Semana Santa no es para pasear. En Semana Santa nos unimos a Jesús, que por nosotros muere en la cruz. No puedo estar paseando y divirtiéndome, mientras Jesús muere en la cruz por mí.
Le pidamos a
En el Viernes Santo, Jesús está en la cruz, clavado con gruesos clavos de hierro. El cuerpo de Jesús en la cruz tiene muchas heridas, por todos lados, pero hay cinco heridas que son más grandes que las demás, y de estas heridas grande es de donde sale más sangre, y son las que más le duelen. Estas heridas más grandes son: las de las manos, las de los pies, las de la cabeza, y la herida del costado.
Tomemos el crucifijo, y recorramos cada una de las heridas de Jesús, dándole un beso, una por una, agradeciendo a Jesús que por mí muere en la cruz. Veamos cuán grandes son, y cuánta sangre sale de ellas, y veamos qué nos da Jesús en cada herida.
Veamos la herida de la mano izquierda, y la besemos. Jesús se dejó herir en la mano izquierda, para que no estemos a su izquierda en el Día del Juicio. En el Día del Juicio, todos los que estén a la izquierda de Jesús, se van a condenar, se van a ir derecho al infierno, y todo por no querer amar a sus hermanos. Los que vayan al infierno, van a ir porque no quisieron ser buenos, no quisieron ayudar al que lo necesitaba, no quisieron dar de beber al que tenía sed, ni dar de comer al que tenía hambre, ni visitaron al que estaba enfermo. Entonces, antes de ir al infierno, se amontonarán a la izquierda de Jesús, y luego se irán al infierno, cuando Jesús les diga: “¡Salgan de aquí, ustedes que son malos! Porque tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, estuve enfermo y no me visitaron”. Jesús se deja clavar un clavo en la mano izquierda, para que nunca estemos a su izquierda, y para eso, tenemos que obrar la misericordia con todos y ser cada día más buenos y santos.
Veamos la herida de la mano derecha, y la besemos. Jesús se dejó herir en la mano derecha, y dejó que el clavo la traspasara, le hiciera doler mucho y le hiciera salir sangre, para en el Día del Juicio nos bendiga, y nos salvemos. En el Día del Juicio, por la llaga de la mano derecha de Jesús, Él nos va a bendecir, y para eso tenemos que ser cada día más buenos. En ese día, si somos buenos, si nos confesamos siempre, si venimos a Misa los Domingos para recibir a Jesús en
Veamos la herida de los pies, y besemos sus pies clavados en la cruz. Jesús se deja clavar los pies en la cruz, para que yo siga el camino de la cruz.
Ese camino empieza en el Huerto de los Olivos, en donde Jesús sufrió mucho, de miedo por lo que iba a sufrir, y de tristeza por los que Él veía que se iban a condenar.
Cuando se fue del Huerto de los Olivos, el camino iba quedando regado con su sangre, porque tenía tanto miedo y tanta tristeza, que sudaba, como cuando alguien corre mucho, pero su sudor era sangriento, estaba mezclado con sangre. Y después, cuando subió el camino de
Jesús se deja clavar los pies en el madero de la cruz, para que siempre sigamos el Camino de
Veamos las heridas de la santa cabeza de Jesús, y besemos su cabeza. Las espinas de la corona son muy gruesas y filosas, y son muchas, y le provocan muchos cortes, de donde sale sangre como si fuera un manantial; la sangre le corre por todo el rostro, por su frente, por sus ojos, por su nariz, boca, oídos, por el mentón. En la cabeza comienzan los pensamientos. Cuando los pensamientos son malos, entonces el corazón se pone malo también, se vuelve negro, porque sólo quiere cosas malas, y después el hombre obra el mal: peleas, envidias, enojos, gritos, insultos, robos, y muchas cosas más. Jesús se deja coronar de espinas en la cabeza, para que nosotros no tengamos nunca pensamientos malos, pero sobre todo, para que tengamos pensamientos santos y puros, como Él los tiene en la cruz. Cada vez que veamos a Jesús coronado de espinas, le pidamos la gracia de tener pensamientos santos y puros, como Él los tiene en la cruz.
Veamos la herida del costado de Jesús, y la besemos. Cuando Jesús murió, vino un soldado romano, y le clavó una lanza en el pecho, a la altura del corazón, y lo traspasó. Jesús ya estaba muerto. En ese momento, de su Corazón abierto por la lanza, salió sangre y agua, y con la sangre y agua, salió el Espíritu Santo, el Amor de Dios. Jesús deja que un soldado le traspase su pecho con la lanza, para que de su Corazón salga el Amor de Dios, que cae como un río de fuego, que no quema, sobre los hombres.
Así es Dios: los hombres nos burlamos de Él, le ponemos una corona de espinas, lo crucificamos, le traspasamos el Corazón, y Él responde enviándonos su Espíritu de Amor. Para eso se deja traspasar Jesús, para darnos el Espíritu Santo, que es el Amor suyo y el de su Padre. Aunque nosotros seamos malos y lo hayamos crucificado, Él nos perdona y nos da su Amor. Le prometamos que nunca más vamos a ser malos, que vamos a tratar de ser siempre buenos, cada vez más buenos, y santos.
En Semana Santa, Jesús entrega su Cuerpo y su Sangre en la cruz, para entregar su Cuerpo y su Sangre en
En Semana Santa, aprendamos a amar mucho a Jesús, aquí en la tierra, para seguir amándolo para siempre en el cielo, en la eternidad.