Cuando termina el año, el día 31 de Diciembre, y empieza el
Nuevo Año, el 1º de enero, la gente, que se reúne alrededor de la mesa –que todavía
es mesa de Navidad-, festeja y brinda. Pero resulta que, a las 00.01 segundos
del día 1º de enero, los católicos tenemos un motivo más grande para festejar y
celebrar, y es que ese día la Iglesia nos hace acordar de la Virgen con una fiesta
grande –cuando la fiesta es grande se llama “solemnidad”-, y por ese motivo,
los hijos de la Virgen, además de festejar por el Año Nuevo, festejamos por el
día de Santa María, Madre de Dios y por eso, al brindar, además de decir: “Feliz
Año Nuevo”, debemos decir: “Feliz día de Santa María, Madre de Dios”.
Entonces
nos preguntamos: ¿por qué la Iglesia nos hace acordar de la Virgen justo cuando
comenzamos el Año Nuevo? ¿Tiene
algo que ver la Virgen con los días del Nuevo Año que comenzamos el 1º de enero,
o se trata de pura casualidad?
No, no se trata de pura casualidad y veremos por qué.
Como sabemos, la Virgen nos trae a su Hijo Jesús, que es
Dios, y como Jesús es Dios, es también “eterno”. Jesús, el Hijo de María
Virgen, es Dios eterno. ¿Qué quiere decir “eterno”? ¿Qué quiere decir “eternidad”?
La eternidad es como si fuera un “ahora para siempre”, que no termina más. En la
eternidad de Dios, todo es alegría y felicidad. En la eternidad del infierno,
no. Tanto si la eternidad es alegre o no, es para siempre. ¿Cómo es la
eternidad, comparada con nuestra vida? No lo sabemos, pero para darnos una
idea, imaginemos que nuestra vida en la tierra es como un granito de arena,
mientras que la eternidad es como el cielo estrellado.
Jesús, que es Dios eterno y santo, ha venido a nuestro
mundo, a través de la Virgen, al nacer en Navidad, para que nosotros,
santificando nuestro tiempo en la tierra, vivamos luego una eternidad de
felicidad. Desde que Jesús nació en Nochebuena, todo nuestro tiempo -cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día, toda mi vida- le pertenece a Jesús, y por eso tenemos que ser, más que buenos, santos, porque el Dueño de mi vida, Jesús, es Santo.
Entonces, la Virgen nos trae a Jesús, Dios eterno, para que
todo nuestro tiempo –los segundos, minutos, horas, días, meses, años-, esté
consagrado a Jesús. Quiere decir que todo lo que hagamos en el tiempo y en esta
vida, lo tenemos que hacer pensando en la feliz eternidad de Jesús.
Por eso es que la Iglesia nos hace acordar de la Virgen al
comienzo del Año Nuevo: para que consagremos el Año Nuevo, con todos sus días,
a su Inmaculado Corazón, para que todo el año vivamos bajo su manto maternal, y
para que cuando termine nuestro tiempo en la tierra, sea Ella quien nos lleve a
la feliz eternidad con su Hijo Jesús.