En el Infierno, los condenados deberán soportar la
horrible visión y presencia de los demonios,
quienes se burlarán de los condenados y los castigarán durísimamente
por toda la eternidad.
Mientras
se acercaba la fecha de Julio Lucía sufría tribulaciones a causa de la posición
sostenida por el párroco quien le advertía que el diablo podría estar detrás de
estas apariciones. A causa de estas sospechas Lucía le confió a Jacinta que su
intención era la de no ir. Pero cuando el día finalmente llegó, sus miedos y
ansiedades se desaparecieron, de manera que a las doce estaba en Cova de Iría con Jacinta y Francisco,
esperando la llegada de la bella Señora.
La
Tercera Aparición, la del 13 de julio, se mostró como una de las más
importantes de todo el mensaje de la Virgen en Fátima, estando formada por un
secreto dividido en tres partes, secreto que los niños guardaron celosamente.
Las primeras dos partes, la visión del infierno y la profecía del futuro rol de
Rusia y cómo prevenirlo, fueron reveladas recién en el año 1941, cuando Lucía
escribió su tercer diario. La tercera parte, comúnmente conocido como el Tercer
Secreto, fue más tarde comunicado al obispo, quien lo envió sin leer al Papa
Pío XII.
Así
narra Lucía esta Aparición: “Unos minutos después de haber llegado a Cova da Iría, cerca de la encina donde
la Virgen se había posado en la Aparición anterior, donde un gran número de
personas estaban rezando el Rosario, vimos un flash de luz una vez más, y un
momento después Nuestra Señora se apareció en la encina.
“Lucía”,
dijo Jacinta, “habla. La Señora te está hablando”.
“¿Sí?”.
Dijo Lucía. Ella habló humildemente, pidiendo perdón por sus dudas con todos
sus gestos, y le dijo a la Señora: “¿Qué quieres de mí?”.
“Quiero
que vengan aquí el día trece del mes que viene. Continúen rezando el Rosario
todos los días en honor a Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz del
mundo y el final de la guerra, porque sólo Ella puede obtenerlo”.
“Sí,
Sí”.
“Yo
quisiera preguntarle quién es usted, y si puede hacer un milagro para que todo
el mundo sepa a ciencia cierta que se ha aparecido”.
“Deben
venir aquí todos los meses, y en octubre yo te diré quién soy y lo que quiero.
Después haré un milagro para que todos crean”.
Con
mucha confianza en la Virgen, Lucía comenzó a presentarle a la Virgen las
peticiones que todos le habían confiado. La Señora dijo muy gentilmente que
ella curaría a algunos, pero que a otros Ella no curaría.
“¿Y
el hijo paralítico de Maria da Capelinha?”.
“No,
no será curado ni de su enfermedad ni de su pobreza, y debe de asegurarse de rezar
el Rosario junto a su familia todos los días.
Otro
caso encomendado por Lucía a la Señora fue el de una mujer enferma de Atougia
quien pidió que se la llevaran al cielo.
“Dile
que no tenga prisa. Dile que yo sé muy bien cuando yo vendré a buscarla”.
“Hagan
sacrificios por los pecadores, y digan seguido, especialmente cuando hagan un
sacrificio: Oh Jesús, esto es por amor a Ti, por la conversión de los
pecadores, y en reparación por las ofensas cometidas contra el Inmaculado
Corazón de María”.
Mientras
Nuestra Señora decía estas palabras abrió sus manos una vez más, como lo había
hecho en los dos meses anteriores. Los rayos de luz parecían penetrar la
tierra, y vimos como si fuera un mar de fuego. Sumergidos en este fuego estaban
demonios y almas en forma humana, como tizones transparentes en llamas, todos
negros o color bronce quemado, flotando en el fuego, ahora levantadas en el
aire por las llamas que salían de ellos mismos junto a grandes nubes de humo,
se caían por todos lados como chispas entre enormes fuegos, sin peso o
equilibrio, entre chillidos y gemidos de dolor y desesperación, que nos
horrorizaron y nos hicieron temblar de miedo. (Debe haber sido esta visión la
que hizo que yo gritara, como dice la gente que hice). Los demonios podían
distinguirse por su similitud aterradora y repugnante a horribles animales
desconocidos, negros y transparentes como carbones en llamas. Horrorizados y
como pidiendo auxilio, miramos hacia Nuestra Señora, quien nos dijo, tan
amablemente y tan tristemente:
“Ustedes
han visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Es para
salvarlos que Dios quiere establecer en el mundo una devoción a mi Inmaculado
Corazón. Si ustedes hacen lo que yo les diga, muchas almas se salvarán, y habrá
paz. Esta guerra cesará, pero si los hombres no dejan de ofender a Dios, otra
guerra más terrible comenzará durante el pontificado de Pio XI. Cuando ustedes
vean una noche que es iluminada por una luz extraña y desconocida (esto ocurrió
en Enero 28, 1938) sabrán que esta es la señal que Dios les dará que indicará
que está a punto de castigar al mundo con la guerra y el hambre, y por la
persecución de la Iglesia y del Papa.
