Consagración.
Aquí es donde nos
encontramos en el centro de la Santa
Misa, en donde se representa, invisible y misteriosamente, la
Última Cena de Jesús, llamada “Cena Pascual”, y también se representa el sacrificio
en cruz de Jesús. Por eso nos imaginamos la escena de la Última Cena: Jesús
sentado en el medio de la mesa, a su lado izquierdo está Juan, a su lado
derecho está Pedro, y luego todos los demás Apóstoles.
(…)Bendice y santifica, oh Padre, esta ofrenda,
haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti, de manera que sea para nosotros
Cuerpo y Sangre de tu Hijo amado, Jesucristo, nuestro Señor.
El cual, la víspera de su Pasión (…),
Para vivir con fruto espiritual esta parte de la Misa, nos imaginamos a Jesús, que cierra los ojos, junta sus
manos a la altura del pecho, como cuando se reza, y dice: “...ardientemente
he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de mi Pasión” (Lc 22, 15).
Jesús hace esta oración antes de subir a la Cruz, porque Él celebra su
Pascua, que es la Pascua
de la Iglesia,
la Pascua que
es para siempre. Para entender la
Pascua de Jesús, tenemos que saber un poco cómo era la de los
judíos, porque la de Jesús se parece a la de ellos. Los judíos la festejaban en
primavera, cuando comenzaba la recolección de las primeras espigas de trigo
para hacer la ofrenda de panes ácimos (panes “chatos” sin levadura).
La pascua judía era una fiesta religiosa en la que el Pueblo Elegido
recordaba las “maravillas de Yahveh”, es decir, todos esos milagros fantásticos
y fabulosos con los que Dios los había liberado de la esclavitud de Egipto. Por
eso la pascua quiere decir “paso” a la libertad: el Pueblo Elegido es liberado
por Yahvéh, obrando grandes milagros a lo largo de toda su travesía. Para eso
tenemos que leer el libro de la
Biblia que se llama “Éxodo”.
Allí se narran todos los milagros de Yahvéh; por ejemplo, cuando los
judíos querían cruzar el mar, lo cual era imposible, porque se iban a ahogar
todos, Dios abre el mar –que se llama “Rojo” pero es azul, como todo mar-, y
hace que las aguas se levanten como si fueran dos paredes, dejando un pasillo
seco en el medio, por donde pasaron los israelitas. Ellos se salvaron, pero
cuando los judíos quisieron pasar, las aguas volvieron a su posición normal, y
se ahogaron todos. Después, cuando los judíos iban caminando por el desierto,
sufrían de hambre y de sed, y además querían comer carne, entonces Dios hizo
que todos los días amaneciera sobre el campamento un pan muy suave, llamado
maná, y además hacía que vinieran bandadas de codornices para que los hebreos
pudieran comer pan y carne. Y para la sed, hizo salir milagrosamente agua de la
roca, ordenándole a Moisés que golpeara con su bastón una piedra muy dura. Así,
los israelitas podían comer pan y carne y beber agua transparente y pura en
medio del desierto.
Y por las noches, había una misteriosa nube luminosa que les alumbraba
el camino. Otro milagro que hizo Dios para los israelitas fue una vez que ellos
iban caminando por el desierto y empezaron a aparecer muchísimas víboras, que
eran muy venenosas: a los que los mordían, se morían, porque el veneno era muy
fuerte. Pero entonces lo que hizo Dios fue ordenarle a Moisés que hiciera una
serpiente de bronce y que la levantara en alto, para que todo aquel que la
mirase, quedara curado. Moisés obedeció a Dios, y todos los israelitas quedaron
curados. Después, cuando los judíos llegaron a la Casa que Dios les había
prometido, la Tierra
de Israel, empezaron a celebrar la pascua, que quería decir “paso”, celebrando
el paso de ellos desde Egipto, por el desierto, hasta Jerusalén, y cuando se
reunían a festejar, hacían un cordero asado, con hierbas amargas, y los más
grandes tomaban una copa de vino.
¿Por qué tenemos que acordarnos de estas cosas? Porque toda la pascua
judía era una imagen o una figura de la verdadera Pascua, que es Cristo Jesús.
Una imagen no es la realidad, así como cuando la figura de un futbolista no es
el futbolista; así también las pascua judía era solo una figura de la verdadera
pascua que se celebra en la Santa Misa.
En la Misa,
estamos nosotros, que somos el Nuevo Pueblo Elegido, que caminamos por un
desierto, la vida, hacia la Tierra Prometida,
la Jerusalén
celestial –no la de la tierra, sino la del cielo, la que está alumbrada con la
lámpara que es el Cordero- , y del mismo modo a como los judíos huían de sus
enemigos, así también nosotros huimos de nuestros enemigos, que son el demonio,
el mundo y la carne, pero en vez de abrir las aguas del mar, Dios Padre hace
algo mucho mejor para nosotros, y es abrir el costado de Jesús y su Sagrado
Corazón, para que todo aquel que entre y se refugie en Él, viva ya, desde la
tierra, en el cielo. Y en vez de mandarnos carne de ave y pan, nos manda carne
de Cordero, la Carne
del Cordero de Dios, que es el Pan de Vida eterna, la Eucaristía. Y
cuando los demonios quieren asaltarnos, para inyectarnos un veneno mucho más
poderoso porque ataca el corazón del alma, el veneno del mal, del error, del
pecado y de la mentira, Dios levanta, en vez de una serpiente de bronce, a su
Hijo Jesús en la Cruz,
y también cuando el sacerdote eleva la Eucaristía, en la
Santa Misa, para que todo aquel que lo
contemple, en la Cruz
y en la Eucaristía,
quede sanado del mal.
Y para el hambre y la sed de Dios, que se despiertan en este desierto
que es la vida, Dios nos da a beber la Sangre del Cordero de Dios, y nos da a comer la
carne del Cordero de Dios, la
Eucaristía.
Esto entonces es lo que tenemos que tener presente en esta parte de la Misa, para vivir con fruto la
consagración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario