(Homilía en ocasión de Santa Misa de Primeras Comuniones)
La finalización del estudio del Catecismo puede hacer creer,
tanto al catequista, como al niño, que ha finalizado una etapa. En efecto,
se puede decir, tal vez: “Hemos finalizado el Catecismo de Primera Comunión.
Terminó una etapa. Ahora empieza la etapa final, que es la de la Confirmación. Pero
la etapa de la Primera Comunión está finalizada”. No hay nada más erróneo que
pensar de esta manera. Finalizar la instrucción del Catecismo, preparándonos
para recibir la Primera Comunión, no significa el fin de nada, sino el
Principio de una nueva vida, la vida de la unión, en la fe y en el amor, con
Jesús Eucaristía. A partir de la finalización de la Primera Comunión, comienza
una nueva etapa en la vida del niño, la etapa del conocimiento y de la unión
con Jesús de un nuevo modo, bajo la Eucaristía. Si antes conocíamos a Jesús
sólo de oídas, ahora, por la comunión sacramental, lo podemos conocer de un
nuevo modo, mucho más íntimo, personal, interior, porque Jesús ahora viene, por
la Eucaristía, en Persona a mi corazón. Ya no es que pienso en Jesús, deseo
estar con Jesús, me imagino a Jesús: ahora, Jesús EN PERSONA viene a mi corazón
por la Comunión Eucarística. Y el hecho de que venga en Persona, quiere decir que
lo que comulgo no es un poco de pan, sino a Jesús en apariencia de pan, que
viene con su Cuerpo glorioso, con su Sangre resucitada, con su Alma
glorificada, con su Divinidad, a mi corazón, para darme miles y miles de
gracias, en cada Comunión Eucarística y tantas pero tantas gracias, que si las pudiéramos ver aunque sea por un momento, moriríamos de
alegría y de amor. Eso es lo que le pasó a Imelda Lambertini, la niña que murió
de amor en el día de su Primera Comunión: su corazón estaba tan dispuesto por
la gracia, para recibir todo el amor que Jesús le pudiera comunicar, que murió
de amor. Su corazón no resistió tanta alegría y tanto amor y por eso murió de
amor luego de su Primera Comunión. Si a nosotros no nos pasa eso, lo más
probable, se debe a que estamos tan distraídos al momento de comulgar, que Jesús entra
en nuestras almas y se queda ahí, con todos los regalos de su gracia, sin poder
darnos nada, a causa de nuestra distracción. Es como si invitáramos a nuestro
mejor amigo a pasar a nuestra casa y nuestro amigo, que viene con un montón de
regalos para nosotros, se queda solo, porque lo dejamos solo y nos vamos a otro
lado. No comulguemos de modo distraído, sino que prestemos atención al momento
de comulgar, pensando en Jesús y cómo Jesús quiere colmar mi corazón con su
gracia, su alegría y su amor. Finalizar la
Primera Comunión no significa que ya no tengo que venir a la Iglesia; por el
contrario, significa que ahora es cuando más debo comenzar a venir, para
recibir a Jesús Eucaristía todos los días, si fuera posible. Cuando dos
personas se aman, se verían todos los días, si fuera posible. Jesús me ama y
quiere venir a mi corazón todos los días por la Eucaristía, pero si yo no acudo
a la Iglesia para recibirlo, no me puede dar su amor.
Entendamos, entonces, que finalizar la Primera Comunión es
en realidad comenzar la Primera Comunión de muchas comuniones, realizadas en la
fe y en el amor, para unir nuestros corazones cada vez más a Jesús Eucaristía.
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