Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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viernes, 12 de agosto de 2016

El Evangelio para Niños: Jesús quiere que en nuestros corazones arda el Amor de Dios


(Domingo XX – TO – Ciclo C – 2016)

         Jesús dice en este Evangelio que Él “ha venido a traer un fuego sobre la tierra y que ya quiere verlo ardiendo” (Lc 12, 49-53). El fuego que trae Jesús es un fuego muy especial, distinto al fuego que todos conocemos. ¿Qué diferencia hay con el fuego que conocemos? Recordemos qué pasa con el fuego que conocemos, que es el fuego de la tierra, para que después veamos cómo es el fuego que nos trae Jesús: el fuego de la tierra sirve para cocinar, para calentar la casa cuando hace frío, para hacer una fogata si estamos en un campamento. El fuego ilumina con su resplandor y calienta con sus llamas y por eso es muy útil cuando, por ejemplo, tenemos frío y estamos en un lugar oscuro, como en un bosque. Y en estos casos, además de iluminarnos y calentarnos en una noche oscura y fría, el fuego sirve también para alejar a los animales salvajes. Pero además de ser útil, el fuego es también un poco peligroso porque todos sabemos que el fuego quema y cuando quema, provocar ardor y mucho dolor, por eso, si somos pequeños, debemos siempre alejarnos del fuego y, cuando ya somos más grandes, debemos manejarlo con mucha prudencia. Así es el fuego que conocemos, el fuego de la tierra.
         ¿Y cómo es el fuego que viene a traer Jesús? El fuego que viene a traer Jesús no provoca dolor y tampoco quema; es un fuego que viene del cielo, y es el Espíritu Santo. Al igual que el fuego de la tierra, ilumina y da calor, pero ilumina con la luz de Dios y da el Amor de Dios, y a diferencia del fuego de la tierra, no solo no provoca dolor, sino que el que recibe este fuego que trae Jesús, experimenta solo la dulzura del Amor de Dios, y recibe de Dios su alegría, su paz y su amor.

         ¿Y dónde está el fuego que trae Jesús? Está en su Sagrado Corazón, porque así se apareció Él a Santa Margarita, y está también en la Eucaristía, porque aunque no lo veamos, el Corazón de Jesús está en la Eucaristía, latiendo con la fuerza y el Amor de Dios. Y ese fuego, que arde en su Sagrado Corazón Eucarístico, que es el Espíritu Santo, es el fuego con el cual Jesús quiere incendiar nuestros corazones. Le pidamos a la Mamá de Jesús, la Virgen, que sea Ella la que prepare nuestros corazones, que son oscuros y fríos -como un bosque de noche, cuando no tenemos a Dios en nosotros y que, al igual que en un bosque, nos acechan ángeles oscuros-, para que cuando comulguemos y Jesús nos dé el Fuego de su Amor, nuestros corazones se vuelvan se iluminen y resplandezcan como una brasa ardiente, que con su brillo y ardor ahuyente a todos nuestros enemigos del alma y que nos ilumine y dé el calor del Amor de Dios.

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