(Homilía en ocasión de Santa Misa de Primeras Comuniones)
Muchos niños y jóvenes,
cuando toman la Primera Comunión, al terminar el tiempo de formación en
Catequesis, piensan que con eso, han terminado sus compromisos con la Iglesia y
con Dios. Muchos piensan, equivocadamente, que recibir la Primera Comunión es
como cuando alguien termina la primaria o la secundaria: así como quien termina
la primaria y la secundaria no regresa más, así también muchos, luego de
recibir la Primera Comunión, no regresan más y nunca más vuelven, ni a
confesarse, ni a comulgar. Alguno, con suerte, asistirá a alguna misa cuando lo
inviten para el aniversario de un difunto, o para cuando algún conocido cumpla
años, pero por lo general, no volverá nunca más, ni a la Confesión sacramental,
ni a la Sagrada Comunión. Para estos, la Primera Comunión es la última, pero
eso indica que no entendieron nada de lo que en realidad se trata el Sacramento
de la Eucaristía.
Recibir la Primera Comunión
no es finalizar algo, sino comenzar algo, es comenzar una nueva vida, una vida
caracterizada por la relación personal con Jesús, que es Dios y que se queda en
Persona en la Eucaristía, para venir a nuestros corazones y para colmarnos con
el Amor de su Sagrado Corazón. Por esta razón es que comulgar no es comer un
pedacito de pan bendecido: comulgar es abrir el corazón para recibir a Jesús
con todo el amor del que seamos capaces, para adorarlo, para darle gracias,
para bendecirlo y para hablar con Él, así como se habla con un padre, con un
amigo, con un hermano. Comulgar es recibir a una Persona, la Segunda Persona de
la Trinidad, que por la Eucaristía viene a habitar en mi corazón, pero no
porque Él tenga obligación de hacerlo, sino solamente porque me ama con todo el
Amor de su Corazón, que es el Amor de Dios, el Espíritu Santo.
No cometamos el error de
muchos que toman la Primera Comunión y luego desaparecen de la Iglesia. Recibir
la Primera Comunión es comenzar una nueva vida, la vida de los hijos de Dios,
la vida de la luz de Dios, la vida en la que Jesús Eucaristía tiene que ocupar
el centro de mi vida y de mi corazón.
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