(Domingo XVIII - TO - Ciclo C - 2013)
En este
Evangelio, Jesús nos cuenta de un señor que solo pensaba en hacerse
rico: lo único que quería en la vida era amontonar más y más
cosas. Él tenía graneros y muchas cosas materiales, pero quería
tener más y más graneros y más y más cosas materiales porque no
estaba satisfecho con lo que tenía. Además, pensaba que iba a vivir
muchos años y que iba a poder disfrutar de todos sus bienes. Era una
persona muy egoísta, porque no quería compartir con nadie, porque
lo quería todo para él. No le importaba que otras personas no
tuvieran nada, pero lo peor de todo, es que no le importaba Dios, y
no se acordaba nunca de rezarle ni darle gracias por todo lo que
tenía. Creía que iba a vivir muchos años, pero Dios le dijo:
“Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será
todo lo que has amontonado?”.
Con esta
parábola, Jesús nos quiere hacer ver tres cosas: que por más que
tengamos muchos bienes materiales, mucho dinero y mucho oro, no
tenemos asegurada la vida, porque no sabemos cuándo vamos a morir,
es decir, no sabemos cuándo nos va a llamar Dios ante su Presencia,
para preguntarnos cuánto amor tenemos. La entrada en el cielo cuesta
cara, pero no se paga con dinero, sino con amor: cuanto más amor
tengamos, más rápido entraremos en el cielo. Otra cosa que nos
enseña Jesús es que no es bueno ser egoísta y avaro, porque el
egoísta y avaro tiene su corazón pegado al dinero y a las cosas de
la tierra, y un corazón así, está atrapado y no puede volar al
cielo; en cambio, el que despega su corazón del dinero y de las
cosas de la tierra, puede elevarse muy pero muy alto, hasta el trono
de Dios en los cielos, como cuando uno suelta un globo y el globo
sube y sube muy alto, hasta que desaparece de la vista. Compartir
nuestras cosas con los que más necesitan, nos ayudan a despegar el
corazón de las cosas terrenas. La tercera cosa que nos enseña
Jesús, es que no hay que acumular tesoros terrenos, porque no hay
que ser ricos a los ojos de los hombres: hay que acumular tesoros
espirituales, porque hay que ser rico a los ojos de Dios. ¿Cómo se
puede ser rico a los ojos de Dios? Acumulando un tesoro que a Dios le
gusta mucho: el amor. Cuanto más amor demos a los demás, más amor
le podremos llevar a Dios, y cuando Dios nos vea venir, desde la
tierra al cielo, con un gran tesoro, el amor que llevemos en el
corazón, entonces Dios nos abrirá de par en par las puertas del
cielo, y nos hará entrar, y ahí nos dará amor y más amor, y solo
amor y más amor, por toda la eternidad.
No seamos
egoístas, compartamos nuestras cosas materiales, demos mucho amor a
los que nos rodean, y así entraremos en el cielo para estar para
siempre con Jesús, la Virgen, y todos los ángeles y santos de Dios.
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