Doctrina
¿Dónde
está el Espíritu Santo? El
Espíritu Santo está en todas partes, porque es Dios, pero habita de una manera
particular en los justos.
¿Qué
hace el Espíritu Santo en las almas de los justos? Santifica las almas de los justos y los colma de
sus dones y frutos. El Espíritu Santo convierte a los cuerpos de los justos en su templo (cfr. 1 Cor 6, 9) y a sus corazones en un nido de luz y de amor, y en ellos reposa como Dulce Paloma.
¿Cómo
nos santifica el Espíritu Santo? El Espíritu Santo nos santifica por medio de la gracia, las virtudes y
de sus dones.
¿Cuántos
son los dones del Espíritu Santo? Son siete:
1-Don de Sabiduría; 2-Don de Entendimiento o
Inteligencia; 3-Don de Longanimidad o Consejo; 4-Don de Ciencia; 5-Don de
Fortaleza; 6-Don de Piedad; 7-Don de Temor de Dios.
Los
dones del Espíritu Santo (explicados para Niños) [2]:
-Sabiduría (1): ¿Vieron cuando hay una noche muy
oscura, que no se ve nada, y de repente alguien enciende una luz y se puede ver
todo? Bueno, la noche somos nosotros sin Dios; la luz encendida es el don de la
Sabiduría, que nos da el Espíritu Santo. La Sabiduría es una luz enviada por
Dios, que nos hace gustar y conocer no solo las cosas de Dios, sino a Dios
mismo. Por el don de Sabiduría, podemos ver las cosas con la luz misma de Dios.
-Entendimiento o Inteligencia: (2) Si tenemos los
ojos cerrados, no podemos ver la luz del día, y tampoco podemos leer lo que
está escrito. El don de entendimiento es un don del Espíritu Santo que hace que
podamos “abrir los ojos del alma” para comprender la Palabra de Dios. Es lo que
les pasó a los discípulos de Emaús (Lc 24, 32): caminaban con Jesús, pero no lo
reconocían, porque no tenían el don de la inteligencia. Cuando Jesús partió el
pan, lo reconocieron, porque ahí les dio el don de inteligencia.
-Longanimidad o Consejo (3): Todos sabemos qué es
“lo que está bien” y qué es “lo que está mal”, porque tenemos una vocecita
dentro, que se llama conciencia, que nos habla de parte de Dios, pero hay veces
que esa vocecita es muy débil. Por el don de consejo, el Espíritu Santo ilumina
esta vocecita, que es la conciencia, para que veamos todavía mejor qué cosas
están bien, y cuáles están mal. Por el don de consejo, adquirimos una “buena
vista” interior (Mt 6, 22), para hacer siempre lo que agrada a Dios.
-Ciencia (4): ¡Qué linda es una mañana soleada! ¿A
quién no le gusta el sol, y la luz del sol? ¿A quién no le gustan las montañas,
el cielo azul, o el verde del campo, o las flores, los árboles y las plantas?
¿Y las mascotas? Por el don de ciencia, el Espíritu Santo nos hace gustar la
Creación y nos hace ver que toda la Creación, que es tan hermosa, proviene del
Amor de Dios. El don de ciencia nos hace ver que la hermosura de la Creación
viene de la hermosura de Dios.
-Fortaleza (5): Alguna vez nos puede pasar que, si
alguien nos llama, por ejemplo, nuestra mamá, en el apuro por llegar, corremos,
y cuando corremos, nos podemos caer. También puede pasar que si rezamos en voz
alta, alguien se ría y nos haga burlas por lo que hacemos. El don de la
fortaleza es el don del Espíritu que sostiene la debilidad del alma, la cual
sin su ayuda puede caer en el pecado. Además, nos da la fuerza misma de Dios
para que recemos aunque se nos rían.
-Piedad (6): ¿Cómo tratamos a Dios en la oración?
¿De “memoria” o con el amor de un hijo? Por este don, el Espíritu Santo nos
ayuda a que en la oración tratemos a Dios como Padre amoroso. Además, este don
hace que le recemos a Dios no “de memoria”, sino con la ternura y el amor de un
hijo, y nos hace ver que somos hijos de Dios y que todos los bautizados somos
hermanos porque tenemos un mismo Padre celestial.
