Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

jueves, 18 de octubre de 2018

La Primera Comunión es el comienzo de una nueva vida en Cristo


(Homilía en ocasión de Santa Misa de Primeras Comuniones)


         La finalización del estudio del Catecismo puede hacer creer, tanto al catequista, como al niño, que ha finalizado una etapa. En efecto, se puede decir, tal vez: “Hemos finalizado el Catecismo de Primera Comunión. Terminó una etapa. Ahora empieza la etapa final, que es la de la Confirmación. Pero la etapa de la Primera Comunión está finalizada”. No hay nada más erróneo que pensar de esta manera. Finalizar la instrucción del Catecismo, preparándonos para recibir la Primera Comunión, no significa el fin de nada, sino el Principio de una nueva vida, la vida de la unión, en la fe y en el amor, con Jesús Eucaristía. A partir de la finalización de la Primera Comunión, comienza una nueva etapa en la vida del niño, la etapa del conocimiento y de la unión con Jesús de un nuevo modo, bajo la Eucaristía. Si antes conocíamos a Jesús sólo de oídas, ahora, por la comunión sacramental, lo podemos conocer de un nuevo modo, mucho más íntimo, personal, interior, porque Jesús ahora viene, por la Eucaristía, en Persona a mi corazón. Ya no es que pienso en Jesús, deseo estar con Jesús, me imagino a Jesús: ahora, Jesús EN PERSONA viene a mi corazón por la Comunión Eucarística. Y el hecho de que venga en Persona, quiere decir que lo que comulgo no es un poco de pan, sino a Jesús en apariencia de pan, que viene con su Cuerpo glorioso, con su Sangre resucitada, con su Alma glorificada, con su Divinidad, a mi corazón, para darme miles y miles de gracias, en cada Comunión Eucarística y tantas pero tantas gracias, que si las pudiéramos ver aunque sea por un momento, moriríamos de alegría y de amor. Eso es lo que le pasó a Imelda Lambertini, la niña que murió de amor en el día de su Primera Comunión: su corazón estaba tan dispuesto por la gracia, para recibir todo el amor que Jesús le pudiera comunicar, que murió de amor. Su corazón no resistió tanta alegría y tanto amor y por eso murió de amor luego de su Primera Comunión. Si a nosotros no nos pasa eso, lo más probable, se debe a que estamos tan distraídos al momento de comulgar, que Jesús entra en nuestras almas y se queda ahí, con todos los regalos de su gracia, sin poder darnos nada, a causa de nuestra distracción. Es como si invitáramos a nuestro mejor amigo a pasar a nuestra casa y nuestro amigo, que viene con un montón de regalos para nosotros, se queda solo, porque lo dejamos solo y nos vamos a otro lado. No comulguemos de modo distraído, sino que prestemos atención al momento de comulgar, pensando en Jesús y cómo Jesús quiere colmar mi corazón con su gracia, su alegría y su amor.  Finalizar la Primera Comunión no significa que ya no tengo que venir a la Iglesia; por el contrario, significa que ahora es cuando más debo comenzar a venir, para recibir a Jesús Eucaristía todos los días, si fuera posible. Cuando dos personas se aman, se verían todos los días, si fuera posible. Jesús me ama y quiere venir a mi corazón todos los días por la Eucaristía, pero si yo no acudo a la Iglesia para recibirlo, no me puede dar su amor.
         Entendamos, entonces, que finalizar la Primera Comunión es en realidad comenzar la Primera Comunión de muchas comuniones, realizadas en la fe y en el amor, para unir nuestros corazones cada vez más a Jesús Eucaristía.

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