(Domingo V - TP - Ciclo C - 2013)
El Evangelio para
Niños: “Ámense como Yo los he amado”
(Domingo V - TP - Ciclo
C - 2013)
En este Evangelio, Jesús nos dice qué
tenemos que hacer para entrar en el cielo: “Ámense los unos a los otros, como
Yo los he amado”. Jesús nos quiere decir que, para poder entrar en el cielo,
tenemos que cumplir un solo mandamiento, uno nuevo, el que nos dejó Él antes de
subir al cielo: “Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado”.
Entonces, uno puede decir: “¡Qué lindo
mandamiento!”. Porque es hermoso amar a los papás, a los hermanos, a los seres
queridos.
Es hermoso amar a los que nos aman, y
por eso este mandamiento parece fácil; pero resulta que a veces no es tan fácil
amar, porque estamos enojados, o contrariados, o porque hay veces que no es tan
lindo amar, sobre todo a quien llamamos “enemigo”.
El primer mandamiento entonces es
fácil de cumplir algunas veces, pero otras veces, en cambio, es difícil de
cumplir.
¿Cómo podemos cumplir este
mandamiento, cuando parece difícil?
Lo que tenemos que hacer es mirar a Jesús
en la Cruz, porque Él nos ha amado desde la Cruz, ha dado su vida por amor a
nosotros en la Cruz. Ahí es donde tenemos que aprender a amar a los demás.
Cuando nos resulta difícil amar, ya
sea a nuestros seres queridos, o a alguien con el cual estamos enemistados –un
hermano, un compañero, un amigo-, lo que tenemos que hacer es ver a Jesús en la
Cruz y ahí nos vamos a dar cuenta cómo nos ha amado Jesús.
Miremos su cabeza coronada de espinas,
que le produjeron muchísimo dolor y le hicieron salir mucha sangre, y ahí nos
daremos cuenta que Jesús pidió perdón a Dios Padre por todos nuestros malos
pensamientos, enojos y deseos de venganza, y le ofreció a Dios Padre sus
dolores y su Sangre, para que nosotros no sufriéramos ningún castigo.
Miremos las manos de Jesús, clavadas con
gruesos clavos de hierro, y ahí nos daremos cuenta de cómo nos amó Jesús, que
pidió perdón al Padre por todas las veces que hicimos mal con las manos –si
levantamos la mano para pelear, o para tomar cosas que no son nuestras-, y le
ofreció sus manos doloridas y con Sangre, y perforadas por los clavos, para que
Dios Padre nos perdone.
Miremos los pies de Jesús, perforados
por un grueso clavo de hierro, que le causó un dolor insoportable y le hizo
salir mucha sangre, y nos daremos cuenta que Jesús nos amó tanto en la Cruz,
que prefirió que le perforaran sus pies y no los nuestros, cuando nosotros lo
teníamos merecido, cada vez que usamos los pies y caminamos para hacer el mal.
Miremos el Corazón traspasado de
Jesús, y ahí nos daremos cuenta que Jesús dejó que traspasaran su Corazón con
una lanza, para que Dios Padre nos perdonara todos los pecados del corazón,
todas las veces que pensamos mal de las personas, todas las veces que no
quisimos amar a los demás, todas las veces que no quisimos ser buenos.
Mirando a Jesús crucificado y
repasando todas sus heridas, aprenderemos a amar a los demás como Él nos ha
amado: con el Amor de la Cruz.
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