(Domingo III - TC - Ciclo A - 2014)
Jesús, cansado por el camino, se sienta al borde de un pozo
de agua, adonde van a beber hombres y animales (cfr. Jn 4, 5-15 19-26 39-42). Se acerca una mujer samaritana
y Jesús le dice: “Dame de beber”. La mujer se sorprende de que Jesús, siendo
judío, le pida de beber, porque los judíos no se hablaban con los samaritanos. Entonces
Jesús le dice que si ella supiera quién es Él, sería ella quien le pediría que
le diera de beber, y Él le habría dado un “agua viva”. La mujer samaritana le
pregunta, sorprendida, que cómo puede Él sacar “agua viva”, si no tiene nada
para sacar agua y el pozo es profundo. Jesús le contesta diciéndole que Él va a
dar de beber de un agua que no es de ese pozo, porque el que beba de ese pozo,
que es agua común y corriente, va a volver a tener sed, pero el que beba del
agua que Él va a dar, “nunca más va a tener sed”, y no solo eso, sino que ese
mismo, se va a convertir en un “manantial” de agua viva que va “brotar hasta la
vida eterna”. Entonces la mujer samaritana le pide que le dé de beber de esa “agua
viva”.
¿Qué es esa misteriosa “agua viva” que le promete Jesús a la
mujer samaritana y que calma la sed de manera que nadie vuelve nunca más a
tener sed? Esa “agua viva” es la gracia santificante, y calma la sed, pero no
la sed del cuerpo, sino la sed del alma, que es la sed de amor, es la sed de Dios
que toda alma tiene. Toda alma nace con sed, en el cuerpo y en el alma: la sed
del cuerpo se satisface con el agua líquida, el agua del manantial; la sed del
alma es sed de amor, sed de paz, sed de justicia, sed de bien, sed de
felicidad, sed tranquilidad, sed de dulzura, sed de gozo, sed de todo lo bueno,
y solo se satisface con Dios, porque el alma ha sido hecha para satisfacerse
con Dios, y cuando no se satisface con Dios, se muere de sed. Es por eso que
cuando Jesús dice que cuando Él dé el “agua viva” que es la gracia, el alma “nunca
más va a tener sed”, porque la gracia nos une a Dios y en Dios el alma está
como una esponja en el mar: empapada de agua y rodeada de agua, de muchísima
más agua de la que jamás soñó que podía llegar a tener; así el alma, en Dios,
es como esa esponja: empapada en Amor y rodeada de Amor, de muchísimo más Amor
del que jamás soñó que podía llegar a tener.
“El que beba del agua que Yo le daré nunca más tendrá sed”.
¿Adónde podemos ir a beber del agua que nos promete Jesús, para nunca más tener
sed? Cuando nos acerquemos a dar un beso a su Costado abierto por la lanza, y
ahí no solo podremos beber Agua, sino también su Sangre Preciosísima.
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