(Domingo XXXII – TO – Ciclo
C – 2013)
En este Evangelio, Jesús nos cuenta cómo es el cielo: en el
cielo, no hay casamientos, porque todos los que están en el cielo “son como
ángeles” y por eso no hay necesidad de casarse (cfr. Lc 20, 27-38).
¿Qué quiere decir “ser como ángeles”? Quiere decir tener un cuerpo,
este mismo cuerpo, pero resucitado, sano y sin ninguna enfermedad, lleno de la
luz y de la gloria de Dios.
¿Cómo
es un cuerpo “resucitado”? Es un cuerpo que no siente cansancio ni necesidad de
dormir; tampoco experimenta hambre ni sed, y por eso no hay necesidad en el
cielo de comer papas fritas ni tomar gaseosa, porque ya no hay más hambre ni
sed; puede atravesar las paredes, como hizo Jesús cuando, después de resucitar
el Domingo de Resurrección, entró en la habitación donde estaban los discípulos
con la puerta cerrada; es un cuerpo que se puede mover muy rápido, basta pensar
con ir a un lugar, para ya estar ahí en ese mismo momento; es un cuerpo que ya
no se enferma, ni tiene fiebre, ni envejece, y es siempre joven; tampoco siente
ningún dolor y, lo más importante de todo, está unido a su alma, que está
siempre feliz, alegre, contenta, porque está siempre mirando a Tres Personas
hermosas, las Tres Divinas Personas de la Santísima Trinidad, y eso le causa
una gran alegría, tanta, que no puede creer de tanta alegría que tiene.
¿Y
quiénes son los que resucitan?
Los
que mueren en gracia de Dios, porque la gracia santificante es como una
lucecita en el corazón, que no se ve en esta vida, pero que en el momento de la
muerte, empieza a volverse cada vez más grande, hasta ocupar todo el cuerpo, y
a medida que va ocupando el cuerpo, lo va llenando de la vida, de la luz y de
la gloria de Dios, hasta que el cuerpo queda todo lleno de luz, y esto es lo
mismo que le pasó a Jesús el día que, con sus propias fuerzas, después de haber
muerto el Viernes Santo, resucitó el Domingo de Resurrección. El que resucita
es el que está unido a Jesús por la gracia, por la fe y por el Amor, y nadie
puede resucitar para ir al cielo, sino es por la gracia de Jesús, y por eso es
tan importante vivir y morir en gracia de Dios. Los que no están en gracia de Dios,
también resucitan, pero su cuerpo, en vez de ser un cuerpo de luz, es un cuerpo
oscuro, como el carbón, y como no están en gracia, nunca van a poder entrar en
el cielo; esos van a un lugar donde no está Dios, y es el Infierno. El que va a
ese lugar, es porque eligió morir en pecado y no en gracia de Dios. Por eso hay
que rezar todos los días, pidiendo la gracia de la perseverancia final en la fe
y en las buenas obras, para morir en gracia y resucitar y así, con el cuerpo y
el alma llenos de la luz y de la gloria de Dios, entrar en la Casa del Padre
para siempre.
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