(Domingo XXII - TO - C - 2013)
En este Evangelio Jesús nos cuenta la
siguiente parábola (las parábolas son hermosas narraciones que dejan muchas
enseñanzas, como cuando un padre cuenta un maravilloso cuento a su hijo, para
enseñarle muchas cosas): nos cuenta de alguien que va a una fiesta donde sirven
muchas cosas ricas para comer y qué es lo que le puede pasar si se sienta en un
lugar que es el del dueño de casa: si el dueño de casa llega y lo encuentra en
su lugar, le va a decir que se levante y vaya a otro lugar de la mesa, más
alejado; pero si se sienta en un lugar alejado, el dueño de casa, cuando llegue,
le va a decir que se acerque y le dirá que se siente cerca de él. Con esta
parábola, Jesús nos quiere decir que el que es soberbio, al final se queda sin
nada, pero el que es humilde, es agradable a los ojos de Dios.
Jesús nos enseña a no ser soberbios,
porque la soberbia es el pecado capital del demonio, el pecado que le hizo
perder el cielo para siempre. En el cielo, el demonio se comportó como si fuera
el dueño del cielo, y tuvo el atrevimiento de querer sentarse en el trono de
Dios. Por supuesto que nunca jamás lo iba a lograr, porque comparado con Dios y
su fuerza, el Demonio es menos que un gusano comparado con un oso. Por ser
soberbio, el Diablo perdió para siempre la amistad de Dios y como ya no era
amigo de Dios, el jefe de la milicia celestial, San Miguel Arcángel, lo echó
del cielo, cayendo "como un rayo" a la tierra, en donde anda suelto y
desencadenado, "como león rugiente buscando a quien devorar", es
decir, buscando a quien contagiar con su veneno más mortal, la soberbia. La
soberbia es como un virus que nace del corazón del ángel caído, y que se
contagia al corazón del hombre cuando el hombre se acerca al demonio, así como
cuando alguien tiene gripe y contagia al que está cerca. A los que son
soberbios, a los que les gusta que siempre los alaben, a los que les gusta
ocupar siempre los primeros lugares, a los que les gusta que todos hablen de
ellos, a los que les gusta sentirse mejores que los demás y desprecian a sus
hermanos, a los que no perdonan, cuando alguien les hace un daño, ni tampoco piden
perdón, cuando ellos hacen un daño a otro, a esos les pasa lo que le pasó al
demonio: dejan de ser amigos de Dios,
porque Dios quiere amigos que sean como su Hijo Jesús, que no era soberbio sino
humilde.
A Dios le gusta que sus amigos se parezcan en
todo a Jesús, que siendo Dios Hijo, y por lo tanto el Dueño y Creador del
universo, vino a esta mundo humildemente, naciendo como un Niño de María
Virgen; siendo Dios Todopoderoso, dejó que lo golpearan, lo flagelaran, lo
coronaran de espinas y lo crucificaran, para que nos salvemos; siendo Dios
Todopoderoso, viene a nosotros en la humildad de algo que parece ser pan, pero
ya no es más pan, la Eucaristía, que es su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su
Divinidad. Siendo Dios Todopoderoso, fue Niño y Adolescente, y como Niño y
Adolescente, obedecía con amor a sus padres y los amaba muchísimo y demostraba
ese amor haciéndoles siempre caso y ayudándolos en todo lo que podía. A los que
son como su Hijo Jesús, Dios Padre los ama en esta tierra y, cuando llegan al
Cielo, les da un lugar en el banquete del Cielo, muy cerquita de Jesús.
Esto es entonces lo que Jesús nos
enseña con el esta parábola: que no seamos soberbios, como el Diablo, y que seamos
humildes, como Jesús. Y también como la Virgen, que siendo la Mamá de Dios, se
llamó a sí misma "Esclava del Señor".
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