Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

jueves, 28 de octubre de 2010

Que el Corazón Inmaculado de la Virgen sea nuestro refugio


Imaginemos que nos encontramos en un bosque, solos, y que de repente, se hace la noche y comienza una tormenta, con rayos, truenos, lluvia, viento, y se pone todo oscuro, porque las nubes del cielo tapan la luz de la luna.

Como estamos en medio del bosque, fuera de nuestra casa, la lluvia nos moja y nos empapa, y el viento, cuando sopla, hace que tengamos mucho frío, porque la temperatura baja mucho cuando la ropa está mojada y además hay viento. Además, como es de noche y está todo oscuro, porque no hay ni siquiera luz de luna, y no tenemos ni una linterna, no vemos el camino para volver a casa, y nos confundimos con las sombras, pensando que las sombras que vemos son en realidad animales salvajes del bosque. Cuando no hay luz, la imaginación nos hace ver las cosas de modo equivocado, pero además, es verdad que hay animales salvajes sueltos, que pueden atacarnos y hacernos mucho daño.

Imaginemos que estamos en el bosque, y que queremos buscar un refugio, una cabaña de madera, como esas que aparecen en los cuentos, para dejar de mojarnos, para calentarnos al lado de un fuego, y para estar seguro de los animales del bosque.

Imaginemos ahora cuando era el diluvio, el que cuenta la Biblia (cfr. Gn 6.7.8): la Biblia dice que hace mucho, pero mucho tiempo, cuando no había nada de lo que hay ahora, ni edificios, ni autos, ni aviones, ni computadoras, ni teléfono, ni play station, ni nada, los hombres se portaban muy mal, y entonces, como castigo, Dios mandó una lluvia muy pero fuerte, que duró muchos días, y terminó inundando todo el mundo. Los únicos que se salvaron, fueron Noé y su familia, porque construyeron un arca, que es un barco de madera muy pero muy grande. El Arca de Noé fue el refugio que salvó a Noé y a su familia del diluvio, y también a los animales que Noé hizo subir por orden de Dios.

Nosotros también tenemos un refugio, que es más fuerte que una cabaña en el bosque, y es más seguro que el Arca de Noé: nuestro refugio es el Corazón Inmaculado de María, Madre de Dios y Madre nuestra.

El Corazón de la Virgen es el refugio más seguro que podamos encontrar, porque si nosotros entramos dentro del corazón de la Virgen, Dios nunca pero nunca se va a enojar con nosotros, y siempre va a estar contento con nosotros.

Nos imaginemos ahora algo que cuenta la Biblia: en la Biblia, en un libro que se llama “Apocalipsis”, se cuenta que hay dos animales muy malos: el dragón rojo (cfr. Ap 12, 7-9), que es el demonio, y la bestia negra, una pantera negra muy mala, que es también otro demonio muy pero muy malo.

En la Biblia, se cuenta que el diablo se cayó del cielo a la tierra -porque San Miguel Arcángel le ganó la pelea en el cielo y lo echó del cielo (cfr. Ap 12, 7), y lo empujó y lo hizo caer del cielo a la tierra-, y se cuenta también que junto con el diablo hay una bestia negra, y entre los dos, buscan a los hombres para atraparlos y llevarlos al infierno.

Pero en la Biblia también se cuenta que la Virgen lucha contra el dragón que cayó del cielo (cfr. Ap 12, 1) y contra la bestia negra, que es como una pantera, y les gana a los dos, con el poder de Jesús. La Virgen es mucho más fuerte que el dragón y que la bestia juntos, y es mucho más fuerte que todo el infierno junto, que está lleno de diablos, porque la Virgen tiene el poder de su Hijo Jesús, que es Dios. Nadie le gana a la Virgen, y cuando Ella aparece, el dragón, la pantera negra, y todos los demás diablos del infierno, se mueren de miedo, y salen corriendo.

Si nosotros vivimos con el espíritu dentro del Corazón de la Virgen, vamos a estar seguros, porque nadie nos va a poder hacer nada malo, porque Ella nos protege de los ángeles caídos y de los hombres malos, del dragón rojo y de la pantera negra.