Para
prevenir esto, vengo al mundo para pedir que Rusia sea consagrada a mi
Inmaculado Corazón, y pido que los primeros Sábados de cada mes se hagan
comuniones en reparación por todos los pecados del mundo. Si mis deseos se
cumplen, Rusia se convertirá y habrá paz, si no, Rusia repartirá sus errores
alrededor del mundo, trayendo nuevas guerras y persecuciones a la Iglesia los
justos serán martirizados y el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, ciertas
naciones serán aniquiladas. Pero al final mi Inmaculado Corazón triunfará. El
Santo Padre consagrará a Rusia a Mí, y esta será convertida y el mundo
disfrutará de un período de paz. En Portugal la fe siempre será preservada… (Aquí
viene la parte del secreto que aún no ha sido revelado). Recuerden no deben
decirle esto a nadie más que a Francisco.
Cuando
ustedes recen el Rosario, digan después de cada misterio: Oh Jesús mío, perdona
nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, y socorre especialmente a los
más necesitados de tu infinita Misericordia”.
“¿Hay
algo más que quieras de mi?”.
“No,
no quiero más nada de ti hoy”.
Luego,
al igual que antes Nuestra Señora comenzó a ascender hacia el Este, hasta que
finalmente desapareció en la inmensidad del firmamento.
La
posesión del Secreto probó ser una gran prueba para los tres pequeños. La
familia, los vecinos, seguidores de la aparición, hasta el clero, trató sin
éxito que fuera revelado. Finalmente, en cuanto el día de la aparición se acercaba
hasta el gobierno civil, que era secular y venenosamente anti-clerical,
alarmado por el número de personas que estaban interesándose en los eventos de
Fátima, planearon arrestar a los niños y denunciar a la Iglesia como
colaboradora en un fraude.
Sor Lucía y la Virgen de Fátima
Enseñanzas
espirituales de la Tercera Aparición
-El
párroco le advierte a Lucía que el diablo puede estar detrás de las Apariciones. Esto es
así, porque como es el “Príncipe de la mentira” (Jn 8, 44), puede “disfrazarse de ángel de
luz” (2 Cor 11, 14) e incluso aparecerse como la Virgen, como Jesús o como algún santo, como
de hecho ha sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia. Sin embargo, Dios
nunca permite que seamos engañados y siempre nos da las herramientas para que
podamos discernir si una aparición viene de Dios o del diablo. ¿Cómo saberlo? Dice
San Ignacio de Loyola que si el principio, el medio y el fin son todos buenos,
señal es que viene de Dios. Pero si el
principio es bueno, el medio es malo, el fin será malo, y entonces es clara
señal que no viene de Dios. Otra forma de saberlo es ver a qué nos conduce: si
nos lleva al arrepentimiento de los pecados y a detestar las cosas malas por
pequeñas que sean, y si nos enciende el
deseo de rezar y de amar a Dios, a la Iglesia y al prójimo, es clara señal que
viene de Dios. Lo contrario, es indicio de que viene del demonio. El párroco
estaba bien en advertir que podía
venir del diablo, pero al ver las señales del cielo, debía aceptar que las
Apariciones venían del cielo y no eran ni invento de los niños ni engaños del
diablo.
