El Evangelio para Niños:
“Mi paz les dejo, mi paz les doy”
(Domingo
VI – TP – Ciclo C – 2013)
Antes de subir a la Cruz, Jesús les deja a sus amigos un
hermoso regalo: les regala su paz. ¿Qué es la paz? Podemos decir, por ejemplo,
que es cuando entre los hermanos no hay peleas. O también cuando no hay peleas
con los amigos, o los compañeros de la escuela. O también cuando en un partido
de fútbol, hay paz entre los hinchas de dos equipos, porque están separados por
el campo de juego y porque están en tribunas diferentes.
Pero esa no es la verdadera paz, y no es la paz de Jesús. La
paz de Jesús es la paz que nos viene desde la Cruz, que baja desde algo más
grande que los cielos, el Sagrado Corazón de Jesús traspasado y entra en
nuestros corazones. Ésa es la paz de Jesús, el perdón que nos da desde la Cruz.
Cada vez que venimos a Misa, recibimos esa paz, porque la Misa
es el mismo sacrificio de la Cruz, pero invisible, y como por el sacrificio de
la Cruz Jesús nos consiguió la paz de Dios, entonces también en la Misa la
recibimos. Recibimos esta paz también cada vez que nos confesamos, porque en la
confesión Jesús derrama sobre nosotros su Sangre, que nos limpia el alma y nos
perdona los pecados. Recibimos esta paz cada vez que rezamos, porque rezar es
hablar con Dios, que nos ama y nos abraza con su Amor cada vez que hablamos con
Él. Recibimos la paz de Jesús cada vez que comulgamos, porque en la comunión
recibimos al mismo Jesús en Persona, que nos regala su Corazón envuelto en el Amor
de Dios, el Espíritu Santo.
En la Misa hay un momento para dar toda esta paz que recibimos, y es lo que se llama: "el saludo de la paz", cuando el sacerdote dice: "Démonos el saludo de la paz", pero no hay que
salir a dar abrazos a medio mundo, porque no es como cuando
alguien se encuentra con un amigo, o con un vecino. El saludo de la paz de la Misa, quiere
decir que yo doy a mi hermano y prójimo la paz de Cristo, que es paz verdadera
y espiritual, y por eso tiene que ser un saludo solo al que está al lado, y a
nadie más.
Por último, si yo recibo tanta paz de parte de Jesús, tengo
que dar la paz a los demás, pero no solo en la Misa, en el saludo de la paz,
sino en todo momento, dentro y fuera de la Misa, empezando por el hogar, por
los seres queridos, y luego con todos. Por eso tengo siempre que preguntarme: si recibo la paz de Jesús en la Misa, ¿doy esa paz a los demás? Jesús no estará contento conmigo si salgo de Misa y hago perder la paz a los demás con mi mal carácter, con
mi mal humor, o con mis malas acciones.
Si amo a Jesús, entonces voy a dar a los demás lo que recibo
de Jesús en la Cruz: la paz y el Amor de Dios.
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