(Domingo VII - TO - Ciclo A - 2014)
En el Evangelio de hoy, Jesús nos dice algo que parece muy
difícil, pero que en realidad es muy fácil: “ama a tu enemigo”. Parece muy
difícil, porque a un enemigo no solo es muy difícil amarlo, sino imposible.
Y así parece, porque, ¿cómo se puede “amar” a un enemigo? Un enemigo es alguien que nos puede hacer un daño muy grande, como por ejemplo, en una guerra, como en Malvinas, o en algo de poca importancia, como una pelea de esas que suceden a cada momento en los recreos en las escuelas, todos los días, y a ese enemigo, nos dice Jesús, lo tenemos que amar.
Entonces, nos preguntamos, ¿cómo se puede amar a un enemigo? ¿Cómo amar a un soldado inglés, a alguien que nos arrebató nuestras Islas Malvinas? ¿Cómo se puede amar a alguien que nos hizo un daño tan serio y no nos pide perdón y tampoco las quiere devolver? ¿Cómo amar a un compañero de clase que me hizo una broma pesada? ¿Es posible amar a quien todos los días se ríe de nosotros y nos dice cosas que nos lastima y nos ofende? ¿Y si encima ese compañero no solo no me pide perdón, sino que me sigue molestando todos los días? ¿También tengo que amarlo? Esto no solo parece difícil, sino imposible y sin embargo, Jesús nos dice que debemos “amar” a nuestros enemigos: “Ama a tu enemigo”.
En efecto, aunque parezca imposible, Jesús nos manda "amar a nuestros enemigos".
Entonces, nos preguntamos, ¿cómo se puede amar a un enemigo? ¿Cómo amar a un soldado inglés, a alguien que nos arrebató nuestras Islas Malvinas? ¿Cómo se puede amar a alguien que nos hizo un daño tan serio y no nos pide perdón y tampoco las quiere devolver? ¿Cómo amar a un compañero de clase que me hizo una broma pesada? ¿Es posible amar a quien todos los días se ríe de nosotros y nos dice cosas que nos lastima y nos ofende? ¿Y si encima ese compañero no solo no me pide perdón, sino que me sigue molestando todos los días? ¿También tengo que amarlo? Esto no solo parece difícil, sino imposible y sin embargo, Jesús nos dice que debemos “amar” a nuestros enemigos: “Ama a tu enemigo”.
En efecto, aunque parezca imposible, Jesús nos manda "amar a nuestros enemigos".
Pero Jesús no manda cosas imposibles, entonces quiere decir que cuando Él nos dice: "Ama a tu enemigo", es porque es posible hacerlo, y vamos a ver de qué manera.
Dijimos al principio que “amar al enemigo” era algo que “parecía difícil”, pero que en realidad, era “muy fácil”.
Dijimos al principio que “amar al enemigo” era algo que “parecía difícil”, pero que en realidad, era “muy fácil”.
¿Cómo es eso?
“Parece muy difícil”
amar el enemigo cuando queremos hacerlo con nuestro propio amor, porque nuestro
amor es muy pequeño, como nuestro corazón, que es muy pequeño.
Es decir, si
nosotros intentamos amar a nuestros enemigos con nuestro propio corazón, ahí sí
que no solo será difícil, sino que será imposible, porque nuestro corazón, y
por lo tanto, nuestro amor, es muy pequeño y no nos alcanza para amar al
enemigo.
Como nuestro corazón es tan pequeño, apenas si alcanza para amarnos a
nosotros mismos, y a los que nos rodean, y hasta por ahí nomás (incluso, hay
algunos que no se quieren ni a ellos mismos, de tan poquito amor que tienen), y
por eso no tenemos amor para amar a los enemigos.
¿De
dónde sacamos amor para amar a los
enemigos?
Aquí
viene la parte “fácil”: del Sagrado Corazón de Jesús. El Sagrado Corazón de
Jesús es tan grande y su Amor es tan grande y tan infinito, que todos los hombres y los ángeles juntos, comparados con este Amor del Sagrado Corazón, son como un grano de arena comparado con cielo estrellado y todavía más. Quiere decir que si yo necesito amor para amar a un compañerito mío de clase y que por eso no lo soporto, lo que tengo que hacer es ir al Sagrado Corazón de Jesús, que por mí está en la Cruz y que por el lanzazo del soldado romano está dejando escapar raudales de Amor con su Sangre, para que esa Sangre caiga sobre mí y me bañe, y entonces cuando mi cuerpo reciba la Sangre del Cordero, mi alma se va a limpiar con el Espíritu Santo, que es el Amor de Dios, y entonces así me voy a llenar del Amor de Dios y voy a tener lo que antes no tenía, el Amor de Dios, el mismo Amor con el que Jesús me perdonó mis pecados desde la Cruz, y así voy a poder amar a mi enemigo, con el mismo Amor con el que Jesús me amó y me perdonó desde la cruz.
Y esta es la "parte fácil" que decíamos al principio: es fácil cuando acudimos al Sagrado Corazón para pedirle el Amor para amar a nuestros enemigos. En cambio, si queremos amar a los enemigos con nuestro propio amor, entonces no solo es difícil, si no imposible; pero si nos arrodillamos ante Jesús crucificado para que la Sangre que cae de su Corazón traspasado caiga sobre nuestras cabezas nos purifique, entonces nuestras almas quedan santificadas por el Espíritu Santo y nuestros corazones llenos del Amor de Dios y así podemos "amar a nuestro enemigo" con el mismo Amor con el que nos amó Jesús desde la cruz.
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