-La
Virgen vuelve a pedirles que regresen el próximo mes y que continúen rezando el
Rosario todos los días en honor de la Virgen del Rosario. Es la condición para
obtener la paz del mundo y el final de la guerra, porque solo Ella puede
hacerlo. Esto es así porque el Rosario es un arma espiritual poderosísima por
medio de la cual el Instigador del mal, del rencor, de la enemistad entre los
hombres, el demonio, queda totalmente desarmado cuando se reza el Rosario. El Rosario,
una corona de rosas espirituales que llevan la fragancia del Amor a Dios,
corona que le regalamos a la Virgen cada vez que lo rezamos, se convierte para el
demonio en una pesadísima cadena con eslabones más duros que el acero, que lo
envuelve todo entero y le impide, a él y a sus súbditos, hacer daño a las
almas. Cuando no se reza el Rosario, esas cadenas se aflojan, y el demonio y
todo el infierno quedan sueltos, y como sólo tienen odio en sus corazones
angélicos privados de la gracia y llenos de maldad y rencor, buscan destruir,
tentar, engañar, y provocar toda clase de males. Cuando las personas, las
familias, las ciudades, las naciones enteras, no rezan el Rosario, se ven
expuestas al ataque sin piedad de estos seres malignos, que destruirían el
mundo y las almas en un instante si les fuera permitido. De ahí la importancia
del rezo del Santo Rosario, y el pedido insistente de la Virgen de que lo
recemos todos los días. Las guerras entre los hombres y las violencias de todo
tipo van en aumento porque no se hace caso a las advertencias del cielo y no se
reza el Rosario como lo pide la Virgen: todos los días.
-Lucía
le vuelve a preguntar quién es y le pide un milagro para que todos crean, y la
Virgen le dice que le dirá en octubre quién es y que hará un milagro para que todos
crean.
-Lucía
entonces le pide por algunos del pueblo: uno le había pedido que la Virgen lo
cure de su parálisis y que lo saque de la pobreza, pero lo Virgen le dice que
no hará ni una ni otra cosa, pero que debe asegurarse de rezar el Rosario todos
los días junto a su familia. ¿Por qué la Virgen obra de esta manera? ¿No habría
sido una muestra de bondad que se cure de su enfermedad y que deje de ser
pobre? La razón por la que la Virgen no le concede lo que pide, es que Ella
sabe, con la Sabiduría de Dios, lo que es verdaderamente bueno para nosotros.
Ella sabía que si esta persona se curaba de su enfermedad, de su parálisis,
usaría sus piernas y pies para obrar el mal, y si salía de su pobreza, usaría
su dinero no para ayudar a los pobres y para dar limosna, sino para envanecerse
y gastarlo en cosas malas. En otras palabras, la Virgen sabía que si le
concedía lo que le pedía, eso serviría solo para la condenación de su alma, y
por eso no se lo concede. Sin embargo, le pide que rece el Rosario todos los
días con su familia, y esto sí es una doble ayuda: con el Rosario, más que
caminar, puede volar espiritualmente al Corazón Inmaculado de María, y de allí
al Sagrado Corazón de Jesús y esto es infinitamente más valioso que el hecho de
caminar, porque es ya vivir el cielo en la tierra; además, con el Rosario
vienen las verdaderas riquezas, aquellas que debemos “codiciar” con todo el
corazón para ganarlas y depositarlas en el cielo, las riquezas espirituales, es
decir, todo aquello que nos viene de Dios y de su Bondad infinita: la paz, la
gracia, la alegría, el amor, la verdadera felicidad. Rezando el Rosario,
entonces, esta persona iba a obtener mucho más de lo que pedía: iba a obtener
la salud del alma y la riqueza del cielo. Por eso la Virgen no le concede lo
que pide, pero sí le pide que rece el Rosario, para obtener infinitamente más
de lo que pide.
-Una
mujer le pide que la lleve al cielo. La Virgen le dice que no tenga prisa, que
Ella sabe cuándo vendrá a buscarla. En la Biblia se dice: “Hay que pasar muchas
tribulaciones para llegar al cielo” (Hch
14, 22), y eso es lo que nos dice también el Papa Francisco: “El Señor nos
prepara para el cielo con las pruebas, con el consuelo, con las tribulaciones,
con las cosas buenas”, porque nos prepara para una “belleza grande”. Esta buena
señora quería ir al cielo, y la Virgen la iba a venir a buscar, como queremos
que haga con todos nosotros, pero el tiempo y el momento, sólo Ella y Dios lo
saben. Además, como lo dice la Biblia y el Papa, es necesario pasar por muchas
tribulaciones para llegar al cielo, porque tenemos que desprendernos de todo:
de nuestro propio yo, de las cosas materiales, de nuestros seres queridos, pero
para reencontrar todo purificado y santificado en la otra vida. Todo lo que
dejemos en esta vida por Jesús y su gloria, Él nos lo devolverá multiplicado
millones y millones de veces, pero para eso tenemos que saber desprendernos de
las cosas, y eso quiere decir que “para llegar al cielo hay que pasar por
muchas tribulaciones”. El consuelo es que en la Cruz de Jesús, esas
tribulaciones se dulcifican y desaparecen, para convertirse en bendiciones.
