Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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domingo, 24 de junio de 2018

El Evangelio para Niños: Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista



(Ciclo A)

         Hoy recordamos el día del nacimiento de San Juan Bautista, que era primo de Jesús. Es uno de los pocos santos a los cuales la Iglesia los recuerda en el día de su nacimiento y no el de su muerte. ¿Por qué razón?
El que nos da la respuesta es San Agustín: él dice San Agustín  que la Iglesia celebra la fiesta de los santos en el día de su muerte porque, en realidad, el día en que muere un santo a su vida terrena, es también el día en el que nace a la vida eterna y por eso se lo recuerda en el día de su muerte; pero en el caso de san Juan Bautista, se lo recuerda en el día de su nacimiento porque Juan Bautista fue santo antes de morir, ya que fue santificado en el vientre de su madre cuando llegó la Virgen a Visitarla a Santa Isabel. Es decir, anunció a Cristo ya antes de nacer y lo anunció después con toda su vida y también con su muerte martirial.
Entonces, recordamos a San Juan Bautista el día de su nacimiento, porque él fue santificado por el Espíritu Santo desde que estaba en la panza de su mamá, Santa Isabel. Eso quiere decir que San Juan Bautista fue santo ya antes de morir, desde el momento en que estuvo en el vientre de su mamá y por eso lo recordamos el día de su nacimiento, porque el Espíritu Santo lo santificó antes de nacer.
¿Qué tenemos que hacer nosotros? Nosotros tenemos que imitarlo a San Juan Bautista: él fue santificado al nacer por el Espíritu Santo y anunciaba que el Mesías, que era Jesús y al que él llamaba el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” ya había llegado y que había que convertir los corazones del mal al bien para recibirlo; nosotros también hemos sido santificados al nacer, por el bautismo y aunque somos pecadores, tenemos la misma misión del Bautista: anunciar que el Mesías está entre nosotros, no en forma humana sino en la Eucaristía y que pronto va a venir a juzgar a vivos y muertos al fin del mundo y que para poder recibirlo, tenemos que convertirnos, es decir, preparar, por la gracia, el corazón, para recibir en él a Jesús Eucaristía, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

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