Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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jueves, 14 de abril de 2011

Rosario meditado para niños para NACER - Misterios Dolorosos




Misterios Dolorosos

Primer Misterio Doloroso: La oración de Jesús en el Huerto de los Olivos.

Jesús ora en el Huerto,
y siente mucha tristeza, y suda sangre,
porque ve que muchos no se quieren convertir.
Le prometamos a Jesús, que por mí sufre en el Huerto,
que nuestro corazón va a ser como un girasol,
que siempre lo busque a Él, el Sol de Dios.

Pasaje del Evangelio: Jn 15, 13ss.

Meditación: Este misterio se llama “La oración de Jesús en el Huerto de los Olivos”, y nos acordamos de cuando Jesús fue a rezar, el día antes de subir a la cruz. Era una noche muy oscura, sin luz de luna casi, porque las nubes negras cubrían todo el cielo. A Jesús lo habían acompañado Pedro, Juan y Santiago, pero ellos, en vez de rezar con Él, se durmieron y lo dejaron solo. Cuando Jesús estaba rezando, empezó a sentir mucho pero mucho miedo, y también mucha tristeza, y sintió tanto miedo y tanta tristeza, que lloraba mucho, y además sudaba sangre.

¿Por qué sentía miedo, y por qué sentía tristeza? Sentía miedo, porque Él, como era Dios, podía ver los pecados de todos los hombres, que tienen formas horribles, como de animales muy feos y malos; además, para que Dios Padre no nos castigue a todos nosotros, Él se había ofrecido para que lo castigaran a Él, y sabía que, para quitar nuestros pecados, iba a tener que sufrir todo lo que sufrió después en la cruz. ¿Y la tristeza? Sentía mucha pero mucha tristeza, porque Él también veía que muchas almas, a pesar de que Él iba a dar su vida por ellas, no lo iban a querer, y no se iban a convertir, y se iban a morir en pecado mortal, y se iban a ir al infierno. Él sufría muchísimo cuando veía un alma que se condenaba, y por eso estaba muy triste. Pero había veces que Jesús estaba más contento, y era cuando veía almas que sí lo iban a querer, que sí lo iban a acompañar camino de la cruz, y que sí se iban a convertir y a salvar. Ahí era cuando Jesús no estaba tan triste, y tenía un poco menos de miedo.

¡Le prometamos a Jesús que vamos a rezar mucho, y que vamos a tratar de cambiar el corazón, para ser santos, y así estar con Él para siempre en el cielo!

Segundo Misterio Doloroso: La flagelación de Jesús.

Jesús es flagelado,
a causa de mis pecados.
¡Jesús, que me duelan mis pecados,
para que Tú no sufras más!

Pasaje del Evangelio: Mt 27, 26ss.

Meditación: Este misterio se llama “La flagelación de Jesús”, y nos acordamos aquí de cuando a Jesús le pegaron muchos latigazos en la espalda, en las piernas, en los brazos, y en la parte de adelante del cuerpo, en el pecho y en el abdomen, y le hicieron doler muchísimo, y le hicieron salir mucha sangre. Una vez, una santa, que se llamaba Brígida de Suecia, quería saber cuántas heridas había recibido en total en la Pasión, y Jesús se le apareció y le dijo que eran 5130 heridas. ¡Muchísimas! ¿Por qué Jesús dejó que le pegaran así? Porque Dios Padre estaba muy enojado con todos nosotros, por nuestros pecados, entonces, Jesús le dijo a Dios Padre que Él iba a reparar por nosotros, y para que Dios Padre no se enojara con nosotros, Jesús dejó que la justicia divina descargara sobre Él el castigo que merecíamos todos los hombres. Jesús se puso entre Dios Padre y nosotros, para recibir Él todo el castigo que merecíamos, y así fue como Dios nos perdonó, y todos nos hicimos amigos de Dios, gracias a Jesús.

Si Jesús se nos apareciera, ¿le pegaríamos un latigazo? ¡Por supuesto que no! Pero lamentablemente, lo que no haríamos en la imaginación, sí lo hacemos en la realidad, porque cada vez que cometemos un pecado, es como pegarle un latigazo a Jesús.

Le prometamos a Jesús que vamos a cuidar nuestro cuerpo como lo que es: el templo del Espíritu Santo, y le pidamos que, así como a Él le dolieron los latigazos, así a nosotros nos duelan los pecados, para que nunca lo ofendamos, y crezca nuestro amor a Él.

Tercer Misterio Doloroso: La coronación de espinas.

Jesús es coronado de espinas,
para que nuestros pensamientos sean puros y santos,
como los suyos.

