(Ciclo
A – 2017)
¿Qué quiere decir “Corpus Christi”? Quiere decir, en latín, “Cuerpo
de Cristo”. ¿Y por qué celebramos esta fiesta en la Iglesia? Porque una vez,
había un sacerdote, que se llamaba Pedro de Praga, que tenía dudas acerca de lo
que la Iglesia enseñaba acerca de lo que pasaba en la Misa, y entonces Jesús
hizo un milagro eucarístico para que su fe creciera y se hiciera más fuerte.
¿Cómo fue el milagro eucarístico que hizo Jesús? Sucedió
así: Pedro de Praga estaba celebrando la Santa Misa en la capilla de la iglesia
de Santa Cristina –una niña mártir de los primeros siglos- en un pueblito de
Italia llamado Bolsena. En el momento en que tenía que decir las palabras de la
consagración –“Esto es mi Cuerpo, Esta es mi Sangre”-, comenzó a dudar de si
realmente el pan se convertía en el Cuerpo de Cristo, y el vino en su Sangre. Entonces,
en ese momento, apenas dijo las palabras de la consagración, y cuando elevaba
la Hostia que tenía entre sus dedos, sucedió el milagro: la parte de la Hostia
que estaba entre sus dedos, seguía teniendo el aspecto de pan, pero todo el
resto de la Hostia, se convirtió en un trozo de músculo del corazón, vivo, y
como estaba vivo, sangraba mucho. Entonces el sacerdote quedó con la Hostia
entre los dedos, parte de la cual se había convertido en músculo del corazón,
del cual salía mucha sangre. Tanta era la sangre, que algunas gotas cayeron en
el piso de mármol, impregnándolo. Pedro de Praga, asombrado por el milagro,
envolvió la Hostia consagrada en el corporal y lo llevó a la Sacristía. Sucedió
que el Papa de ese entonces, que se llamaba Urbano IV, estaba cerquita de
Bolsena, en un pueblito llamado Orvieto, y cuando se enteró del milagro, lo
hizo traer en procesión hasta donde él estaba, arrodillándose ante la Hostia
consagrada cuando la tuvo ante él. A
partir de entonces, el Papa ordenó que en toda la Iglesia se celebrara la
Solemnidad de Corpus Christi, en recuerdo no solo del milagro que sucedió a
Pedro de Praga, sino en recuerdo de lo que pasa en cada Santa Misa, aunque no
lo veamos.
El milagro que le sucedió a Pedro de Praga fue para que nos
diéramos cuenta que todo lo que la Iglesia nos enseña en el Catecismo de
Primera Comunión es verdad: por las palabras de la consagración, se produce, de
modo invisible pero real, un milagro llamado “transubstanciación” –parece una
palabra difícil, pero no lo es: Tran-subs-tan-cia-ción-, milagro por el cual el
pan deja de ser pan, para convertirse en el Cuerpo de Cristo, y el vino deja de
ser vino, para convertirse en la Sangre de Cristo. El milagro que le pasó a
Pedro de Praga, sucede verdaderamente, en cada Misa, pero de modo invisible, de
modo que no lo podemos ver con los ojos del cuerpo, pero sí lo podemos “ver”
con los ojos del alma, iluminados por la luz de la fe.
Por eso, no es necesario que Dios repita el milagro en cada
Misa: basta con que haya sucedido una vez, para que creamos firmemente lo que
la Iglesia nos enseña en el Catecismo de Primera Comunión: que por la
consagración, el pan deja de ser pan, para convertirse en el Cuerpo, en el
Corazón de Cristo, y el vino en su Sangre, la Sangre de Cristo. Es por esto
que, cuando el sacerdote eleva la Hostia consagrada, en realidad eleva y
presenta a Dios Padre el Corazón de Jesús; no un pedacito de pan, sino el
Corazón de Jesús, lleno del Amor de Dios.
¿Y para qué hace Jesús este milagro en cada Misa? La única
razón por la que Jesús convierte al pan en su Cuerpo y en su Corazón, lleno de su
Sangre Preciosísima, es para darnos el Amor de su Corazón, para que nuestros
corazones se fundan con el Corazón de Jesús y sean uno solo con Él. Por eso,
cometen un grave error aquellos que dejan la Misa y la Eucaristía del Domingo
por pasatiempos mundanos, porque se pierden de recibir el Amor del Sagrado
Corazón Eucarístico de Jesús. Al igual que Pedro de Praga, también nosotros
debemos pedir crecer en la Fe de la Iglesia sobre la Eucaristía, la Fe que nos
dice que la Eucaristía no es un trocito de pan bendecido, sino el Corazón
Eucarístico de Jesús.
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