Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

sábado, 25 de marzo de 2017

El Evangelio para Niños: Jesús devuelve la vista a un ciego de nacimiento


(Domingo IV – TC – CicloA – 2017)

         Mientras va caminando predicando el Evangelio, Jesús ve a un ciego de nacimiento y, usando su poder de Dios, hace un poco de barro, lo pone en los ojos del ciego, le dice que se vaya a lavar a la pileta de Siloé, y en ese momento, el ciego recupera la vista.
         Con este milagro, Jesús demuestra que Él es Dios, porque sólo Dios tiene el poder y la sabiduría necesarias para que un hombre, que nació sin poder ver, recupere su vista. Él mismo creó el cuerpo del hombre, y Él mismo puede, con su poder, curar el cuerpo y también el alma del hombre.
         Pero lo más importante del Evangelio no es el milagro de la curación de la vista del hombre ciego, sino la fe del ciego en Jesús como Dios hecho hombre sin dejar de ser Dios.
         Esta fe en Jesús como Dios, la demuestra el ciego cuando Jesús, al encontrarlo más tarde, le dice que Él es Dios hecho hombre, ante lo cual, el ciego se postra en adoración.
         Es decir, Jesús le devuelve la vista al ciego y así el ciego puede ver; pero más importante que la vista del cuerpo, es la vista de la fe, que hace ver que Jesús es Dios Hijo encarnado.
         Nosotros podemos ver con los ojos del cuerpo las cosas visibles del mundo, pero también hay otro modo de ver, con la luz de la fe y los ojos del alma, las cosas invisibles, que son mucho más importantes que las visibles, y eso que podemos ver con la luz de la fe, es que Jesús es Dios Hijo y que Él está Presente en la Eucaristía. “Ver” esto con la fe, es mucho más importante que ver el mundo con los ojos del cuerpo.

         Y como nosotros vemos, por la fe, que Jesús es Dios y que está en la Eucaristía, hacemos como el ciego luego de recobrar la vista: nos postramos ante Jesús Eucaristía y lo adoramos.

jueves, 23 de marzo de 2017

Santo Rosario meditado para Niños: Misterios Luminosos


         Primer Misterio Luminoso: El bautismo de Jesús en el Jordán (Mt 3, 13, 16-17). Por la gracia del Bautismo somos hechos hijos adoptivos de Dios, por Él muy amados. Escuchemos lo que nos dice Jesús, que carguemos nuestra cruz de cada día y vayamos detrás de Él; si esto hacemos, ganaremos el cielo. ¡María, Madre mía, ayúdame a llevar mi cruz, para llegar al cielo siguiendo a Jesús!


         Segundo Misterio Luminoso: Las bodas de Caná (Jn 2, 1-5). A pesar de que no quería hacerlo porque “no había llegado su Hora”, a pedido de su Madre, la Virgen, Jesús convierte el agua en vino y así alegra la fiesta de los esposos. Cuando atravesemos algún problema, acudamos a la Virgen y Ella nos conseguirá, de su Hijo Jesús, las gracias que le pedimos.
         Tercer Misterio Luminoso: El anuncio del Reino de Dios y el llamado a la conversión (Mc 1, 15, 21; 2,3-11; Lc 7, 47-48). Para poder entrar en el Reino de los cielos, es necesario que nuestro corazón se convierta, de la oscuridad del mundo a la Luz de Jesús; del pecado a la gracia; del amor a las cosas terrenas, al amor del Sagrado Corazón. ¡Oh María, que despegados del mundo, nuestros corazones, al igual que los girasoles que buscan al sol, sólo busquen y amen al Sol de justicia, Jesús Eucaristía!
         Cuarto Misterio Luminoso: Jesús se Transfigura en el Monte Tabor (Mt 17, 1-3, 5). Antes de la Pasión, Jesús se recubre con la luz de su gloria, para que cuando los discípulos lo vean cubierto con su Sangre Preciosísima en el Monte Calvario, se acuerden que Jesús es Dios. ¡Oh María, que en los momentos más difíciles, recordemos siempre que Jesús en la cruz venció al Demonio, al Pecado y a la Muerte, y nos dio la vida eterna!

         Quinto Misterio Luminoso: La Institución de la Eucaristía (Jn, 13, 1; Mt 26, 26-29). En la Última Cena y antes de subir a la Cruz, Jesús se queda oculto en la Eucaristía con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad para estar con nosotros “todos los días, hasta el fin del mundo”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nuestro único amor en la tierra sea tu Hijo Jesús, Presente en el Santísimo Sacramento del altar!

viernes, 17 de marzo de 2017

El Evangelio para Niños: Jesús tiene sed de nuestro amor


(Domingo III – TC – Ciclo A – 2017)

         ¿Qué nos enseña Jesús en este Evangelio? Nos enseña a amar, tanto a Dios, como al prójimo, incluido a nuestros enemigos. Veamos.
Después de recorrer los caminos de Palestina predicando el Evangelio, Jesús –que es Dios, pero también hombre al mismo tiempo-, siente sed y se acerca a un pozo de agua llamado “Pozo de Jacob”, ubicado en una ciudad llamada “Samaría”.
         Mientras Jesús estaba sentado en el borde del pozo, se acerca una mujer samaritana para sacar agua del pozo; en ese momento, Jesús le dice, con todo cariño y respeto: “Dame de beber” (cfr. Jn 4, 5-42).
Aquí ya hay una primera enseñanza y es el amar a los enemigos, porque en esa época los samaritanos estaban enemistados con los hebreos y no se hablaban entre sí, pero Jesús, siendo hebreo, le habla a la mujer amistosamente, dándonos ejemplo de cómo debemos tratar a quienes, por alguna razón, están en una situación de confrontación con nosotros. Luego Jesús dará su vida por sus enemigos, que éramos nosotros, y pedirá a Dios que nos perdone, aun cuando éramos nosotros los que le quitábamos la vida en la cruz a causa de nuestros pecados. Jesús nos enseña que no solo no debemos enojarnos con nuestros enemigos, sino que debemos amarlos, hasta el punto de dar la vida por ellos, así como Él dio su vida por nosotros.

Otra enseñanza es que, al decirle “Dame de beber”, anticipa una de sus palabras en la cruz: “Tengo sed”. Jesús tiene sed, en Samaría, luego de caminar predicando el Evangelio, y en la cruz, porque en la cruz tiene fiebre y ha perdido mucha sangre y eso le provoca sed, una sed que es, evidentemente, corporal. Pero Jesús también tiene sed espiritual y esta sed espiritual es sed de nuestro amor, y la expresa cuando dice: “Dame de beber” a la mujer, y también cuando dice “Tengo sed” en la cruz: espiritualmente, nos está diciendo a cada uno de nosotros: “Dame de beber del agua de tu amor”; “Tengo sed del agua de tu amor”. Jesús tiene sed de nuestro amor y calmamos su sed cuando amamos, es decir, cuando damos amor, ya sea a Él, adorándolo en la Eucaristía y en la Cruz, o cuando damos amor a los que nos rodean. En cambio, cuando no queremos amar y elegimos enojarnos, en vez de agua, le damos a Jesús lo mismo que le dieron los soldados cuando Él dijo “Tengo sed”, estando en la Cruz: le dieron a beber, en vez de agua, vinagre. Le vamos a prometer a la Virgen que vamos a tratar de calmar la sed de amor de Jesús, amándolo a Él y a todos los que nos rodean.