El Evangelio nos habla de Jesús que entra en Jerusalén
montado en una cría de asno. A su paso, todos los habitantes de Jerusalén, le
cantan en su honor y con mucha alegría lo saludan a su paso, agitando palmas y
formando con estas una especie de alfombra, porque para ellos Jesús es tan
importante, que no solo Él, sino ni siquiera su burrito debe ensuciarse los
pies con el polvo del camino.
Todos,
niños, jóvenes, adultos, ancianos, reciben a Jesús con ramos de olivo y palmas,
que agitan a su paso, exclamando: “Hosanna al Hijo de David”, “Hosanna al
Mesías”. Todos acompañan con gran alegría a Jesús, que entra en la ciudad de
Jerusalén, y lo hacen porque se acuerdan de cómo Jesús les había dado de comer,
multiplicando panes y peces; los había curado de muchas enfermedades graves,
como la lepra; les había dado la vista a los ciegos, y había curado a sordos y
mudos; había resucitado a los muertos; había expulsado a los demonios. Todos se
acuerdan de todos los milagros que Jesús había hecho, y cantan cantos en su
honor, y lo saludan con gran alegría, acompañándolo en su ingreso a Jerusalén.
Pero
resulta que esos mismos que el Domingo de Ramos lo acompañan con cantos y con
alegría en su entrada a Jerusalén, porque se acordaban de todo lo que Jesús
había hecho por ellos, unos pocos días después, el Viernes Santo, olvidándose
de todos los favores de Jesús para con ellos, lo sacan fuera de Jerusalén, y en
vez de cantarle cantos de alegría y de fiesta, lo insultan, y en vez de agitar
palmas y ramos de olivo, agitan sus puños en alto, armados con palos, para
descargarlos en Jesús.
Si el Domingo de Ramos dicen
amar a Jesús, el Viernes Santo expresan rabia y furor, que los lleva a
crucificar a Jesús en el Monte Calvario.
En esta gente, que cambia
tanto, nos tenemos que ver reflejados nosotros, que también puede ser que en un
momento decimos que amamos a Jesús, y en otro momento, nos enojamos con Él y lo
golpeamos.
¿Cuándo sucede esto?
Por ejemplo, cuando venimos
a Misa, y escuchamos la Palabra
de Dios, y cantamos los cantos de la
Misa , y acudimos a comulgar con amor, somos como los
habitantes de Jerusalén el Domingo de Ramos.
¿Y cuándo nos comportamos
como los habitantes de Jerusalén en el Viernes Santo?
Cuando nos enojamos con
nuestro prójimo, y le decimos cosas malas; cuando desobedecemos a nuestros
padres o a los mayores; cuando hacemos pereza y dejamos de hacer lo que tenemos
que hacer, en la casa y en la escuela; cuando mentimos; cuando faltamos a Misa
por pereza; cuando no rezamos por pereza. Todo esto nos hace parecer a los
habitantes de Jerusalén en el Viernes Santo, porque con nuestros pecados,
volvemos a crucificar a Jesús.
Le prometamos entonces a
Jesús que vamos a tratar de nunca más pecar, para no crucificarlo, y que además
vamos a hacer todo el esfuerzo para vivir en el amor y en el bien, dando amor y
bondad a los que nos rodean.
Buenos días:
ResponderEliminarAyer me tomé la libertad de reproducir la hermosura pintura que exhibe en su entrada en una entrada mía sobre el Domingo de Ramos:
http://beatusille.wordpress.com/2012/04/01/domingo-de-ramos/
Por cierto, ¿sabe quién es su autor?
Muy agradecido me despido deseándole una feliz Semana Mayor.
Un saludo muy cordial.