Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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miércoles, 9 de marzo de 2016

Catecismo para Niños de Primera Comunión - Lección 20 - Los Novísimos - Parte 3 – El Purgatorio - Las penas del Infierno


         Doctrina
         ¿Qué es el Purgatorio? El Purgatorio es un estado de sufrimiento en el que se purifican, antes de entrar en el cielo, los que mueren en gracia de Dios, sin haber satisfecho por sus pecados.
         El Purgatorio según el Catecismo de la Iglesia Católica[2]
1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
1031 La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cfr. DS 1304) y de Trento (cfr. DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador: “Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro” (San Gregorio Magno, Dialogi 4, 41, 3).
1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos: “Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cfr. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? [...] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos” (San Juan Crisóstomo, In epistulam I ad Corinthios homilia 41, 5).
¿Qué es el Infierno? El Infierno es un lugar de tormentos para las almas que mueren en pecado mortal. El Infierno es real y para siempre: es eterno.
         ¿Qué penas sufren los condenados en el infierno? Los condenados en el Infierno sufren la privación eterna de Dios, que se llama pena de daño y el fuego eterno, que se llama pena de sentido.
         Hay muchos que dicen que siendo Dios tan misericordioso, no puede castigar con el Infierno eterno. A esto hay que decir que es verdad que Dios es infinitamente misericordioso, pero al mismo tiempo, también es infinitamente justo; de lo contrario, no sería Dios. Por otra parte, Dios respeta nuestra libertad y si alguien no quiere arrepentirse de sus pecados, no quiere confesarlos y no quiere estar con Dios en el cielo, a ese tal, Dios no lo obligará a hacer lo que no quiere. Y si esa persona muere con sus pecados, porque no los quiso confesar, porque no quería estar con Dios en el cielo, ¿no sería una injusticia para con Dios culparlo de la libre decisión de esa persona de apartarse de Él? Dios no es culpable de que algunas personas no lo amen, pero si no quieren estar con Él en el cielo, Dios respeta esta decisión, pero no se puede culpar a Dios por esta separación. Si uno cierra la ventana para quedarse a oscuras en una habitación y no deja que entre la luz del sol, ¿quién tiene la culpa de que el sol no lo alumbre? ¿El sol? Evidentemente, no; pues lo mismo sucede con Dios y con aquel que no desea estar con Él.
         Práctica: al estar en peligro de pecado mortal, me acordaré de las penas del Infierno. El mayor dolor será el estar separados de Dios para siempre y por eso pediré la gracia que pedía Santo Domingo Savio: “Morir antes que pecar”.
         Para aliviar a las Benditas Almas del Purgatorio, rezaré por ellas y haré buenas obras para ofrecérselas a Dios, para que prontamente salgan del Purgatorio y entren en la felicidad del Reino de los cielos.
         Palabra de Dios: Jesús dirá a los impíos: “Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno… y estos irán al suplicio eterno” (Mt 25, 41-46). Los condenados “serán castigados a eterna ruina, lejos de la faz del Señor y de la gloria de su poder” (2 Tes 1, 9). “El Diablo que los extraviaba… será arrojado en el estanque de azufre y fuego… y serán atormentados día y noche  por los siglos de los siglos” (Ap 20, 10). Léase: Lc 16, 19-31.
         Ejercicios bíblicos: Ap 21, 8; Mt 25, 46; Lc 16, 23,




[1] Adaptado de El Catecismo ilustrado, de P. BENJAMÍN SÁNCHEZ, Apostolado Mariano, Sevilla3 1997.
[2] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p123a12_sp.html

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