(Homilía
para Santa Misa de Primeras Comuniones)
Para que podamos
entender la inmensidad del don que nos hace Jesús en la Primera Comunión,
tenemos que recordar un milagro eucarístico -de entre tantos- muy especial: el
milagro de Orvieto-Bolsena, ocurrido hace muchos años, en la Edad Media.
¿Qué sucedió en ese milagro? Un sacerdote, que tenía dudas
de fe, comenzó a celebrar la Misa. En el momento de la consagración, es decir,
cuando el sacerdote pronuncia las palabras “Esto es mi Cuerpo, Esta es mi
Sangre”, que por el poder del Espíritu Santo convierten al pan y al vino en el
Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, tuvo
dudas de fe. Es decir, dudó de que realmente las palabras de la consagración
produjeran la conversión de las substancias muertas del pan y del vino, en la
substancia gloriosa de Jesús resucitado.
Entonces, el mismo Jesús, con su poder divino, hizo uno de
los milagros más grandiosos de todos los milagros grandiosos de Dios: ante su
propia vista convirtió la Hostia, que acababa de ser consagrada, en músculo
cardíaco vivo, que comenzó a sangrar; la sangre, que caía en el cáliz, era
tanta, que rebalsó el cáliz, manchó el corporal y cayó al mosaico de mármol,
quedando impregnado el mármol hasta el día de hoy. Pero además, sucedió otro
milagro dentro del milagro: la parte de la Hostia que era sostenida por los
dedos del sacerdote, no se convirtió en músculo del corazón que sangraba, sino
que permaneció con apariencia de pan, y esto lo hizo Jesús para que nos
diéramos cuenta que, en cada Eucaristía, lo que está contenido ahí adentro –y que
por lo tanto, es lo que recibimos-, no es pan, como aparece a nuestros
sentidos, sino su Sagrado Corazón que, por estar en la Eucaristía, le decimos “Sagrado
Corazón Eucarístico”. Jesús hizo este gran milagro eucarístico para que
supiéramos que lo que nos enseña la Iglesia, de que el pan y el vino se
convierten en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la consagración, es
cierto.
Entonces, esto es lo que vamos a recibir en la Primera
Comunión: al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que late de Amor por
nosotros. Pero no solo en la Primera Comunión recibimos al Sagrado Corazón de
Jesús, sino en cada comunión que hagamos. Si amamos al Sagrado Corazón
Eucarístico de Jesús, nuestra Primera Comunión será la primera de muchas,
muchísimas, porque no vamos a querer perdernos ninguna comunión.
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