Si nosotros nos refugiamos en el Corazón de la Virgen, nadie, ni el dragón rojo, ni la pantera negra, ni ningún hombre malo, ni ningún ángel caído, nos van a hacer daño.

Pero además, si estamos dentro del Corazón de la Virgen, Ella nos va a llevar, desde su Corazón, al Corazón de su Hijo, y así vamos a estar con Jesús para siempre.

Le recemos siempre a la Virgen, y le pidamos que nos lleve en su Corazón Inmaculado, el Refugio más seguro para nosotros, y le pidamos que nunca nos deje salir de su Corazón.

martes, 26 de octubre de 2010

El Ave María para niños


"Dios te salve, María"

El Ángel Gabriel viene del cielo, saluda a la Virgen de parte de Dios, y le dice: “¡Alégrate, Virgen María, porque Dios te ha elegido para que seas la Madre de Dios Hijo! ¡Llénate de gozo, Doncella Inmaculada, porque Dios te ha encontrado tan hermosa, que te ha elegido para que seas la Madre de Jesús!” Junto con el ángel, también nosotros te saludamos y nos alegramos contigo, Dulce Virgen María.

"Llena eres de gracia"

La gracia es como una luz que Dios da al alma, y que nos hace ser buenos como Dios. La Virgen, desde que nació, no solo no tuvo nunca ninguna mancha en su espíritu, porque no tenía pecado original, sino que tuvo siempre su alma toda llena de la luz y del amor de Dios. ¡Porque eres la Llena de gracia, la Llena de la Vida y del Amor de Dios, sólo Tú podías ser, oh María, la Madre de Dios!

"El Señor es contigo"

Desde que naciste, Dios estuvo siempre contigo, porque vio que eras tan linda y amorosa, que nunca quiso dejarte. Cuando vivías en la tierra, Dios estaba dentro de ti y tú estabas en Dios, y ahora, que estás en los cielos, también Dios sigue contigo, porque eres amable y encantadora. ¡Dios está contigo, y nosotros también queremos estar contigo! ¡Ayúdanos, Madre de Dios, a ser buenos, para que podamos algún estar contigo en el cielo!

"Bendita tú eres entre todas las mujeres"

Eres bendita entre todas las mujeres, porque eres Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, y Esposa de Dios Espíritu Santo, y por eso nosotros te saludamos y te cantamos en tu honor. Nadie, ni el cielo ni en la tierra, se compara a ti, porque eres más hermosa y más pura y más santa que todos los ángeles y santos juntos.

"Y Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús"

Tú eres la Estrella más brillante y hermosa de los cielos, Virgen María, y de tu vientre santo, lleno de la luz y del amor de Dios, nació el bendito Niño de Belén, Jesús, como un sol que atraviesa un cristal. Él es el Sol que nació de ti, oh Virgen María, y es el que alumbra nuestros corazones con la luz de su amor. ¡Bendito sea, ahora y para siempre, el fruto de tu vientre, Jesús!

"Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores"

Madre del cielo, muchas veces nos portamos mal, y por eso te pedimos a ti, que estás cerca de tu Hijo Jesús, que ruegues por nosotros, para que cada día que pasa aprendamos a evitar el mal y obrar cada vez más el bien. ¡Ruega por nosotros, Madre de Dios y Madre nuestra, para que alejándonos del pecado y de las obras malas, vivamos siempre contigo, refugiados en Tu Corazón Inmaculado!

"Ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén."

Te pedimos que reces por nosotros, Madre de Dios, Virgen María, ahora, en este momento, para que nuestros corazones se mantengan siempre dentro de tu Corazón Inmaculado, y para que nunca se aparten de él, pero ruega también por nosotros el día de nuestra muerte, para que así, dentro de tu Corazón, pasemos de esta vida a la otra vida, en el cielo, junto a ti y a Jesús, ¡para siempre!

domingo, 24 de octubre de 2010

DON BOSCO Y EL SUEÑO DE LA IGLESIA, EL PAPA, LA VIRGEN Y LA EUCARISTÍA


¿Alguien vio alguna vez una película de esas donde hay de esos barcos grandes, con velas altas y cuadradas, que se tiran cañonazos para tratar de hundirse? Bueno, una vez, un santo que se llamaba Don Bosco, tuvo un sueño en donde aparecían barcos que peleaban en el mar. En ese sueño, él veía un barco grande, gigante, que estaba en el mar, y el capitán de ese barco era el Papa. También veía que había muchos barcos chiquitos, que iban por el mar al lado del barco grande, y otros barcos, chicos y grandes, que se preparaban para atacar al barco donde iba el Papa, y para eso preparaban los cañones, los rifles, las flechas con fuego, y las espadas y los cuchillos, porque querían acercarse a la nave grande, saltar dentro de ella, y prenderle fuego y hundirla.

