jesús; allí lo habían llevado sus amigos después de desclavarlo y bajarlo de la cruz. Se lo entregaron a su Mamá, la Virgen, para que lo tuviera un rato entre sus brazos y luego lo envolvieron en una sábana y lo llevaron en procesión hasta el sepulcro.

         De rodillas, vemos cómo la Virgen es la última en salir del sepulcro; luego, los amigos de Jesús cierran la puerta con una pesada piedra. En el Santo Sepulcro, todo es oscuridad y silencio; no se puede ver nada, porque no entra la luz del sol y no se escucha nada, porque sólo se encuentra Jesús, que está muerto sobre la piedra fría.

         De pronto, sucede algo inesperado: a la altura del Corazón de Jesús, se comienza a ver una pequeña lucecita, la cual se va haciendo cada vez más grande y más intensa; además, esta luz empieza a correr rápidamente por todo el Cuerpo de Jesús, dándole vida a todo su Cuerpo, además de iluminarlo. Así, en un segundo, la luz que había nacido en el Corazón de Jesús, recorrió todo su Cuerpo, iluminándolo y dándole vida, de manera que en cerrar y abrir de ojos, Jesús vuelve a la vida, iluminando todo el Santo Sepulcro, con una luz más fuerte que miles de millones de soles juntos.

         Pero además pasa otra cosa: cuando la luz aparece en el Corazón de Jesús, el Corazón comienza a latir con mucha fuerza, porque vuelve a la vida y como late con mucha fuerza, se escucha el retumbar del Corazón de Jesús en todo el Santo Sepulcro y a los latidos de Jesús se les suman los cantos de los ángeles, que bajan del Cielo y comienzan a cantar, alegres porque Jesús vuelve a la vida. Entonces, si antes de la Resurrección solo había oscuridad y silencio, ahora está resplandeciente con la luz de la gloria de Dios que brota del Cuerpo de Jesús y se escuchan los latidos del Corazón de Jesús y los cantos de los ángeles. Jesús vuelve a la vida que Él tenía junto al Padre desde la eternidad y así se aparece primero a su Mamá y después a los discípulos y al finalizar los cuarenta días, sube al Cielo, en donde está sentado a la derecha de Dios Padre. En esto consiste la Resurrección de Jesús.

         Por último, debemos recordar que Jesús está en el Cielo, glorioso y resucitado, pero también está aquí en la tierra, con el mismo Cuerpo glorioso y resucitado, en la Eucaristía y así Jesús cumple la promesa de que iba a estar con nosotros “todos los días, hasta el fin del mundo”. Acerquémonos entonces a Jesús resucitado y glorioso, para que Él nos dé luz, la vida y el Amor de Dios.     

 

lunes, 18 de abril de 2022

Jesús resucitó y está vivo y glorioso en la Eucaristía


 


         Hemos vivido la Semana Santa, en la cual hemos participado de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.

         ¿Qué quiere decir “resurrección”? ¿Qué importancia tiene para mi vida personal?

         Primero, recordemos lo que pasó el Viernes Santo: Jesús estuvo en la cruz desde las doce del mediodía hasta las tres de la tarde. A las tres de la tarde, como consecuencia de toda la sangre que había perdido a causa de las heridas, y porque ya no podía respirar más porque estaba colgado de la cruz, Jesús murió. Esto quiere decir que su Alma se separó de su Cuerpo; con su Alma, unida a Dios, bajó al Limbo de los justos, para rescatar a los santos del Antiguo Testamento y llevarlos al Cielo y nos abrió las puertas del Reino de los cielos, que estaban cerradas para nosotros por causa del pecado de Adán y Eva. Con su Cuerpo unido a Dios, Jesús quedó en el Santo Sepulcro y ahí nos quedamos nosotros, de rodillas, contemplando lo que pasa. Ahí estaba todo oscuro y todo en silencio. Jesús estaba muerto, tendido en la loza y cubierto con la Sábana Santa. Así pasó todo el Viernes Santo y todo el Sábado Santo. Entonces, el Domingo por la madrugada, a la altura del Corazón de Jesús, comenzó a brillar una luz pequeñita al inicio, pero que se fue haciendo cada vez más grande y comenzó a expandirse por todo el Cuerpo de Jesús; a medida que la luz corría por el Cuerpo de Jesús, volvía a la vida y así, cuando llegó a su Corazón la luz, su Corazón comenzó a latir, con mucha fuerza y ahí fue cuando Jesús, volviendo a la vida, con su Cuerpo lleno de la luz de Dios, se puso de pie en el Santo Sepulcro, venciendo a la muerte, al demonio y al pecado.

         Entonces, si antes en el Santo Sepulcro estaba todo a oscuras y en silencio, ahora estaba todo iluminado, como si hubiera mil soles juntos, porque era la luz de Dios que salía del Cuerpo glorioso de Jesús y si antes estaba todo en  silencio, ahora se escuchaba el latido del Corazón de Jesús, que había vuelto a latir y que se hacía escuchar por todo el Sepulcro. También comenzaron a escucharse cantos de los ángeles de Dios, que se alegraban y le cantaban contentos a Jesús, porque había resucitado.

         Así fue la Resurrección de Jesús: su Cuerpo, que estaba muerto, sin vida, en el Santo Sepulcro, ahora estaba vivo, resplandeciente, luminoso, de pie y es así como está ahora en el Cielo, adonde lo adoran los ángeles y los santos.

         ¿Y cuál es la importancia para mi vida? Es muy importante, porque el mismo Jesús que está resucitado en el Cielo, es el mismo Jesús que está resucitado en la Eucaristía y cuando yo recibo la Eucaristía, recibo la vida de Dios que está en el Corazón de Jesús. Y así, viviendo todavía en esta vida de la tierra, ya empiezo a vivir la vida del Cielo, una vida que es para siempre y en donde no hay tristeza, ni dolor, ni enfermedad, ni muerte, sino alegría y felicidad para siempre. Entonces, si yo quiero vivir en el Cielo para siempre, tengo que recibir a Jesús resucitado en la Eucaristía, hasta el último día de mi vida, para seguir viviendo para siempre en el Cielo.