(Domingo
XIX – TO – Ciclo C – 2013)
En este Evangelio Jesús nos dice que “estemos preparados” como
un servidor que espera a su amo, que está por regresar de una fiesta de bodas. Si
el amo vuelve a su casa en horas de la madrugada y encuentra a su sirviente que
lo está esperando para abrirle la puerta y guardar su ropa, entonces va a estar
contento con su sirviente y le aumentará el sueldo, pero si vuelve de la fiesta
de bodas y ve que su sirviente está durmiendo, o está tratando mal a los demás,
entonces se va a enojar con su sirviente, y no solo no le aumentará el sueldo,
sino que lo echará del trabajo. Jesús nos dice que “estemos preparados” como el
sirviente bueno, que está con las velas encendidas y con la túnica ceñida
esperando la hora de regreso de su amo.
También nos dice que “estemos preparados” porque “no sabemos
ni el día ni la hora en que vendrá Él”.
¿Para qué tenemos que estar preparados? Para la muerte, que
es el paso de esta vida a la otra. El amo que regresa a la madrugada de una
fiesta de bodas, es Jesús, que viene a buscarnos el día de nuestra muerte, el
día en que tengamos que pasar de esta vida a la otra. Con la muerte no termina
nada, porque seguimos viviendo en la otra vida: la muerte es solamente un
umbral que hay que atravesar; es una puerta que se abre hacia la vida eterna.
¿Por qué tenemos que estar preparados? Porque, como dice
Jesús, no sabemos “ni el día ni la hora” en que vendrá Jesús a buscarnos. Nadie
sabe el día en que habrá de pasar de esta vida a la otra, solo Dios lo sabe, y porque
no lo sabemos, tenemos que prepararnos.
¿Cómo tenemos que prepararnos? Como el sirviente que está
con “las velas encendidas” y la “túnica ceñida”: las velas encendidas significan
la fe en Jesús Salvador; significa que creemos que Jesús nos salva por su Cruz
y por su gracia; significa que creemos que Él está en la Eucaristía, con su
Cuerpo lleno de luz y de gloria del cielo; significa que creemos que Él
recompensa a los buenos y castiga a los malos: a los buenos, con el cielo, que
es alegría para siempre; a los malos, con el infierno, que es dolor para
siempre.
La “túnica ceñida” quiere decir varias cosas: el que tiene
túnica ceñida, es porque está despierto y porque está atento y vigilante; es
alguien que está en actividad, porque la túnica deja de estar ceñida cuando
vamos a dormir, y la actividad que tenemos que tener es nuestra disposición a
obrar el bien para con todos; también quiere decir moderación en la comida y
también quiere decir castidad, es decir, pureza de cuerpo y alma.
Jesús nos dice también que “estemos preparados” como un “dueño
de casa que sabe a qué hora va a venir el ladrón”: si el dueño de casa sabe a
qué hora llega el ladrón, está atento y despierto, no se va a dormir; lo espera
detrás de la puerta, para que, antes de que entre el ladrón, él pueda llamar a
la policía. Jesús viene como un ladrón, no porque Él sea ladrón –aunque podemos
decir que nos roba el amor del corazón y no nos deja nada, porque todo el amor
que tenemos se lo lleva Él-, sino porque llega sigiloso, como un ladrón al que
nadie escucha ni siente, y al que nadie espera. El día de nuestra muerte será
así, llegará de improviso, sin que lo esperemos, y por esto tenemos que estar
preparados.
Jesús
entonces quiere que nos preparemos para el día en que Él nos venga a buscar
para pasar de esta vida a la otra, y vamos a estar preparados si tenemos fe, si
estamos en gracia y si obramos el bien con todos. Si estamos preparados como
quiere Jesús, ese día, aunque sea un día triste en la tierra, será un día de alegría
en el cielo y los ángeles harán fiesta, porque habremos salvado nuestras almas;
si estamos preparados como quiere Jesús, ese día comenzaremos a vivir, para
siempre, en el Amor de Dios, un Amor que dura para siempre.
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