Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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viernes, 9 de diciembre de 2011

Adviento para Niños y Adolescentes (III)



En Adviento nos preparamos espiritualmente para recibir a Dios Hijo que viene a nuestro mundo como un Niño, sin dejar de ser Dios. En Adviento tenemos que prepararnos para que nuestro corazón sea como un Nuevo Belén, como un Belén de carne en donde el Niño, traído por la Virgen María, pueda nacer por la gracia.
Y cuando el Niño nazca, abrirá sus bracitos en el Pesebre, para darnos su Amor, porque vino solamente para eso: para darnos su Amor. El Niño que abre sus bracitos en el Pesebre de Belén para abrazarnos, es el mismo que, años después, cuando sea grande, abrirá también sus brazos para abrazarnos, pero no ya en un pesebre, sino en la Cruz, para llevarnos a todos al Cielo.
El Niño de Belén viene para darnos su Amor, y por eso abre sus brazos en el Pesebre, y abre sus brazos en la Cruz, para abrazar a toda la humanidad y llevarla al Cielo, hasta la Casa de Dios Padre, por medio del Espíritu de Amor.
Es decir, el Niño Dios viene a darnos su Amor, muriendo en la Cruz para perdonarnos nuestros pecados y así poder llevarnos al Cielo. Si Él no hubiera hecho esto, las puertas del Cielo habrían quedado cerradas para siempre para nosotros.
Él viene a darnos Amor.
¿Y qué es lo que le dan los hombres, sobre todo los niños?
Hubieron muchos santos que vieron al Niño recién nacido y cómo era tratado por los niños principalmente. Uno de estos santos es, por ejemplo, la Beata Ana Catalina Emmerich[1].
Dice así esta santa: “Lo vi recién nacido (al Niño Dios) y vi a otros niños venir al pesebre a maltratarlo. La Madre de Dios no estaba presente y no podía defenderlo. Llegaban con todo género de varas y látigos y le herían en el rostro, del cual brotaba sangre y todavía presentaba el Niño las manos como para defenderse benignamente; pero los niños más tiernos le daban golpes en ellas con malicia. A algunos sus padres les enderezaban las varas para que siguieran hiriendo con ellas al Niño Jesús. Venían con espinas, ortigas, azotes y varas de distinto género, y cada cosa tenía su significación (…)Vi crecer al Niño y que se consumaban en Él todos los tormentos de la crucifixión. ¡Qué triste y horrible espectáculo! Lo vi golpeado y azotado, coronado de espinas, puesto y clavado en una cruz, herido su costado; vi toda la Pasión de Cristo en el Niño. Causaba horror el verlo. Cuando el Niño estaba clavado en la cruz, me dijo: "Esto he padecido desde que fui concebido hasta el tiempo en que se han consumado exteriormente todos estos padecimientos”.
La Beata Ana Catalina nos muestra entonces al Niño recién nacido que es golpeado por muchos otros niños, con toda clase de varas y látigos, y nos dice también que eso tiene un “significado”. ¿Qué significa esta escena de los niños con varas y látigos que golpean al Niño Dios? Los niños que golpean a Jesús somos todos los hombres, los que ahora son niños, y los que alguna vez fueron niños y ahora son adultos.
¿Y los golpes, qué significan? Los golpes que el Niño recibe por parte de otros niños, significan todos nuestros pensamientos, deseos y obras malas: nuestros berrinches, enojos, peleas con hermanos y amigos, malas contestaciones a los padres, a los maestros y a los mayores, egoísmos, mezquindades, deseos de devolver mal con mal, venganzas, mentiras, rencores, pereza, vagancia, prejuicios, malos juicios al prójimo, etc.
Los golpes que recibe el Niño Dios, recién nacido, son entonces todas las cosas malas que todos los hombres, varones y mujeres, de todos los tiempos, hicieron en su niñez, incluidos los que ahora son niños.
Esto es así porque el corazón humano, sin Dios, se vuelve malo y egoísta, y de él salen muchas cosas malas, como dice Jesús: “Es del corazón del hombre de donde salen toda clase de cosas malas” (cfr. Mc 7, 14-23).
         Por eso es que Jesús nos dice que aprendamos de su Corazón: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29). Si nuestro corazón no es como el de Jesús, manso y humilde, entonces es malo, agresivo y soberbio, y un corazón así nunca podrá entrar en el Cielo.
A medida que se acerca Navidad, los comercios ofrecen más y más regalos, y por eso los niños empiezan a pedir cosas al Niño Dios. Pero nosotros no tenemos que ser así. Más que pedir regalos, tenemos que ofrecerle algo al Niño Dios. ¿Y qué regalo le podemos dar al Niño Dios?
Los niños de la visión de Ana Catalina le daban al Niño golpes y más golpes, pero no es eso lo que queremos darle: queremos darle Amor en vez de golpes. ¿Cómo seríamos capaces de golpear a un niño recién nacido?
Hagamos la promesa a la Virgen María, que nos trae a su Hijo, y a Jesús, que va a nacer en Navidad, que vamos a tratar de ser buenos con todos: con nuestros padres, respondiéndoles bien y obedeciendo en todo, y aún más, ofreciendo alguna ayuda antes de que nos pidan algo; con nuestros hermanos, siendo buenos y generosos, compartiendo nuestras cosas y nuestro tiempo, respetándolos y amándolos, y perdonándolos si nos ofenden, y pidiéndoles perdón si los ofendemos; con cualquier prójimo, tratar de amarlo como lo haría el mismo Jesús, ayudando a quien lo necesite, en la medida de nuestras posibilidades.
Que en este tiempo de Adviento que nos queda nos sirva para obra el bien, para preparar nuestro corazón, para que cuando venga el Niño Dios, le ofrezcamos nuestro corazón y junto con él nuestro amor, en vez de palos y golpes, como los niños de la visión de Ana Catalina.


[1] Cfr. Beata Ana Catalina Emmerich, Nacimiento e infancia de Jesús. Visiones y revelaciones, Editorial Guadalupe, Buenos Aires 2004, 165-166.

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