Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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viernes, 1 de julio de 2011

El santo deseo de Bárbara

Santa Bárbara deseó recibir
a Jesús Eucaristía,
aprendamos de ella,
para rechazar todo lo que no sea
el santo Amor de Dios
contenido en la Hostia santa.

En el año 238 vivía una joven cristiana llamada Bárbara. Su padre, que no era cristiano, odiaba a la Iglesia y a Jesucristo, y cuando se enteró que su propia hija se había hecho cristiano, ordenó que la encerraran en una torre alta, oscura y fría, para obligarla a renunciar a Jesucristo[1].

Le dijo a Bárbara que la mantendría en la prisión todo el tiempo que hiciera falta, para que reniegue de Jesucristo. Cuando hiciera eso, recién la soltaría. La amenazaba con la muerte, y para obligarla a decirle que “no” a Jesucristo, la hacía pasar hambre y sed, y también frío, porque no le daba frazadas para abrigarse en la noche.

Pero Bárbara amaba mucho a Jesucristo, y por eso pasaban y pasaban los días, y Bárbara seguía encerrada en la prisión, porque seguía creyendo en Jesucristo. Bárbara estaba muy angustiada y triste, pero no por los castigos del padre, o por sus amenazas –la había amenazado incluso con matarla si no renunciaba a Jesucristo-; tampoco estaba triste porque esa torre era oscura y fría, y porque pasaba hambre. Bárbara estaba triste porque tenía temor de no poder comulgar antes de morir. Amaba tanto a Jesús Eucaristía, que la ponía triste el no poder recibirlo en la comunión, al menos una vez, antes de dar la vida por Él.

Todos los días abría la ventana de la torre, y miraba hacia el horizonte, para ver si aparecía algún sacerdote que le trajera la comunión, pero no aparecía ninguno, y Bárbara seguía sola y sin comulgar.

Un día, sintiendo gran amor por Jesucristo, y con muchos deseos de recibirlo en la Eucaristía, dijo en alta voz: “¡Jesús, ven a mí!”.

¿Qué pasó entonces? Un gran milagro: apareció un ángel, venido del cielo, y con un copón en la mano; se acercó a Bárbara, y le dio la comunión. Bárbara, llena de alegría, se arrodilló y recibió la comunión con fervor y amor.

¿Qué había pasado? Jesús escuchó en su Corazón el deseo de Santa Bárbara, y por eso envió a su ángel, para que le diera la comunión. Por eso se representa a Santa Bárbara con el copón con Hostias.

Esto nos enseña que Jesús siempre, pero siempre, escucha los deseos de nuestro corazón. Santa Bárbara tenía un solo gran deseo: recibir a Jesús en la Eucaristía. No quería ni estar calentita, ni comer bien, ni descansar. Sólo quería recibir a Jesús en la Eucaristía, y ése era el único deseo que tenía Santa Bárbara.

Viendo este ejemplo de Santa Bárbara, nos preguntamos: ¿qué cosas desea nuestro corazón?

Tal vez deseamos ir al shopping y comprar cosas

Tal vez deseamos comer comidas ricas

Tal vez deseamos salir de vacaciones

Tal vez deseamos jugar al fútbol en un club importante, y ganar millones, y ser conocido por todo el mundo

Tal vez deseamos ser estrellas de cine, y actuar en películas, y salir en todos los diarios del mundo

Tal vez deseamos ser astronautas, o cantantes famosos

Todas estas cosas no son malas en sí mismas, pero, si sabemos que Jesús escucha nuestros deseos, ¿estaría contento con estos deseos? No, porque todas estas cosas no nos llevan al cielo. Es más, muchas de ellas, nos alejan bastante del cielo.

Como Santa Bárbara, tenemos que desear las cosas del cielo.

En nuestro corazón, tenemos que tener deseos de:

Ser como Jesús.

Y ser como Jesús quiere decir ser humildes, pacientes, buenos, generosos, sacrificados, respetuosos, afectuosos con todos, incluso los que para nosotros son menos “simpáticos”.

Tenemos que desear hablar con Dios, es decir, rezar, porque el que no reza, es como el que no habla, ni come, ni bebe. Rezar con Dios es recibir su luz, su paz, su misericordia, su perdón, su compañía, su Amor.

Tenemos que desear subir a la cruz, y estar ahí, crucificados con Jesús, porque la cruz es la Puerta para ir al cielo.

Tenemos que desear estar dentro del Sagrado Corazón de Jesús, porque ahí está todo el Amor de Dios.

Tenemos que desear estar dentro del Corazón Inmaculado de la Virgen, porque ahí está todo el Amor de Dios a Jesús.

Tenemos que desear estar delante de Jesús Eucaristía, es decir, tenemos que desear hacer Adoración Eucarística, porque en la adoración eucarística Jesús nos comunica todo su Amor.

Tenemos que desear recibir a Jesús en la Eucaristía, porque en la Eucaristía recibimos todo lo que deseamos.


[1] Cfr. Rüger, El maná del Niño, 136.

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