En el sueño, Don Bosco veía cómo esas naves malas se acercaban cada vez más a la nave grande, y le empezaban a disparar con los caños, con los rifles, y con todo lo tenían; además, comenzó a haber una gran tormenta: las nubes se pusieron todas negras, muy negras, y se veían los rayos y se escuchaban los truenos, y como comenzó a correr un viento muy fuerte, las olas del mar se hacían cada vez más grandes, y amenazaban con hundir a la barca donde iba el Papa. El Papa iba al frente de la nave, y manejaba el timón para llevar al barco a un lugar en medio del mar, donde habían dos columnas grandes, enormes: una tenía una imagen de la Virgen Inmaculada, y otra tenía una Hostia consagrada, muy grande, que se veía desde lejos.

La tormenta se hacía más y más grande, el viento soplaba cada vez más y más fuerte, y las olas se hacían cada vez más y más grandes. Además, los barcos medianos y chicos, se habían acercado mucho; tanto, que los disparos de los cañones, de las flechas de fuego, y de los rifles, hacían que la madera de la barca del Papa se agujereara, y así empezaba a entrar agua, pero cuando esto pasaba, soplaba un viento suave que salía de las columnas de la Virgen y de la Eucaristía, y los agujeros de la barca se cerraban.

Pero como los barcos malos estaban muy cerca, y disparaban con todo lo que tenían, uno de los disparos le dio al Papa, y el Papa cayó herido; se levantó, pero de nuevo lo alcanzó un disparo, y el Papa murió. Cuando los barcos malos se dieron cuenta que el Papa había muerto, se pusieron todos contentos, y comenzaron a disparar más fuerte y más rápido todavía, pero ahí nomás los que iban en el barco del Papa eligieron a otro Papa, y entonces los barcos malos comenzaron a tener miedo y a perder el ánimo, y también se comenzaron a pelear entre ellos, tan fuerte, que se hundían unos a otros.

El nuevo Papa tomó el timón, y en medio de la tormenta, siguió conduciendo la barca, hasta que la barca llegó a las columnas de la Virgen y de la Eucaristía, y ahí los marineros la ataron a la nave a las columnas, con una cadena para cada columna.

Cuando pasó esto, el mar se calmó, la tormenta se terminó, las nubes negras se fueron, dejaron de caer los rayos, y además, los barcos malos empezaron todos a pelearse y a hundirse, y los que quedaban salieron remando a toda velocidad, mientras se seguían peleando entre ellos.

Los barcos chiquitos, que se habían quedado lejos, viendo la pelea, se acercaron a la barca y a las columnas, y se subieron todos a la barca grande, donde estaba el Papa.

La barca donde va el Papa, es la Iglesia, y ahí estamos nosotros; la tormenta, con los rayos y el viento y las olas altas, y las naves malas que tratan de hundir a la nave del Papa, son el demonio y los hombres malos, y todas las cosas malas que hay en el mundo.

Las columnas, con la imagen de la Virgen Inmaculada, y con la Hostia, quieren decir que lo que nos salva de todo mal, y lo que nos lleva al cielo, es el amor a la Virgen y el amor a Jesús Eucaristía.

Si nosotros amamos mucho a la Virgen, si le rezamos el Rosario, que es la oración que a Ella más le gusta, y si venimos todos los domingos a Misa, para recibir a Jesús Eucaristía en el corazón, no tenemos que tener ningún miedo de nada, y vamos a estar seguros de que nos vamos a salvar.

viernes, 22 de octubre de 2010

Hora Santa para NACER 2


-Entramos respetuosamente en el Oratorio. Hacemos silencio con los labios, porque Jesús está en la Hostia consagrada, pero al mismo tiempo, desde que entramos, comenzamos a hablarle a Jesús Eucaristía con el corazón. Jesús está Presente y vivo en la Eucaristía, y aunque nosotros no lo vemos, Él sí nos ve y nos oye, y lee nuestros pensamientos, y sabe cómo es nuestro corazón.

