Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

sábado, 7 de noviembre de 2015

Jesús dio su vida en la cruz para que nosotros pudiéramos recibirlo en la Primera Comunión


(Homilía para Santa Misa de Primeras Comuniones)

         Al recibir la Primera Comunión, tenemos que recordar qué nos enseña la Iglesia, para saber bien qué es lo que estamos recibiendo: recibimos no un poco de pan bendecido, sino el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, la Eucaristía.
         Otra cosa que tenemos que saber es que lo que recibimos, la Eucaristía, que nos parece algo tan fácil recibirla –viene el sacerdote, celebra la Misa, paso a comulgar, recibo la Eucaristía-, a Jesús le costó muy pero muy mucho: le costó su Sangre y su Vida. Es decir, para que ustedes puedan recibir hoy la Eucaristía, Jesús tuvo que entregar su vida en la cruz y sufrir muy pero muy mucho.
Jesús sufrió mucho para poder estar en la Eucaristía y para que ustedes lo puedan recibir: le costó nada menos que su vida, entregada en el sacrificio del Calvario el Viernes Santo; Jesús entregó su vida por ustedes en la cruz, para que lo pudieran recibir en la Comunión y esto que hizo Jesús no lo hizo por obligación, sino que Él entregó su vida por Amor a cada uno de ustedes. Cuando Jesús subió a la cruz, subió por Amor a todos nosotros y cuando lo hacía, lo único que tenía en la mente era el nombre de cada uno de ustedes, y a todos los tenía en su Sagrado Corazón, porque los amaba a todos con locura. Cuando le clavaban los clavos, cuando agonizaba por tres horas, cuando estaba por entregar su Espíritu en manos de su Padre, Jesús pensaba en ustedes y los amaba en su Corazón a todos y cada como si fueran los únicos, como si no hubieran otros niños en el mundo. Y desde que Él entregó su vida en la cruz y resucitó y subió al cielo, está esperando, desde entonces, este momento, el momento en el que Él va a entrar en sus corazones por primera vez en sus vidas para darles todo su Amor.
Esto quiere decir que si Jesús entregó su vida por Amor a ustedes y que quiere entrar en sus corazones sólo para darles su Amor, lo que quiere Jesús a cambio es recibir el amor de cada uno y es por eso que, al recibirlo en la Primera Comunión –como en cada Comunión-, no solo no tenemos que estar distraídos, sino que tenemos  que estar muy concentrados, pensando en Jesús, diciéndole que lo adoramos y que queremos darle todo el amor de nuestros corazones. En la comunión, Jesús nos entrega su Sagrado Corazón Eucarístico, lleno del Amor de Dios. Si en una imagen el Sagrado Corazón está sólo representado, porque no está ahí en la realidad, en la Eucaristía, en cambio, está el Sagrado Corazón en Persona. Para que sepamos que esto es real y verdadero, Jesús hizo un milagro en la Edad Media, en un pueblito llamado Orvieto: como el sacerdote que celebraba la Misa tenía dudas de fe con respecto a la Presencia real de Jesús en la Eucaristía, Jesús hizo que parte de la Hostia consagrada se convirtiera en músculo del corazón vivo y sangrante, con tanta sangre, que rebasó el cáliz, manchó el corporal y hasta cayó en el mármol del pavimento, quedando impregnado ese mármol hasta el día de hoy con la Sangre de Jesús. Pero todavía faltaba algo más: la parte de la Hostia que estaba en contacto con los dedos del sacerdote, no se convirtió en músculo del corazón, sino que siguió siendo apariencia de pan, para que nos diéramos cuenta que la Eucaristía que recibimos es el mismo Sagrado Corazón de Jesús. Y Jesús hace todo este milagro sólo para darnos todo el Amor de su Sagrado Corazón, que es como un océano de Amor, sin playas y sin fondo. Es por eso que, si Jesús nos da su Amor, también nosotros debemos darle nuestro amor, el pobre amor de nuestros corazones.
Si hacemos así, si le damos a Jesús Eucaristía todo nuestro amor en la Primera Comunión, vamos a enamorarnos de Jesús Eucaristía y entonces vamos a querer comulgar no sólo en la Primera Comunión –que para muchos, lamentablemente, es la última-, sino que vamos a querer comulgar todas las veces que sea posible, porque el que ama a una persona, quiere estar con esa persona todo el tiempo: si amamos a Jesús, vamos a querer que Jesús esté en nuestros corazones todo el tiempo que sea posible y para eso vamos a venir a comulgar seguido. Si amamos a Jesús en la Eucaristía, no vamos a faltar a Misa por pereza, ni por el fútbol, ni por el paseo, ni por el descanso, y nuestros papás no van a tener que estar insistiéndonos para que vengamos a Misa: nosotros mismos vamos a pedir venir a Misa, para recibir al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que lo único que quiere es darme todo su Amor. Y así, la Primera Comunión no va a ser la última, sino la primera de muchas, de muy muchas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario