(Domingo
I - TC - Ciclo B – 2018)
“El Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta
días y fue tentado por Satanás” (Mc 1, 12-15). El Evangelio nos
dice que Jesús fue llevado por el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, al
desierto, para allí ser tentado por el Demonio. Cuando Jesús terminó los
cuarenta días de ayuno, se le apareció el Demonio para hacerlo caer en la
tentación. Pero que Jesús pudiera cometer un pecado era imposible, porque Él
era Dios Hijo encarnado, y no podía pecar. Es decir, Jesús es Dios hecho
hombre, y por eso no podía pecar y de hecho, en su vida terrena nunca cometió
ni un solo pecado, ni mortal, ni venial, y ni siquiera una pequeña
imperfección, porque Él era la misma santidad.
Si no podía pecar, ¿por qué se dejó tentar? Jesús se dejó tentar
para que nosotros tomemos ejemplo de Él y, cuando seamos tentados, nos
acordemos de Jesús en el desierto y lo imitemos, para no caer en la tentación.
En la primera tentación, el Demonio le dice a Jesús que le
pida a Dios que convierta las piedras en pan, para que así Él se pueda
alimentar. Pero Jesús le dice: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda
palabra que sale de la boca de Dios”. Esto quiere decir que, si es importante
alimentarnos con los alimentos de la mesa de todos los días para que nuestro
cuerpo crezca sano, es mucho más importante alimentar el espíritu y el alimento
del Espíritu es la Palabra de Dios, que está en la Biblia y también está en la
Eucaristía.
En la segunda tentación, el Demonio lo lleva a Jesús a la
parte más alta del templo y le dice que se tire, porque Dios enviará sus
ángeles para que no le pase nada. Jesús le responde: “No tentarás al Señor tu
Dios”. Quiere decir que no solo no tenemos que pedir milagros innecesarios,
sino que no nos debemos exponer a las situaciones próximas de pecado. Por eso,
cuando nos confesamos, decimos: “Por eso propongo firmemente no pecar y evitar
las ocasiones de pecado”. Quiere decir que si sabemos que ir a un lugar, por
ejemplo, es ocasión de pecado, no debemos ir a ese lugar; eso es evitar las
ocasiones de pecado.
En la última tentación, el Demonio lo lleva a la parte alta
de la montaña, le muestra todas las ciudades y riquezas del mundo y le dice que
si Jesús se arrodilla ante él, que es el Demonio, le dará todas esas riquezas.
Jesús le responde: “Solo a Dios adorarás”. Esto quiere decir que, por un lado,
debemos adorar a Dios, que está en la Eucaristía y solo ante Jesús Eucaristía
nos debemos arrodillar –por eso el sacerdote se arrodilla en la consagración y
los fieles en la adoración-; por otro lado, Jesús nos enseña que no debemos
desear ni el poder, ni la fama, ni la riqueza, y que mucho menos les debemos
dar el corazón, porque así ponemos en riesgo nuestra eterna salvación.
Por último, al dejarse tentar por el Demonio, Jesús nos
enseña que, por un lado, no hay ninguna tentación, de ninguna clase, que no
pueda ser vencida, pero no por nosotros mismos, con nuestra propia fuerza, sino
solo con la ayuda de la gracia e imitando a Jesús con la oración, el ayuno, la
penitencia y la Palabra de Dios que, para nosotros los católicos, está en la
Biblia y en la Escritura.
Imitando a Jesús y acudimos a la Biblia, a la Confesión, a
la Eucaristía, a la oración, la penitencia y el ayuno, saldremos victoriosos en
todas las tentaciones.
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