-Temor de Dios (7): Por este don, el Espíritu Santo
hace que amemos a Dios por lo que Él es: un Dios todo bondad y amor, que sólo
quiere el bien para nosotros. Como nuestros papás, pero mucho más. El temor de
Dios no quiere decir que le tenemos que “tener miedo” a Dios: quiere decir que,
como lo amamos tanto, de lo que tenemos miedo es de ofenderlo por el pecado.
Por eso este don nos lleva no solo a no pecar, sino a amarlo y a adorarlo cada
vez con más fuerzas.
Oración
para pedir los dones del Espíritu Santo: “¡Oh Dios Espíritu Santo! ¡Dame
tus siete dones! ¡Quiero conocer y amar a Dios Uno y Trino como lo conoce y lo
ama Jesús!”.
¿Cuántos
son los frutos del Espíritu Santo? Son doce: caridad, paz, longanimidad, benignidad, fe, continencia, gozo,
paciencia, bondad, mansedumbre, modestia y castidad.
¿A
quiénes concede el Espíritu Santo sus dones? A los sencillos y humildes de corazón, porque estos se parecen a los Sagrados
Corazones de Jesús y de María. Por el contrario, el Espíritu Santo no da sus
dones a los soberbios y orgullosos, porque no puede habitar en ellos. El corazón
del hombre puede ser como un nido de luz y de paz, cuando está en gracia, y así
la Dulce Paloma del Espíritu Santo puede reposar y descansar en estos
corazones, dándole sus dones. Pero cuando el corazón es oscuro y frío como una
cueva en donde se refugian las alimañas –serpientes, víboras, escorpiones-,
entonces allí no puede posarse el Espíritu Santo y no puede dar sus dones. Ahora
bien, aun cuando el Espíritu Santo aparece en la Biblia bajo la figura de una
paloma, o la del fuego, como en Pentecostés, hay que notar que Jesús nos enseña
que el Espíritu Santo es una Persona -la Tercera Persona- de la Trinidad, distinta
a las Personas del Padre y el Hijo (Mt
28, 19) Es decir, el Espíritu Santo no es “soplo o viento” o “energía” como
dicen algunas sectas, sino una verdadera “Persona”, porque hace lo que
corresponde a una Persona: “enseña”, “habla” y “da testimonio”. Y puesto que “hablar”,
“enseñar” y “dar testimonio” son propiedades personales –o cosas que solo hace
una persona-, por lo tanto, el Espíritu Santo es Persona. Lo podemos ver en
estos textos: Jn 14, 26; Jn 16, 13 y Jn 15, 26.
Explicación:
Jesús nombra a unos pescadores como sus apóstoles: “Venid
en pos de mí y os haré pescadores de hombres. Ellos al instante dejaron las
redes y lo siguieron” (Mt 4, 19-21), para
que vayan a predicar la Buena Noticia por todo el mundo: “Id y predicad el
Evangelio a toda criatura” (Mc 16,
15). Sin embargo, es sólo después de la venida del Espíritu Santo en
Pentecostés, que los apóstoles no solo vencen el miedo, sino que adquieren la
Fortaleza y la Sabiduría de Dios -entre los otros dones-, dados por el Espíritu
Santo, para salir a predicar el Evangelio por todo el mundo.
Práctica: pensaré que, si vivo en gracia, mi cuerpo se
convierte en “templo del Espíritu Santo” y mi corazón, por la gracia
santificante, se convierte en nido de luz y de amor: así vendrá como Dulce
Paloma, a reposar en él el Espíritu Santo, y como quiero que el Espíritu Santo no
se vaya nunca de mi corazón, huiré siempre de las ocasiones de pecado.
Palabra
de Dios: “¿No sabéis que sois
templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?” (1 Cor 6, 9). “Los frutos del Espíritu Santo
son: caridad, gozo, paz, longanimidad, afabilidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza” (Gál 5, 22). Sobre los
dones, léase: Is 11, 2.
Ejercicios
bíblicos: Jn 14, 17 y Hech 19, 2; Jn 16, 13.
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