Nos arrodillamos, y nos persignamos: “Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor Dios Nuestro, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.

-Inicio: Canto de entrada: Cantemos al Amor de los amores.

-Oración de NACER: “Dios mío, Yo creo, espero, Te adoro y Te amo, Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni Te aman” (Tres veces).

-Oración para comenzar la adoración: Querido Jesús Eucaristía, venimos a visitarte y a pedirte muchas cosas, porque Tú eres Dios Que Todo Lo Puede, pero primero queremos pedirte algo muy importante: que nos des Tu Amor, para que podamos amarte, y así Te amaremos por ser Quien eres, y no por lo que das.

-Silencio de tres minutos: En este momento de oración en silencio, aprovechamos para hablarle a Jesús no con los labios, sino con el corazón. Le podemos decir que lo queremos mucho, y que queremos estar en el cielo con Él para siempre.

-Canto eucarístico: Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar.

-Oración intermedia: Querido Jesús Eucaristía: Tú en la Eucaristía eres como un Sol gigante de amor. Danos un rayo de Tu Amor, para que ilumine nuestro corazón. Danos un rayo de Tu Amor, para que encienda nuestro corazón en la Llama de Tu Amor.

Jesús, Tú en la Eucaristía eres el Dios Amor. Tu Corazón es como un horno ardiente de Amor. Te pedimos que nos des aunque sea una llamita de ese Amor, para que podamos amarte con todo el corazón.

Venimos como mendigos, a golpear a la Puerta de Tu Corazón, para que nos des el alimento de Tu Amor. Tenemos hambre del Amor de Dios, y sólo Tú puedes saciarnos. Jesús, abre de par en par las puertas de Tu Sagrado Corazón Eucarístico, y llena nuestras almas con Tu Luz, Tu Paz, Tu Alegría y Tu Amor.

Ven a nuestros corazones, Jesús Eucaristía. Ven, Te lo pedimos por Tu Santa Madre; Ven y no tardes más.

-Silencio de tres minutos: Rezamos con el corazón, en silencio. Le pedimos por nuestros seres queridos, y también por aquellos a los que no queremos tanto. Que todos conozcan y amen a Jesús Eucaristía.

-Oración de petición por los niños: Ahora Jesús, queremos pedirTe por los niños de todo el mundo:

-A cada intención respondemos: “Jesús Eucaristía, escúchanos”.

-Por los niños que sufren violencia

-Por los niños que tienen hambre

-Por los niños que están enfermos

-Por los niños que están solos

-Por los niños que están en peligro de ser abortados

-Por nuestros hermanos y amigos

-Jesús, te pedimos por los niños más pobres de todos, aquellos que no te conocen

-Oración de despedida: Después de estar en Tu Presencia, tenemos ganas de ser más buenos, y de decirles a todos que Te vengan a visitar. Después de estar delante de ti, tenemos ganas de ser como Vos. Te prometemos, querido Jesús, que vamos a tratar de ser más buenos, para que todos Te conozcan y Te amen.

-Oración de NACER: “Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo, Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

-Oración final: “Querido Jesús Eucaristía, nos vamos pero, como siempre, nos vamos sólo con el cuerpo, porque nos quedamos aquí, junto a Ti, con el corazón, para que Tú estés siempre con nosotros. Tú eres el Único y el más grande tesoro que tenemos en la vida, y por eso dejamos nuestro corazón a los pies de Tu Altar Eucarístico. Jesús Eucaristía, alegra nuestra vida con Tu Presencia. Jesús, Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

-Canto de despedida. Canción de los pastorcitos de Fátima.

domingo, 17 de octubre de 2010

Saludemos con amor a nuestra mamá de la tierra, y también a nuestra Mamá del cielo, la Virgen María


Hoy es el Día de la Madre, y por eso nos acordamos de nuestras mamás, de las que están vivas, y de las que ya no están con nosotros, pero que igual están vivas, porque por el Amor de Dios, esperamos que estén junto a Dios. Y como están junto a Dios, aunque no estén aquí en la tierra, están vivas, porque en el cielo todos están vivos y contentos. Les dedicamos esta hermosa oración que es la Santa Misa, para todas las mamás del mundo.