Pasaje del Evangelio: Jn 19, 2

Meditación: Este misterio se llama: “La coronación de espinas”, y nos acordamos de cuando a Jesús le pusieron una corona de gruesas espinas. Esas espinas le hicieron doler mucho a Jesús, y le hicieron salir mucha sangre, que corrió desde su cabeza, por toda su cara, hasta la barba y el cuello, y llegó hasta el pecho y sus manos. La sangre pasó por su frente, para que tengamos pensamientos santos y puros; pasó por sus ojos, para que veamos sólo cosas buenas; pasó por su nariz y por sus oídos, para que nuestros sentidos sientan lo que Él sintió en la cruz; pasó por sus labios, para que hablemos sólo cosas buenas, como alabanzas a Dios y bendiciones a los demás; pasó por sus manos, para que nuestras manos se eleven para bendecir a Dios, y estén siempre tendidas en ayuda de nuestros hermanos; pasó por su pecho, para que nuestro corazón arda en el fuego del Amor de Dios.

¡Que por la sangre de Jesús coronado de espinas, nuestros pensamientos sean siempre santos y puros, como los tuvo Él en la cruz!

Cuarto Misterio Doloroso: Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario.

Jesús con la cruz a cuestas,
camino del Calvario.
¡Jesús, que yo te siga
en el camino de la cruz,
para llegar contigo
al Reino de los cielos!

Pasaje del Evangelio: Jn 20, 17

Meditación: Este misterio se llama: “Jesús, con la cruz a cuestas, marcha camino del Calvario”, y nos acordamos de cuando Jesús iba, con la cruz sobre sus hombros, a un monte, que se llama: “Calvario”. Jesús llevaba una cruz de madera, muy pesada, tan pesada, que lo hizo caer muchas veces a lo largo del camino. Y en cada caída, se lastimaba sus rodillas, sus manos, y le dolía mucho la espalda y también el hombro, pero siempre se levantaba y seguía. Jesús no arrastraba la cruz, sino que la abrazaba y la besaba, porque sabía que con la cruz nos iba a salvar, y nos iba a llevar al cielo. En la vida muchos nos dicen que sigamos muchos caminos: ser ingenieros, médicos, bomberos, astronautas, plomeros. En realidad, hay un solo camino: el camino de la cruz de Jesús, porque por ese camino se llega al cielo. Jesús nos pide que lo sigamos, que vayamos detrás de Él, y si nosotros le hacemos caso, y lo seguimos, cargando nuestra propia cruz, estaremos seguros, segurísimos, de llegar al cielo.

¡Jesús, que yo nunca reniegue de la cruz! ¡Dame la gracia de abrazar y besar mi cruz, y así caminar contigo, todos los días de mi vida, el Via Crucis, hasta que llegue a contemplarte en la eternidad!

Quinto Misterio Doloroso: La crucifixión de Jesús.

Jesús es crucificado.
Te adoro, Dios mío,
Jesús crucificado.
¡Que yo esté con la Virgen
al pie de la cruz,
para estar siempre contigo
en la eternidad!

Pasaje del Evangelio: Jn 20, 18

Meditación: Este misterio se llama: “La crucifixión de Jesús”, y nos acordamos de cuando Jesús estaba crucificado, en la cima del monte que se llama “Calvario”. Jesús en la cruz es pobre, porque tiene sólo lo necesario para salvarnos: la corona de espinas, los clavos de hierro, un cartel que dice: “Éste es el Rey de los judíos”, y la cruz, y así Jesús nos enseña a ser pobres, como Él, a no desear nada que no sea lo necesario para nuestra salvación. Jesús en la cruz es también es nuestro rey, que reina desde un trono que no es de oro ni de plata, sino de madera, porque es la cruz, y así como todo rey bueno da regalos a sus súbditos, así Él nos da el regalo más hermoso que podamos recibir, y es el regalo de su Cuerpo y de su Sangre, y con su Sangre, el Espíritu Santo. Todo eso lo tenemos en la Santa Misa, porque en la Misa, Jesús hace lo mismo que en la cruz: entrega su Cuerpo en la Eucaristía, y derrama su Sangre en el cáliz. Ir a Misa es ir a ver a Jesús que, invisible, baja crucificado, desde el cielo al altar, para darnos su Cuerpo en la Hostia y su Sangre en el cáliz. Ir a Misa es ir a estar junto a Jesús, que por mí muere en la cruz, y es ir a ofrecerme a Dios Padre, unido a Jesús, para la salvación del mundo.

¡Nunca dejemos la Misa, que es Jesús en la cruz, por las diversiones del mundo, que no son nada! ¡Que yo te ame, Jesús, en la cruz, en la Santa Misa!

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