-La
Virgen vuelve a pedir sacrificios por los pecadores, y les enseña una oración
cada vez que se haga un sacrificio: “Hagan sacrificios por los pecadores, y
digan seguido, especialmente cuando hagan un sacrificio: Oh Jesús, esto es por
amor a Ti, por la conversión de los pecadores, y en reparación por las ofensas
cometidas contra el Inmaculado Corazón de María”. El sacrificio o mortificación
es el camino más rápido para ir al cielo: un gesto de paciencia, un enojo
convertido en sonrisa, una palabra de aliento en la dificultad, no quejarnos,
dar ánimo a los demás, ayudar en todo lo que sea posible, según nuestro estado
de vida, como por ejemplo levantar la mesa, limpiar los platos, ayudar en el
hogar, no discutir, no pelear, buscar la paz, etc., uniendo todo al sacrificio
de Jesús en la Cruz, pidiendo por la conversión de los pecadores, y
ofreciéndolo en reparación por las ofensas al Inmaculado Corazón de María, es
contribuir a que el Amor, la Bondad y la Paz de Dios reinen en los corazones de
nuestros hermanos, y es anticipar el triunfo del Corazón Inmaculado de María.
-Después
de decirles esto, inmediatamente la Virgen abre sus manos, como lo había hecho
en la otra Aparición, pero en vez de la luz de Dios, esta vez la luz que salía
de sus manos les mostró otra cosa muy diferente: el Infierno. Pero más que
mostrárselos simplemente, la Virgen les hizo experimentar su cercanía, y de
algún modo los llevó allí, y por eso es que los pastorcitos sintieron terror,
hasta el punto de dar Lucía un grito de espanto. Esto es una advertencia para
aquellos que no quieren hablar del Infierno a los niños –ni a los jóvenes, ni a
los adultos, ni a nadie-: si la Virgen en persona, más que hablarles del
Infierno, se los muestra, y más que mostrárselos, les hace vivir la experiencia
del Infierno, y esto a unos niños que se encuentran en su más tierna infancia:
¿quiénes somos nosotros para negar esta realidad sobrenatural? ¿Quiénes somos
nosotros para ocultar las verdades del cielo? ¿Quiénes somos nosotros para
seleccionar los contenidos de la Fe, transmitiendo lo que nos parece y
ocultando lo que no nos parecer? ¿Puede acusarse a la Virgen de “cruel” por
haberles mostrado y hecho experimentar el infierno a unos niños pequeñísimos? De
ninguna manera, por lo tanto, es nuestro deber transmitir las verdades de la fe
y entre ellas, el dogma de la existencia del Infierno. Si alguien no se decide
a amar a Dios por su bondad, al menos que se abstenga de obra el mal por temor
al Infierno y sus horrorosos castigos. Y si lo mismo quiere pecar y condenarse –en
el fondo, el que se condena, lo hace porque quiere y porque no quiere
salvarse-, que al menos no diga “Yo no sabía que existía un Infierno”, porque
nosotros se lo advertimos.
Todos
los hombres debemos estar certísimos de la existencia del Infierno y de la posibilidad
real de condenación personal, eterna, para siempre, si endurecemos nuestro
corazón y obramos el mal sin arrepentirnos. El problema no es obrar el mal,
sino, no arrepentirse, y esto es lo que le pasó a Judas Iscariote y también a
Pedro, el Primer Papa: los dos traicionaron a Jesús, pero Pedro se arrepintió y
se salvó, mientras que Judas Iscariote no se arrepintió y se condenó.
