En una parábola, Jesús da el ejemplo de dos hombres que
construyeron sus casas, uno, es necio y construye sobre arena; el otro, es
inteligente y construye sobre roca (cfr. Mt
7, 24-29). A los dos les va muy distinto: al que construyó su casa sobre la
arena, la casa se le terminó derrumbando, porque como no tenía cimientos, cuando
sopló el viento fuerte y cayó mucha lluvia, toda la casa se vino abajo. Al que construyó
sobre la roca, en cambio, a su casa no le pasó nada, porque tenía cimientos
fuertes, y es así que, cuando llovió y sopló el viento, la casa resistió, aun
cuando era azotada por el fuerte viento y por el agua.
¿Qué quiere decir Jesús con esta parábola? Para saberlo,
tenemos que saber que los hombres somos nosotros; las casas son nuestras almas;
los vientos y la lluvia, son las tentaciones, las pasiones y las dificultades
de la vida; la arena, es cualquier cosa que no sea la Palabra de Dios; la roca
es la Roca, Jesucristo, que es la Palabra de Dios hecha hombre, encarnada, que
nos habla a través del Evangelio y a través de la Iglesia; el que construye
sobre la roca, es el que escucha a Jesús y “hace lo que Él dice”, como nos pide
la Virgen en el Nuevo Testamento: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2, 5); el que construye sobre arena,
es el que escucha la Palabra de Dios pero no la pone en práctica y se deja
llevar por otras cosas que no son la Palabra de Dios y entonces, cuando surge
algún problema, no sabe cómo obrar según la voluntad de Dios.
El que construye sobre arena, dice Jesús, es “necio”, que
quiere decir falto de inteligencia, pero no porque en la escuela no tenga
buenas notas, sino que es falto de inteligencia espiritual porque escucha la
Palabra de Dios pero después no la practica, y en vez de la Palabra de Dios, se
deja llevar por sus propios pensamientos o incluso se deja llevar por lo que
dicen otras religiones. Por ejemplo, Jesús dice en el Evangelio: “Ama a tus
enemigos” (Mt 5, 44), y el necio no
los ama, sino que se enoja con ellos y no perdona nunca; Jesús dice: “Carga tu
cruz cada día y ven detrás de Mí” (cfr. Mt
16, 24), pero el necio deja la cruz a un lado y se va por un camino ancho,
espacioso, que no es el Camino de la Cruz, y se va lejos de Jesús; en el
Evangelio Jesús dice que “va a estar todos los días con nosotros, hasta el fin del
mundo” (cfr. Mt 28, 20), y cumple esa
promesa quedándose en la Eucaristía, para consolarnos en nuestras tristezas y
problemas, pero el necio no va nunca a saludar a Jesús en el sagrario y a
decirle que lo ama; Jesús dice en el Evangelio que “Él es el Pan Vivo bajado
del cielo” (Jn 6, 51), que “da la
vida eterna al que lo consume”, pero el necio, en vez de alimentarse de la
Eucaristía el día domingo, prefiere ver un partido de fútbol, o salir de paseo.
¿Y quién es el que construye sobre roca? Es el hombre “inteligente”,
pero no porque tenga notas excelentes en la escuela, sino porque su
inteligencia es una inteligencia espiritual que da el Espíritu de Dios a los que
escuchan a Jesús y “hacen lo que Él dice”. Por ejemplo, Jesús dice: “Esto es mi
Cuerpo, esta es mi Sangre; el que coma mi Cuerpo y beba mi Sangre jamás tendrá
hambre y Yo le daré la vida eterna” (cfr. Jn
6, 54), y esto se cumple en la Misa y en la Eucaristía y es lo que le sucede al
que comulga con amor la Eucaristía: el hombre inteligente es el que viene a
Misa no para cumplir un precepto obligatorio, sino a recibir a Jesús, que es
Dios, con todo el amor de su corazón, para que Jesús le dé, con la comunión
eucarística, su vida, su luz, su paz y su Amor de Dios. En el Evangelio Jesús
dice: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29), y el que es inteligente, se
acuerda de las palabras de Jesús y, cuando hay algo que lo enoja, se acuerda de
Jesús, que es el Cordero de Dios, manso y humilde, y trata de imitarlo en su
mansedumbre y en su amor.
¿Cómo
podemos demostrar nuestro amor a Jesús? Escuchando sus palabras y poniéndolas
por obras, porque eso es lo que nos enseña Jesús: “El que escucha mis palabras
y las pone en práctica”, es el que lo ama (Mt
7, 24). Entonces, ¿cómo vamos a demostrar que somos como el hombre inteligente,
el que construye sobre roca, el que ama en verdad a Jesús y no solo con
palabras? Cuando amemos la Eucaristía más que la televisión y el fútbol; cuando
tratemos de ser como el Corazón de Jesús, manso y humilde; cuando perdonemos en
nombre de Jesús al que nos hizo mal; cuando frente a las tentaciones y a los
problemas de la vida, en vez de desesperarnos, nos acordemos que tenemos una
Mamá del cielo que es la Virgen y un Amigo Fiel que nunca falla, Jesús, que
está en la Eucaristía esperándonos, y corramos al sagrario para decirle que lo
amamos y que le pedimos su auxilio. Vamos a demostrar que amamos a Jesús
cuando, guiados por la Virgen, “hagamos lo que Él dice”.
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