(Ciclo
B – 2015)
Hoy la Iglesia se alegra y está de fiesta porque muchos de
los que forman parte de la Iglesia, están ya en el cielo: la Iglesia se alegra
por Todos los Santos, es decir, por todos aquellos niños, hombres, mujeres, de
todos los países de la tierra, que una vez fueron bautizados y ahora viven en
el cielo, para siempre, en compañía de Jesús, de la Virgen y de los ángeles de
luz.
Y para demostrar su alegría, la Iglesia que está en la
tierra le ofrece, a la Iglesia que está en el cielo, un regalo de valor
infinito, la Santa Misa, porque cada Misa, al ser el sacrificio de Jesús en la
cruz, tiene un valor infinito.
Los santos son, entonces, todos nuestros hermanos –en la
Iglesia, todos somos hermanos de Jesús y hermanos entre nosotros por el
Bautismo- que están ya en el cielo, viviendo en alegría y amor para siempre,
junto a Jesús y a la Virgen, y como nosotros también tenemos que ir al cielo,
la Iglesia nos los hace recordar, para que también nosotros tengamos deseos de
ir al cielo junto con ellos.
¿Cómo
llegaron al cielo Todos los Santos? Primero, tenemos que saber que lo que los
llevó al cielo, fue la gracia santificante de Jesús: sin la gracia
santificante, nadie puede entrar en el cielo, y como ellos querían estar con
Jesús para siempre, evitaron siempre cualquier clase de mal, para que estar
siempre en gracia. Para eso, se confesaban con mucha frecuencia, comulgaban
todos los días y hacían todas las obras de misericordia que nos enseña la
Iglesia –dar de comer al hambriento, de beber al sediento, orar por los
muertos, dar consejo al que lo necesita, etc.-.
Así
es como se ganaron el cielo: evitando el mal, porque el mal hace que Jesús se
vaya del corazón; viviendo en gracia, confesándose frecuentemente y comulgando
todas las veces posible, siempre en gracia, y siendo misericordiosos con sus
hermanos, sobre todo los más necesitados.
Nosotros
no somos santos, sino que somos pecadores y lo seguiremos siendo hasta el
último día de la vida, porque sólo se puede llamar “santo” al que ya está en el
cielo, como Todos los Santos. Pero estamos llamados a ser santos, estamos
llamados, como ellos, a ir al cielo, y es para eso que la Iglesia celebra una
fiesta como la de hoy y nos los pone de ejemplo: para que los imitemos en sus
virtudes, pero sobre todo en su santidad, en su amor a la gracia santificante y
en su amor a Jesucristo, y así podamos llegar al cielo como ellos, para estar
para siempre junto a Jesús y a la Virgen.
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