Pero si nos acordamos de las mamás de todo el mundo, de toda la tierra, nos tenemos que acordar también de otra Madre, una Madre del cielo, la Madre de Dios, la Madre de Jesús, la Virgen María, porque Ella es también nuestra Madre, porque Jesús, cuando estaba en la cruz, nos regaló a su Mamá, y desde entonces, Ella también es nuestra Mamá del cielo, junto a nuestra madre de aquí en la tierra.

Nos tenemos que acordar de Ella, porque Ella es nuestra Madre, y porque Ella es nuestra Madre, todo lo que Ella hizo con su Hijo Jesús, lo hace y lo va a hacer con cada uno de nosotros.

¿Qué hizo la Mamá de Jesús con su Hijo? ¿Qué hace nuestra Mamá del cielo con nosotros?

Antes de nacer, la Virgen lo tuvo a Jesús en su panza porque el Espíritu Santo lo llevó a Jesús ahí, a su pancita, para que ahí creciera durante nueve meses, como crecen todos los bebés del mundo. La Virgen se convirtió en la Mamá de Jesús, por el poder del Espíritu Santo, cuando el Ángel le dijo que iba a ser la Madre de Dios, y Ella se convirtió en nuestra Mamá del cielo cuando Jesús estaba en la cruz, y desde la cruz nos regaló a Su Mamá.

Ella nos adoptó a nosotros como a sus hijos, cuando Jesús desde la cruz le dijo a Juan: “Hijo, he ahí a tu Madre”. Somos los hijos de la Virgen, porque Jesús en la cruz nos regaló a Su Mamá. ¡Qué bueno que es Jesús, que nos dio de regalo lo que Él más quería en el mundo, y era su Mamá, y ahora la Mamá de Jesús, es también nuestra Mamá del cielo!

¿Qué más hizo la Virgen con Jesús? Cuando Jesús era Niño, la Virgen lo alimentaba, le preparaba la comida, y le daba para merendar leche con pancitos con miel; a nosotros también nos alimenta: nos da una leche espiritual, que es la Palabra de Dios, y nos da un Pan con sabor a miel, que es la Eucaristía.

Cuando Jesús tenía doce años, la Virgen creía que Jesús se había perdido, pero lo que pasaba era que Jesús estaba en el Templo de Dios, y ahí lo encontró Ella; cuando nosotros no encontramos a Jesús, la Virgen nos trae al Templo, a la Parroquia, y hace que lo encontremos a Jesús en el Sagrario.

Cuando Jesús ya era grande, y se fue camino del Calvario, abrazando la cruz, para subir a la cruz y morir por nosotros, la Virgen lo acompañó todo el camino de la cruz, y cada vez que Jesús se caía, porque la cruz era muy pesada y los soldados le pegaban mucho y muy fuerte, la Virgen lo ayudaba a levantarse: lo miraba con sus ojos llenos de su amor de Madre, y eso le daba fuerzas a Jesús, y así Jesús seguía por el camino de la cruz; a nosotros también nos acompaña la Virgen en el camino de la vida, y nos sostiene con su amor de Madre, para que nosotros también subamos a la cruz, junto a Jesús.

Cuando Jesús ya estaba en la cruz, clavado con los clavos de hierro, se sentía solo, porque todos lo habían abandonado –Jesús creía que hasta su Papá del cielo lo había abandonado, aunque no era así, y por eso dice: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”-, pero la Virgen estaba ahí, parada, al pie de la cruz, y era la Única que lo acompañaba, y Ella le daba fuerzas a Jesús para que Jesús no se sintiera solo y triste; la Virgen era la única alegría de Jesús en medio de tantos dolores que sentía por las espinas de su corona, por los clavos, y por los latigazos que había recibido. La Virgen también nos acompaña a nosotros, cuando nos sentimos solos y estamos tristes, y su Presencia de Madre nos conforta y nos da paz y alegría, y nos hace saber que pronto el dolor y la tristeza van a pasar, porque Ella está a nuestro lado.

