Terminado el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, SE SANTIGUAN CON LA SEÑAL DE LA CRUZ, mientras el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, dice:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
¿Por qué nombramos a las Personas de la Santísima Trinidad? Para saberlo, tomemos un ejemplo de lo que pasa en la vida de todos los días.
En el mundo hay personas que organizan y preparan eventos de todo tipo, por ejemplo: un partido de fútbol, de rugby, un espectáculo teatral, una excursión al cerro, etc. Los bomberos organizan todas sus cosas para apagar incendios; los médicos, para hacer operaciones y curar a la gente; los kiosqueros, para vender sus cosas; los zapateros, para arreglar zapatos.
Para que las cosas salgan bien, las personas se preguntan: “para qué” y “cómo” hacer lo que se va hacer. Así, los bomberos se reúnen y dicen: “A veces se producen incendios muy grandes, en los que se pone en peligro la vida de muchas personas; por eso, tenemos que tener camiones grandes y potentes y tenemos que entrenarnos mucho”. Los médicos también se reúnen y dicen: “La gente se enferma y necesita ser atendida, entonces hagamos hospitales grandes y con muchos medicamentos, para que todos puedan ser curados”. Y si un grupo de niños organiza un partido de fútbol, ¿qué cosas dirían? -“¿Juguemos al fútbol?” -“¡Dale! -¿Dónde jugamos?” “¿Cómo hacemos los equipos?” -“¿A cuántos goles llegamos?”. En este caso, el motivo para organizar este partido de fútbol no es otro que el de la diversión.
Es decir, en todo momento, y en todo lugar, hay personas que organizan cosas, unas para ganarse la vida, otras, por diversión, otras, para salvar vidas, etc.
En la Misa, también hay personas que organizan la Misa, y que antes de la Misa se reúnen para que todo salga bien, y se preguntan para qué y cómo. ¿Quiénes son estas personas? Para empezar, no son ni el sacerdote, ni los sacristanes, sino unas personas que están el cielo: las Tres Personas Divinas de la Santísima Trinidad, y es por eso es que nos santiguamos al inicio y las nombramos: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
La Santa Misa es un evento organizado por las Tres Divinas Personas de la Santísima Trinidad. ¿De qué manera organizan la Misa? ¿Qué se dicen entre ellos para que la Misa se lleve a cabo?
El que comienza a hablar es Dios Padre, quien le dice a su Hijo: “Hijo mío muy amado, mira cómo los hombres se han extraviado a causa del pecado. Mira cómo se han cubierto de una nube oscura de ignorancia y de mal; mira cómo han extraviado el camino que los traía hacia mí; mira cómo les cuesta reconocer la verdad de un solo Dios, y cómo están dominados por la ignorancia y el error; mira cómo la muerte ha entrado en los hombres, y ya no tienen más la vida divina. ¿Quieres salvarlos, querido Hijo, por medio de la Cruz del Calvario, y por medio de la Cruz del altar, en la Santa Misa? Es un pedido de mi corazón de Padre”.
Y Jesús, que es Dios Hijo, contesta: “Padre amado, Yo haré lo que Tú me pides; me encarnaré y viviré en medio de ellos, y al final de mis días, dejaré que me pongan una corona de espinas para que el hombre reciba una corona de luz; dejaré que mis manos y mi s pies sean taladrados por gruesos clavos de hierro, para que obren el bien y caminen por la senda de la salvación; Yo les enseñaré que Yo Soy el Camino que deben recorrer, la Verdad que deben conocer, y la Vida que deben recibir y vivir. Y así te los traeré a todos hacia Ti. Todo esto lo haré desde la Cruz, visiblemente, en el Monte Calvario, y lo repetiré, invisiblemente, desde la Cruz del altar, en cada Santa Misa”.
Y Dios Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, que estaba escuchando con mucha atención lo que decían el Padre y el Hijo, dice a su vez: “Yo, que soy el Amor del Padre y del Hijo, me derramaré en los corazones de los hombres, junto con la Sangre del costado abierto de Jesús, para que los hombres puedan cumplir el primer y único mandamiento necesario para la salvación: Amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí mismo. Yo, que soy el Amor divino, me daré a Mí mismo, y convertiré sus corazones de piedra en corazones de carne, que sean solamente capaces de amor y no de odio, para que con ese amor vivan el primer mandamiento, el mandamiento del amor, el mandamiento que abre las puertas del cielo. Todo esto lo haré cuando sea traspasado el Corazón de Jesús en el Calvario, y lo repetiré en cada Santa Misa, cuando esa Sangre bendita sea recogida en el cáliz del altar”.
La Santa Misa entonces es obra de la Santísima Trinidad, y por eso las nombramos a su inicio.
Desde su Cielo eterno, cooperan para que en ese trozo de Cielo en la tierra que es el altar, Jesús done su vida, su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, como lo hizo en la cruz: Dios Padre envía a Dios Hijo para que se sacrifique por los hombres, y les done a Dios Espíritu Santo.
El pueblo responde: Amén.
“Amén” quiere decir “así es” . Con esta sola palabra estamos diciendo que creemos que la Misa es obra de la Trinidad, la obra más maravillosa que pueda haber en la tierra y en los cielos: la renovación sin dolor, escondida debajo de lo que parece pan y vino, del sacrificio doloroso y cruento de Jesús en la cruz.
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