(Homilía
para Santa Misa de Primeras Comuniones de niños de la Catequesis Familiar - CAFA)
¿En qué consiste la Primera Comunión? Para saberlo,
contemplemos la imagen de Nuestra Señora de la Eucaristía: la Virgen está de
pie, avanzando hacia nosotros, con el gesto de entregarnos a su Niño; el Niño,
a su vez, tiene un racimo de uvas rojas, que sostiene con su mano izquierda,
ayudado por su Madre. La Virgen que nos da a su Niño, representa a la Iglesia,
que por medio del sacerdote ministerial nos da al Hijo de María, Jesús, en la
Eucaristía; el Niño que está en brazos de la Virgen y que la Virgen nos
entrega, representa a ese Niño Jesús, nacido en Belén, Casa de Pan, que se nos
entrega voluntariamente en la Eucaristía, Pan de Vida eterna, con su Cuerpo y
con su Sangre: así como en la imagen la Madre de Jesús, la Virgen nos entrega a
su Niño con su Cuerpo real y también con su Sangre, representada en las uvas –con
las uvas se hace el vino de Misa y el vino en la Misa se convierte en la Sangre
de Jesús por la “Tran-subs-tan-cia-ción”, así la Santa Madre Iglesia nos
entrega, en la Misa, el Cuerpo de Jesús Sacramentado, en la Eucaristía, y su
Sangre, vertida en el cáliz.
La
imagen de Nuestra Señora de la Eucaristía, en la que la Virgen que nos da a su
Niño nacido en Belén, Casa de Pan, representa a la Iglesia y al sacerdote
ministerial que por la Misa nos dan a Jesús, Pan de Vida eterna; el Cuerpo real
del Niño en brazos de la Virgen representa al Cuerpo de Jesús, lleno de luz y
de gloria, resucitado, en la Eucaristía; las uvas que lleva el Niño, representan
su Sangre, derramada en la cruz y vertida en el cáliz en la Santa Misa, porque
con las uvas se hace el vino y el vino, por la Transubstanciación, se convierte
en la Sangre de Jesús.
Entonces, cuando contemplemos la imagen de Nuestra Señora de
la Eucaristía, recordemos que así es la Comunión: así como la Virgen nos
entrega el Cuerpo y la Sangre de su Hijo, así la Santa Madre Iglesia nos
entrega el Cuerpo y la Sangre de su Hijo en la Eucaristía. Y como la Virgen nos
entrega a su Hijo por Amor, para que su Hijo nos dé el Amor de su Sagrado
Corazón, así nosotros, debemos entregarle, en la Primera Comunión y en toda
comunión, nuestros corazones con todo el amor allí contenido, a Jesús. Recibir la
Primera Comunión es recibir al Hijo de la Virgen María, Jesús Eucaristía, como
si estuviéramos parados delante de la imagen, para recibir al Niño que nos da
la Virgen: la diferencia con la imagen, en donde la Virgen nos da a su Niño y
por lo tanto tenemos que estirar los brazos para recibirlo, es que en la
Primera Comunión recibimos al Hijo de María en el corazón, porque viene a
nosotros por la Eucaristía. Si en la imagen la Virgen da un paso hacia adelante
para darnos a su Hijo Jesús, en la Primera Comunión recibimos al Hijo de María
Virgen, que nos lo da la Iglesia oculto en apariencia de pan.
Por lo tanto, al recibir la Primera Comunión, pensemos en el
Niño que la Virgen tiene entre sus brazos, porque ese Niño Jesús está en la Eucaristía,
no representado en un yeso, sino en la realidad, y viene a mi corazón para darme
todo el Amor de su Sagrado Corazón y para darme el fruto de las uvas, que es su
Sangre derramada por cada uno de nosotros en la cruz. Al recibir a Jesús
Eucaristía por primera vez en nuestros corazones, no debemos estar distraídos
con cosas que no son Jesús: debemos pensar en Él y sólo en Él, como cuando
invitamos a nuestro mejor amigo a nuestra casa, para estar con él y sólo con
él. La Primera Comunión es el primer intercambio de amor entre el Corazón
Eucarístico de Jesús y el nuestro: Jesús nos da su Corazón –que late, vivo, con
toda la fuerza del Amor de Dios, el Espíritu Santo- contenido en la Eucaristía
y con Él nos da todo su Amor, por lo que nosotros no podemos hacer otra cosa
que entregarle nuestro corazón, con todo el amor a Él allí contenido, por
pequeño que sea.
Por
último, la Primera Comunión no puede ni debe ser nunca la “última”, como ocurre
en muchos casos, lamentablemente: es la Primera de muchas, porque cuanto más
amemos a Jesús, más desearemos comulgar en gracia, para que más tiempo esté
Jesús con nosotros, en nuestro corazón. La Eucaristía recibida en la Primera
Comunión debe quedar entronizada en nuestros corazones, para ser allí amada y
adorada, para que la Eucaristía sea el Centro de vida y amor divinos que guíe
nuestras vidas. Y puesto que estamos en familia, la Eucaristía, el Cuerpo y la
Sangre que nos da la Virgen María, debe ser el alimento celestial no solo para los
niños de las familias que hoy reciben la Primera Comunión, sino para toda la
familia, para todos los integrantes de la familia; es decir, la Eucaristía –sólo
la Eucaristía y nada más que la Eucaristía- debe ser el centro de vida y amor
de la familia; si algo reemplaza a la Eucaristía –el televisor, la computadora,
el celular, etc.-, nada de eso podrá ser lo que la Eucaristía es para toda la familia:
el centro y la fuente inagotable del Amor, de la Paz, de la Alegría de Dios
Hijo encarnado, el Hijo de María.
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