Por último, cuando Jesús resucita el Domingo, lleno de luz y de alegría, a la Primera que va a saludar es a su Mamá, y después, cuando subió al cielo, se la llevó con Él, y ahora está con Jesús para siempre; a nosotros, la Virgen, todos los Domingos, nos hace encontrar con Jesús resucitado en la Eucaristía, y nos prepara para que algún día todos vayamos al cielo, para estar con Jesús y también con Ella.

En el Día de la Madre, saludemos con amor a nuestra mamá de la tierra, y también a nuestra Mamá, del cielo, la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra.

viernes, 15 de octubre de 2010

Le pidamos a nuestro Ángel Custodio que nos enseñe a comulgar y a recibir a con mucho amor a Jesús en la Hostia


-¿Alguien sabe qué es Portugal?

-El país donde se apareció la Virgen.

-¿Y dónde queda Portugal? Es muy fácil: nosotros estamos acá, después viene el mar, y después del mar, aparece Portugal. Y pegadito, al lado, está otro país muy lindo, que se llama España.

Bueno, la cosa es que ahí, en Portugal, se apareció la Virgen, hace mucho, a tres pastorcitos: Lucía, Jacinta y Francisco. Pero además se les apareció un ángel, que parecía como un joven de catorce o quince años, y estaba vestido como con un traje de luz blanca, muy brillante, y venía volando del cielo.

¡Qué hermoso que se nos aparezca un ángel! ¿A quién no le gustaría ver a su ángel custodio? Nos imaginamos la sorpresa y la alegría de los pastorcitos al ver al ángel. ¿Qué les habrá dicho el ángel? ¿Cuántas veces se les apareció en total?

Como no estuvimos en ese momento, los pastorcitos nos cuentan cómo fueron esas apariciones: en total, el ángel se les apareció tres veces, y fueron así: en la primera vez, les dijo: “No teman. Soy el Ángel de la Paz. Recen conmigo”. Después se arrodilló en la tierra, se inclinó, tocó el suelo con la frente, y dijo: “Dios mío, Yo creo, espero, Te adoro y Te amo. Te pido perdón por los que no creen, no esperan, no Te adoran y no Te aman”. El Ángel repitió la oración tres veces, después se levantó y les dijo: “Recen de esta manera. Los corazones de Jesús y María están atentos a sus súplicas”. Y se fue.

En la segunda aparición, el Ángel les dijo: “Yo soy el Ángel de su guardia, el Ángel de Portugal. Sobre todo, acepten y soporten con sumisión el sufrimiento que el Señor les envíe”.

En la tercera aparición, el Ángel, que venía volando, traía esta vez un cáliz en una mano, y una hostia en la otra. Repitió tres veces esta oración: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los sacrilegios, ultrajes e indiferencias con los cuales Él Mismo es ofendido. Por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y de los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Después de decir esta oración, el Ángel le dio la Hostia a Lucía y les hizo beber del Cáliz a Jacinta y Francisco. Volvió a repetir la oración y se marchó.

Entonces, según cuentan los pastorcitos, el Ángel se les apareció, les enseñó unas oraciones antes de comulgar, y después les dió la comunión. Es decir, el Ángel Custodio les enseñó a comulgar, porque les dijo cómo tenían que preparar sus corazones para la comunión: el corazón, para comulgar, tiene que estar atento a Jesús, que viene en la Hostia, tiene que recibirlo con mucho amor, y tiene que pedir perdón por los que no lo quieren recibir.

Así tenemos que hacer nosotros, como los pastorcitos de Fátima, cada vez que vayamos a recibir la Comunión: primero, pedirle a nuestro Ángel custodio que nos acompañe a comulgar, y que prepare nuestro corazón para recibir a Jesús; después, rezar alguna de las oraciones que les enseñó el Ángel Custodio de Portugal a los niños, y por último, hacer un acto de adoración a la Santísima Trinidad, arrodillándonos, primero con el corazón y después con el cuerpo, delante de Jesús en la Eucaristía.

