Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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sábado, 22 de septiembre de 2012

La Santa Misa para Niños (XXV) La Mamá de Jesús, la Virgen, está en la Misa



         El sacerdote nombra a la Virgen, pero no para que solamente nos acordemos de Ella, sino para que nos demos cuenta de que la Virgen está en la Misa, en persona, en cuerpo y alma. ¿Por qué está la Virgen? ¿De qué manera?
         Para saber por qué y cómo está la Virgen en la Misa, tenemos que acordarnos que la Misa es el mismo sacrificio en Cruz de Jesús, sólo que está “oculto”, invisible, como cuando algo está detrás de un velo, de una cortina: sabemos que está ahí, pero no lo vemos con los ojos del cuerpo. En la Misa, Jesús se hace presente con su Cruz, igual que cuando estuvo hace dos mil años en Palestina, en el Monte Calvario, pero nosotros no lo podemos ver con los ojos del cuerpo, aunque sí lo podemos “ver” con los ojos de la fe.
         Y si Jesús está en el altar con su Cruz, como estuvo hace dos mil años, también está la Virgen en el altar, al pie de la Cruz, así como estuvo al pie de la Cruz, hace dos mil años, acompañando a su Hijo Jesús.
         La Virgen está en la Misa, porque en la Misa está su Hijo Jesús en la Cruz, y donde está el Hijo, ahí está la Madre.
         ¿Y qué hace la Virgen en la Misa? Hace lo mismo que hizo en el Monte Calvario, hace dos mil años: acompaña a su Hijo Jesús, que da su vida por nosotros, y aunque es lo que más quiere en el mundo, no duda en ofrecerlo a Dios Padre para nuestra salvación. Y, al igual que en el Calvario, hace de Madre para con nosotros, porque fue ahí, en el Calvario, que Jesús le pidió que nos adoptara a todos nosotros como hijos suyos.
Entonces, en la Misa, la Virgen está presente, en persona, aunque invisible, y reza por nosotros, por todos y cada uno de nosotros, y no sólo reza, sino que ofrece a su Hijo Jesús, que está en el altar, en la Cruz y en la Eucaristía, a Dios Padre, para que Dios nos perdone nuestros pecados, nos libre del demonio, que quiere nuestra perdición, pero también ofrece a su Hijo Jesús para que Dios Padre, viendo a su Hijo, nos adopte Él como hijos suyos.
En la Misa, la Virgen le dice a Dios Padre: “Padre Santo, Fuente de toda santidad, te ofrezco a mi Hijo Jesús, presente en el altar, en la Cruz y en la Eucaristía, para que no tengas en cuenta todo el mal que hacen los hombres, para que perdones sus pecados, para que alejes al demonio de sus vidas, para que los adoptes como hijos tuyos muy amados, para que les des tu Espíritu de Amor, así ellos puedan amarte a Ti y a Jesús con la fuerza de tu mismo Amor, en el tiempo y para toda la eternidad. Padre Santo, te ofrezco a Jesús, mi Hijo amado, para que tus hijos vivan en gracia en el tiempo y te adoren en la eternidad. Amén”.
Entonces, cuando vayamos a Misa, y escuchemos que el sacerdote nombra a la Virgen, nos acordemos que Ella está presente, invisible, en el altar, pidiendo por todos y cada uno de nosotros, y le pidamos la gracia de asistir a la Misa así como Ella asistió al Calvario, y le pidamos también la gracia de amar a su Hijo Jesús con el mismo Amor de su Corazón Inmaculado.

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