Una vez, en una de sus apariciones a Santa Margarita,
Jesús le dijo lo siguiente: le dijo que le diera su corazón y la santa así lo
hizo, entregándoselo a Jesús. Ella decía que su corazón, comparado con el horno
de fuego que era el pecho de Jesús, era como un granito de arena en un inmenso
horno de fuego.
Entonces Jesús tomó el corazón de la santa y lo introdujo
en su pecho, luego lo sacó y se lo devolvió, pero no ya como corazón de carne,
sino como una llama en forma de corazón. Estas llamas eran las llamas del Amor
de Dios, el Espíritu Santo, las mismas llamas que envuelven al Sagrado Corazón.
El Sagrado Corazón había convertido al corazón de Margarita en una pequeña
copia de su propio Corazón Divino.
Cuando pensamos sobre esta experiencia, nos ponemos a
pensar cuán dichosa fue la santa, porque Jesús convirtió su corazón en una
copia del suyo. Pero cuando nos ponemos a pensar bien, con cada Comunión Eucarística
-y no solo con la Primera Comunión-, Jesús hace con nosotros algo infinitamente
más grande y hermoso: a nosotros, Jesús no nos pide nuestro corazón para introducirlo
en su pecho, sino que NOS DA su propio Sagrado Corazón en la Eucaristía, para
que nosotros lo introduzcamos en nuestros pechos por la Comunión. Y una vez que
el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús está en nuestro pecho, le transmite las
llamas del Divino Amor, el Espíritu Santo, para que nuestros corazones se
incendien de amor con el Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo. Aunque no
sintamos nada, si recibimos la Eucaristía con fe y con amor y en estado de
gracia, después de confesarnos, lo que sucede es eso: el Sagrado Corazón nos
comunica su Amor, el Espíritu Santo, para que nuestros corazones ardan en el
Fuego del Divino Amor. Por esta razón es que no hay nada más hermoso, en esta
vida, que recibir la Sagrada Comunión, porque lo que recibimos, que por fuera
parece un pan, en realidad es el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús. Cuando
nosotros vemos una imagen del Sagrado Corazón, vemos una representación, pero
en la Eucaristía, el Sagrado Corazón está vivo, palpitando de Amor Divino; está
real, glorioso, resucitado, deseoso de concedernos su Amor.
Ustedes van a recibir ahora al Sagrado Corazón en la
Eucaristía por primera vez, y eso es lo más hermoso que le puede pasar a una
persona en esta vida. No cometan el error de muchos niños y jóvenes, para quienes
la Primera Comunión es la última, porque nunca más vuelven a recibir a Jesús
Eucaristía. En cada Santa Misa, Jesús repite el milagro de bajar del Cielo para
dejar su Corazón en la Eucaristía, para que nosotros lo recibamos con un corazón
puro y lleno de amor. Si ustedes no vienen a recibir al Sagrado Corazón en las
misas de Domingo, Jesús se queda triste y solo en el sagrario. Hagamos el
propósito de asistir a la Santa Misa del Domingo, para recibir al Sagrado Corazón
Eucarístico de Jesús.
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