Cada vez que vayamos a comulgar, entonces, nos acordemos del Ángel Custodio de Portugal, y le pidamos a nuestro propio Ángel Custodio que nos enseñe a comulgar y a recibir con mucho amor a Jesús en la Hostia.

lunes, 11 de octubre de 2010

Honrar padre y madre


¿Qué dice el primer mandamiento? “Amarás a Dios por sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo”. ¿Y el cuarto? El cuarto dice: “Honrar padre y madre”.

¿Qué quiere decir “honrar”? “Honrar” quiere decir “respetar”, y se trata con respeto a quien se ama, por eso, el cuarto mandamiento, podría quedar así: “Honra padre y madre, respeta padre y madre, AMA padre y madre”. “Honrar” entonces es igual que “amar”: honro a mi padre y a mi madre, si los amo.

¿De qué manera podemos honrar a nuestros padres? De la misma manera a como les demostramos nuestro amor. Por ejemplo, ¿se puede decir que amamos a nuestros padres, si los tratamos mal, si les contestamos, si les levantamos la voz, si les desobedecemos? ¿Es una muestra de amor ser caprichosos? ¿Es una muestra de amor contestar enojados? ¿Es una muestra de amor pelear con los hermanos? ¿Amamos a nuestros padres si en vez de ayudarlos nos ponemos a jugar con la computadora?

Si nos portamos así, quiere decir que no amamos a nuestros padres.

Y entonces, nos preguntamos: ¿cómo podemos demostrar nuestro amor a nuestros padres? Tratándolos bien, con respeto, con cariño, con afecto, es decir, con AMOR. Honramos, respetamos, amamos a nuestros padres, cuando tratamos de obedecer lo antes posible, cuando contestamos con dulzura, cuando hacemos algo que necesitan sin que nos lo pidan, cuando les decimos cosas lindas.

El cuarto mandamiento, entonces, nos dice que debemos honrar a nuestros padres, y es un mandamiento muy lindo, porque todo lo que tenemos que hacer es querer mucho a nuestros papás.

Pero además es muy pero muy importante, porque no podemos venir a Misa y decirle a Jesús que lo queremos, si no queremos a nuestros padres y si no les hacemos caso.

Si yo le contesto mal a mi papá o a mi mamá, ¿cómo le voy a decir después a Dios que lo quiero? Tengo que tener amor en mi corazón, a mis papás, para tener amor a Dios en la Misa.

¿En quién nos podemos fijar para saber cómo hay que honrar y amar a los papás? En el Niño Jesús: Él amaba con muchísimo amor a sus papás, que eran su Padre adoptivo, San José, y la Virgen María. Siempre hacía todo lo que ellos necesitaban: ayudaba a su papá en la carpintería, y le hacía compras a su Mamá en el mercado, por ejemplo, y además iba siempre al templo a rezar a Dios y a leer la Biblia.

Y además, siempre pero siempre los trataba bien, con amor y dulzura, y nunca pero nunca, enojado o impaciente.

Así, como era el Niño Jesús con sus papás, así debemos ser nosotros con nuestros papás.

viernes, 1 de octubre de 2010

San Miguel Arcángel le ganó la pelea al diablo y lo echó del cielo, y el diablo cayó como un rayo a la tierra


En esta semana semana que pasó, festejamos los días de los Arcángeles Miguel, Gabriel, y Rafael, y también el día de nuestros Ángeles Custodios, por eso hoy vamos a hablar de los ángeles, principalmente de San Miguel.

La Biblia cuenta que San Miguel peleó en el cielo contra el diablo: “…hubo una lucha en el cielo”, dice la Biblia (cfr. Ap 12, 7-9. ¿Cómo era esta lucha? ¿Vieron cómo pelean los soldados? Bueno, en el cielo era algo así, solo que los que peleaban eran ángeles: San Miguel y los ángeles buenos de un lado, y Lucifer y los ángeles malos, de otro.

Después dice la Biblia: “San Miguel y sus ángeles ganaron, y los echaron a los ángeles malos del cielo. El diablo y sus ángeles cayeron a la tierra (cfr. Ap 12, 9)”.

