(Domingo XII – TO – Ciclo C – 2013)
El Evangelio de hoy cuenta lo que pasó cuando Jesús una vez
les preguntó a sus amigos si ellos sabían qué era lo que las personas decían de
Él. Sus amigos le dijeron que muchos creían que era un profeta que se llamaba
Elías, otros, creían que era un hombre santo. Pero solo Pedro dijo la verdad: “Jesús,
Tú eres el Hijo de Dios”. Pedro, que era el primer Papa, era el único que sabía
la repuesta, porque el Espíritu Santo se lo había dicho al oído. Y eso mismo
que Pedro dijo a Jesús, lo tenemos que decir nosotros cada vez que estemos
delante del sagrario, porque la Eucaristía es el mismo Jesús, que es el Hijo de
Dios.
Es muy importante saber que Jesús no es un hombre más como
cualquier otro, sino que es el Hijo de Dios, que ha venido a nuestro mundo y se
ha hecho hombre, sin dejar de ser Dios, para hacernos a todos nosotros hijos
adoptivos de Dios y así poder llevarnos al cielo.
También es importante saber que Jesús es Dios, porque así sí
vale la pena dar la vida por Jesús: si Jesús fuera solo un hombre y nada más,
no tendría sentido ni dar la vida ni seguirlo ni tratar de ser como Él, porque ningún hombre puede perdonar los pecados, dar el Espíritu Santo, y llevar a todos al cielo, como hace Jesús. Pero como
Jesús es Dios, entonces todo lo que Él promete, lo cumple. Jesús promete que si
nosotros lo amamos y lo seguimos, diciendo “no” a nuestros caprichos, a la
pereza, a la falta de paciencia, a la falta de amor a los demás, y luchamos
cada día por ser más y más buenos para ser como Jesús, llevando la Cruz de cada
día, Él nos va a llevar al cielo, a la Casa de su Papá, en donde vamos a vivir
alegres para siempre junto a Jesús, a la Virgen y a todos los ángeles y santos.
Cuando vayamos a rezar delante del sagrario, nos tenemos que
acordar del primer Papa, Pedro, que le dijo a Jesús: “Tú eres el Hijo de Dios”,
y le tenemos que decir a Jesús que está en la Eucaristía: “Jesús Eucaristía, Tú
eres el Hijo de Dios y te has quedado en el sagrario para darme tu Amor. Haz que
te ame tanto pero tanto, que después de esta vida, siga amándote para siempre
en el cielo, junto a tu Mamá, la Virgen, que es también mi Mamá del cielo”.
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