Catecismo para Niños de Primera
Comunión - Lección 20 - Los Novísimos[1]
- Parte 2 – Cristo en la vida eterna del
Cielo
Doctrina
¿Qué quiere decir “la
vida eterna”? Quiere decir que después de esta vida presente, hay otra vida
que no tiene fin.
¿Cómo es la vida
eterna? La vida eterna es siempre bienaventurada para los buenos en el
cielo, o siempre infeliz para los malos en el infierno.
¿Quién va al cielo
inmediatamente después de morir? Va al cielo inmediatamente después de
morir todo aquel que muere en gracia de Dios y está por lo tanto libre de todos
sus pecados y de la pena merecida por ellos.
El cielo es el lugar donde los buenos viven con Dios
eternamente felices; allí no hay tristeza, ni dolor, ni angustia; todo es
alegría, paz y amor celestial, que brota de la Trinidad como de una fuente
inagotable. Al cielo van los que mueren en gracia de Dios y mueren en gracia de
Dios los que siguen el consejo del Evangelio: “negarse a uno mismo, cargar la
cruz todos los días y seguir a Jesús” (Lc
9, 23). No hay NINGUNA OTRA FORMA de alcanzar el cielo, sino es por la gracia
santificante y la cruz de Jesús. La mayor felicidad de los bienaventurados en
el cielo consiste en contemplar a Dios Uno y Trino cara a cara y estar unidos a
Él en un amor eterno, pues Él es la fuente de todos los bienes. Cuando el alma
ve a Dios Trino en el cielo, el alma experimenta tanto gozo, tanta alegría,
tanta paz, tanto amor, que no quiere dejar de mirarlo ni por un solo instante. En
el cielo, el alma vive una alegría infinita porque, como dice Santa Teresa de
los Andes, “Dios es Alegría infinita”.
Explicación
Esta
lámina representa el cielo (al que llamamos también “gloria”, “vida eterna o
perdurable”), premio de la vida cristiana. El cielo se da como recompensa a
quienes en esta vida amaron a Jesús y porque lo amaron, cargaron su cruz todos
los días, siguiéndolo por el Camino del Calvario, para morir al hombre viejo y
nacer al hombre nuevo. En el centro vemos a la Santísima Trinidad: Dios Padre,
Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, en forma de paloma. Inmediatamente después de
la Trinidad, está María Santísima, indicando en esta posición que Ella es
Emperatriz de cielos y tierra. Alrededor de la Santísima Trinidad vemos a querubines,
serafines y arcángeles; también está San Miguel Arcángel, que junto a los
ángeles de luz combatieron a los ángeles rebeldes, expulsándolos del cielo con
el poder de Dios; llevan escudos y espadas, en señal de fortaleza y fidelidad. Luego,
se ve una inmensa multitud de santos y santas que con su vida cristiana ganaron
el cielo y ahora viven eternamente felices, gozando de la visión de la
Trinidad, de María Santísima y de los ángeles de luz. El arroyo cristalino que
se ve en medio, ya en la tierra, significa la gracia santificante que nos viene
del cielo y que da vida y fortaleza a las almas para que puedan seguir por el
Camino de la Cruz, en pos de Jesús, el Cordero de Dios. La gracia de este
arroyo se obtiene por la oración y los sacramentos (principalmente, por ser los
de uso más frecuente, el Sacramento de la Penitencia y la Eucaristía, aunque también
son todos los demás sacramentos). Para acceder a esta fuente, sólo basta el
deseo de la vida eterna en el cielo: cualquiera puede beber de la fuente de la
gracia, sin distinción alguna de edad, clase social o raza, porque “Dios no
hace acepción de personas” (Rom 2, 11). El agua es símbolo de la gracia, la
cual es un auxilio o ayuda gratuita sobrenatural que hace que nuestras obras
sean meritorias y así seamos capaces de ganar el cielo; sin la gracia, y con
sus propias fuerzas, es imposible para el hombre ganar la vida eterna en el
cielo. La felicidad del cielo es indescriptible: “Ni el ojo vio, ni el oído
oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios tiene preparado para los que le
aman” (2 Cor 2, 9).
Práctica: Dice
el Beato Tomás de Kempis en libro “Imitación de Cristo”: “En el cielo ha de ser
tu mirada; por eso has de mirar las cosas de la tierra como quien está de paso”.
Palabra de Dios: “Alegraos
y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo” (Mt 25, 46). “Allí estaremos siempre con
el Señor” (1 Tes 4, 17) y “le veremos tal cual es” (1 Jn 3, 2), “cara a cara” (1
Cor 13, 21). “Si quieres entrar en la vida eterna, guarda los mandamientos”
(Mt 19, 17).
Ejercicios bíblicos:
2 Cor 5, 1; 1 Jn 2, 25; Heb 13, 14; Col 5, 4.
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