Quiere decir entonces que San Miguel y sus ángeles les ganaron en el cielo a los ángeles malos, y los echaron del cielo, y como esos ángeles ya no podían estar en el cielo, cayeron a la tierra. Y desde entonces, andan dando vueltas por la tierra. Ya nunca más pueden ir al cielo, porque las alas de los ángeles malos son pesadas y negras, y no les sirven para ir al cielo, en cambio, las alas de los ángeles buenos, son blancas y bien livianitas.

¿Por qué pelearon los ángeles buenos, mandados por San Miguel, y los ángeles malos, que tenían de jefe al diablo? ¿Qué pasó para que se pelearan?

Lo que pasó fue que el diablo, que es muy mentiroso, dijo una mentira: él estaba viendo a Dios, pero después se dio vuelta y ya no quiso más mirar a Dios, y les dijo a los otros ángeles que él era igual a Dios, y que lo tenían que querer a él y no a Dios, porque él era igual y más grande que Dios.

Entonces, San Miguel Arcángel, que quería mucho pero mucho a Dios, y que sabía que eso era mentira, porque nadie puede ser igual a Dios, dijo, con voz muy fuerte: “¿Quién es como Dios? ¡No hay nadie como Dios, y el que diga que es como Dios es un Mentiroso y se tiene que ir del cielo!”. Y el diablo le contestó: “Yo soy el Mentiroso, que dijo eso, y lo vuelvo a decir: ‘Yo soy como Dios, y no quiero servirlo ni lo quiero amar!”.

Y ahí fue que se agarraron a pelear, en medio del cielo, los ángeles buenos, con San Miguel Arcángel a la cabeza, contra los ángeles malos, todos oscuros y con alas como de murciélagos, y con dientes como de león y de tigre. Los ángeles malos querían morder con sus dientes grandes, y rasguñar con sus garras, que eran como las de los osos, a los ángeles buenos, pero los ángeles buenos sabían pelear muy bien, y ninguna sufrió ni siquiera un rasguño, porque tenían escudos fuertes y espadas grandes.

Además, los ángeles malos tenían alas como las de murciélago, grandes, negras, y muy pesadas, y por eso no podían pelear bien, además que no sabían pelear, y así fue como les terminaron ganando a los ángeles malos. Cuando ya estaba terminando la pelea, los ángeles buenos los hicieron caer del cielo a los ángeles malos, y todos cayeron a la tierra, Satanás primero de todos. ¿Vieron cuando va a haber una tormenta, que empiezan a caer rayos del cielo, que se pone todo oscuro, se ve el rayo, que es blanco, y se escucha un trueno? Bueno, así fue la caída del diablo, el ángel malo, y de todos los ángeles malos, desde el cielo: como cuando cae un rayo a la tierra.

Y Jesús, que era Dios y por eso estaba en el cielo, vio cuando el ángel malo cayó, y lo llamó a San Miguel Arcángel y le dijo que tenía un excelente-diez en su libreta de servicio a Dios, porque había peleado muy bien. Y le puso un excelente-diez, y lo nombró como Jefe de todos los ángeles buenos del cielo, y además le dijo lo siguiente: “Arcángel San Miguel, has peleado muy bien en el cielo para defender el Nombre Santo de Dios. Ahora te encargo que vayas a la tierra, y cuides a mis hermanos, los niños y los hombres, y cuando ellos te recen, quedate al lado de ellos, para que el diablo nunca les haga nada malo. Y después, cuando terminen sus días en la tierra, traelos a los niños y a los hombres aquí, al cielo, para que estén Conmigo por toda la eternidad, para siempre”.

Y San Miguel Arcángel le contestó a Jesús: “Será como Tú digas, oh Jesús, Gran Dios, que eras, que eres y que serás. Yo iré a la tierra y me quedaré al lado de los niños y hombres buenos que me llamen, y cuando me llamen, los ayudaré en su lucha contra el diablo, y le voy a ganar al diablo en Tu Nombre, como ya le gané aquí en el cielo. Ahora mismo bajo para recorrer la tierra a Tus órdenes”.

Y desde entonces, San Miguel Arcángel está en la tierra, y viene al lado nuestro, invisible, cuando rezamos esta oración: “San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, oh Príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo. Amén”.

Aprendamos esta oración y la recemos siempre, para que San Miguel Arcángel venga en nuestra ayuda.