Las
penas y dolores del Infierno son dolorosísimas, tremendas, inenarrables, imposibles
de imaginar siquiera, y todo lo que podamos saber, son solo una ligerísima
aproximación que se quedan muy pero muy lejos de la realidad. Las almas sufren
de todas las maneras posibles, sobre todo en los órganos con los cuales se pecó
mortalmente y fueron la causa de la condenación eterna: tal como los ven los
pastorcitos, los condenados arden como brasas incandescentes, porque el fuego
del Infierno lastima cientos de miles de veces más que el fuego que conocemos
en la tierra, y a diferencia de este, que al destruir la materia que consumía
termina por apagarse, este fuego infernal, por un especial milagro de la
Justicia Divina, ni consume los cuerpos ni se apaga, con lo cual el ardor,
además de ser insoportable, es eterno, para siempre. Pero además los condenados
sufren un castigo especial, además del castigo general, en los órganos con los
que pecaron mortalmente, aumentando así el dolor y la pena: los ateos y apóstatas
son invadidos por gusanos en sus cerebros; los ladrones sufren las amputaciones
de sus miembros; los lujuriosos e impuros son acuchillados en sus partes íntimas;
los avaros sufren hambre insoportable; los mentirosos y calumniadores vomitan
serpientes continuamente; los brujos son obligados a comer asquerosidades inmundas
eternamente, etc. etc., y todo esto envueltos en un mar de fuego y con el
pensamiento de que ya no volverán a ver más a Dios –este es el dolor más grande
que experimentarán por la eternidad-, y todo por un pecado que duró segundos y
que no trajo más satisfacción que la del odio. Muchas de las cosas que vivimos en este mundo, y las tomamos como "normales", son manifestaciones del infierno: la música cumbia, la música rock pesada, el alcoholismo, las drogas, las modas indecentes, las minifaldas, el amor dinero, el amor al poder, la violencia, la mentira, el engaño, la pereza, el ganar dinero sin trabajar, el robar, el quedarse con bienes que no son propios, el confesarse sin propósito de enmienda... Todas estas cosas conducen directamente al infierno. Otro castigo que experimentarán
los condenados es la presencia y visión continua de los demonios y de Satanás,
seres horribles, espantosos, que provocan un terror y espanto tan grande por su
fealdad indescriptible, que provocan la muerte, pero como en el Infierno no se
muere más, se tiene que convivir con la visión, presencia, burla y castigo de
estos seres malignos y perversos, por toda la eternidad, sin tener posibilidad
alguna de escapar o de esconderse de su presencia abominable. Quien no quiera
saber nada de Dios y de la Virgen en esta vida y quien no quiera amarlo, tendrá
que saber del Diablo y de los demonios en el Infierno, en donde sólo podrá
odiar sin descanso, por los siglos sin fin. Quien no quiera ser abrasado en el
Fuego del Amor divino, Fuego que no solo no lastima, sino que concede el Amor, la
luz, la paz, la alegría de Dios Trino por la eternidad, tendrá que
indefectiblemente ser hundido en el mar de fuego que es el Infierno, fuego que
lastima, quema, provocar ardor insoportable, sin consumirse, sin detenerse, sin
apagarse, para siempre. No en vano la Biblia dice: “Frente al hombre están el
bien y el mal; lo que él elija, eso se le dará”. Si elegimos el Bien infinito,
Dios Trino, obtendremos de Él todo lo que es Él, Amor infinito; si elegimos el
mal, obtendremos el mal infinito, el Infierno. De nosotros depende obtener
aquello que queramos: lo que elijamos, eso se nos dará.
El que se condena en el infierno,
lo hace porque en esta vida
no quiso amar a Dios Trino.
-No
todo está perdido para los pecadores. Mientras haya oración, hay esperanzas de
salvación y ese es el motivo por el cual , luego de la visión del infierno, la
Virgen pide nuevamente la oración del Rosario, pero ahora agrega algo, y es la devoción
al Inmaculado Corazón de María de los primeros Sábados de cada mes: la devoción
consiste en rezar el Rosario, meditando sus misterios, confesarse ese día, comulgar,
y ofrecerlo todo en reparación por los pecados del mundo. También quiere que
Rusia, que propaga el comunismo ateo, enseñado por el Dragón rojo, sea
consagrada a su Inmaculado Corazón, para que deje de esparcir sus errores por
el mundo, porque es una gran mentira decir que Dios no existe y que los
hombres, para ser iguales, tienen que matarse entre sí; si se consagra a Rusia,
el mundo tendrá paz.
-Finalmente,
la Virgen deja un mensaje esperanzador: “Al final, mi Corazón Inmaculado
triunfará”. Y esto es así, porque el Corazón de la Virgen, lleno del Amor de
Dios, encenderá a todos los corazones en el Amor divino, y así el Amor de Jesús
triunfará sobre el odio del Ángel caído.
-La
Virgen pide que, al final de cada misterio, se rece así: “Oh Jesús mío, perdona
nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, y socorre especialmente a los
más necesitados de tu infinita Misericordia”. En esta oración, nos reconocemos
pecadores y pedimos perdón, como Pedro arrepentido; le pedimos a Jesús que nos
libre del horroroso fuego del Infierno, y que perdone y lleve con Él a todos
los pecadores, para que ninguno se condene.
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