Hoy la Iglesia canta de alegría porque ¡nació el Niño Dios!
¿Cómo nació el Niño Dios?
No fue un nacimiento común. Fue un nacimiento milagroso.
¿Cómo
fue? Los Padres de la Iglesia dicen que fue “como un rayo de sol atraviesa un
cristal”: así como el rayo de sol atraviesa el cristal y lo deja intacto antes,
durante y después que pasa por él, así Jesús, que es el Sol de justicia, pasó a
través de la panza de su Mamá, la Virgen, que siguió siendo Virgen antes,
durante y después del parto.
También podemos decir que el Nacimiento del Niño Dios fue
como cuando la luz pasa a través de un diamante: el diamante es una “roca de
cristal” y cuando viene la luz, la atrapa, la encierra dentro de su interior –por
eso el brillante “brilla” con mucha luz y por eso es una piedra muy apreciada-
y recién después deja salir la luz; bueno, así hizo la Virgen, que es el
Diamante de los cielos: después de decirle “Sí” al Anuncio del Ángel Gabriel,
que le avisaba de parte de Dios que iba a ser la Madre de Jesús, la Virgen
recibió, primero en su mente y en su Corazón, y después en su Cuerpo y en su
útero virginal, a la Luz Eterna, Jesús, Dios Hijo; la encerró en su seno
virginal durante nueve meses, y cuando llegó el momento de dar a la luz, estando
Ella arrodillada en oración, salió de la parte de arriba de su vientre una Luz
hermosísima, su Hijo Jesús, que se materializó en brazos de los ángeles como un
Niño recién nacido y así, de los brazos de los ángeles, le fue entregado a su
Mamá.
La Virgen entonces, en el Nacimiento, fue como un Diamante
del cielo: recibió la Luz eterna, la encerró en su seno virginal por nueve
meses, y luego, cuando llegó el tiempo de dar a luz –como se dice cuando tiene
que nacer un niño-, dio esa Luz al mundo, que se aparecía como Niño, para que
el mundo fuera iluminado con la Luz de Dios.
Y eso es lo que pasó en la Noche de Belén, cuando nació el
Niño Dios: la Luz eterna de Dios iluminó a todos los hombres. Así fue el
Nacimiento del Niño Dios: como un rayo de sol que atraviesa un cristal, como la
luz que se irradia a través de un diamante, y por eso todos nosotros, en la
Iglesia, nos alegramos y cantamos en Navidad.
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