En la Primera Parte, dijimos que la Misa era un “sacrificio”,
el mismo y único “Santo Sacrificio de la Cruz”. Ahora bien, para poder
comprender el sentido espiritual del Sacrificio de la Misa, leamos y meditemos
acerca de un milagroso suceso ocurrido por medio del profeta Elías, en el
Antiguo Testamento[1].
Dicho suceso se encuentra en el Primer Libro de los Reyes, entre los versículos
21 al 39 y dice así: “21. Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: «¿Hasta
cuándo vais a estar cojeando con los dos pies? Si Yahveh es Dios, seguidle; si
Baal, seguid a éste.» Pero el pueblo no le respondió nada. 22. Dijo Elías al
pueblo: «He quedado yo solo como profeta de Yahveh, mientras que los profetas
de Baal son 450. 23. Que se nos den dos novillos; que elijan un novillo para
ellos, que los despedacen y lo pongan sobre la leña, pero que no pongan fuego.
Yo prepararé el otro novillo y lo pondré sobre la leña, pero no pondré fuego. 24.
Invocaréis el nombre de vuestro dios; yo invocaré el nombre de Yahveh. Y el
dios que responda por el fuego, ése es Dios.» Todo el pueblo respondió: «¡Está
bien!» 25. Elías dijo a los profetas de Baal: «Elegíos un novillo y comenzad
vosotros primero, pues sois más numerosos. Invocad el nombre de vuestro dios,
pero no pongáis fuego.» 26. Tomaron el novillo que les dieron, lo prepararon e
invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo:
«¡Baal, respóndenos!» Pero no hubo voz ni respuesta. Danzaban cojeando junto al
altar que habían hecho. 27. Llegado el mediodía, Elías se burlaba de ellos y
decía: «¡Gritad más alto, porque es un dios; tendrá algún negocio, le habrá
ocurrido algo, estará en camino; tal vez esté dormido y se despertará!» 28.
Gritaron más alto, sajándose, según su costumbre, con cuchillos y lancetas hasta
chorrear la sangre sobre ellos. 29. Cuando pasó el mediodía, se pusieron en
trance hasta la hora de hacer la ofrenda, pero no hubo voz, ni quien escuchara
ni quien respondiera. 30. Entonces Elías dijo a todo el pueblo: «Acercaos a
mí.» Todo el pueblo se acercó a él. Reparó el altar de Yahveh que había sido
demolido. 31. Tomó Elías doce piedras según el número de las tribus de los
hijos de Jacob, al que fue dirigida la palabra de Yahveh diciendo: «Israel será
tu nombre.» 32. Erigió con las piedras un altar al nombre de Yahveh, e hizo
alrededor del altar una zanja que contenía como unas dos arrobas de sembrado. 33.
Dispuso leña, despedazó el novillo y lo puso sobre la leña. 34. Después dijo:
«Llenad de agua cuatro tinajas y derramadla sobre el holocausto y sobre la
leña.» Lo hicieron así. Dijo: «Repetid» y repitieron. Dijo: «Hacedlo por
tercera vez.» Y por tercera vez lo hicieron. 35. El agua corrió alrededor del
altar, y hasta la zanja se llenó de agua. 36. A la hora en que se presenta la
ofrenda, se acercó el profeta Elías y dijo: «Yahveh, Dios de Abraham, de Isaac
y de Israel, que se sepa hoy que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu
servidor y que por orden tuya he ejecutado toda estas cosas. 37. Respóndeme,
Yahveh, respóndeme, y que todo este pueblo sepa que tú, Yahveh, eres Dios que
conviertes sus corazones.» 38. Cayó el fuego de Yahveh que devoró el holocausto
y la leña, y lamió el agua de las zanjas. 39. Todo el pueblo lo vió y cayeron
sobre su rostro y dijeron: «¡Yahveh es Dios, Yahveh es Dios!»”.
Aquí tenemos que notar dos cosas: una, que es un milagro que
llueva fuego del cielo, y que eso solo lo puede hacer Dios; la segunda cosa, es
que cae tanto fuego, que asa la carne cruda del novillo y la convierte en humo
que se eleva al cielo y esto significa que la ofrenda ha dejado de pertenecer a
los hombres, para pasar a pertenecer a Dios, y lo que ha perfeccionado a la
ofrenda, ha sido el fuego. Antes, cuando el novillo estaba “crudo”, por así
decirlo, estaba en la tierra, y todavía no le pertenecía a Dios, pero por la
acción del fuego, el novillo es asado y convertido en humo y así, convertido en
humo, asciende al cielo y así puede pertenecer a Dios. Es el fuego el que perfecciona
a la ofrenda del sacrificio. Esto es importante tenerlo en cuenta para lo que
sigue.
¿Por qué nos interesa este episodio del Antiguo Testamento?
Porque es una figura de lo que sucede en la Santa Misa. Cada
elemento del episodio de Elías, es una figura de la Santa Misa: Elías
representa al sacerdote ministerial; el altar de piedra, representa al altar de
la parroquia; el novillo, representa el pan y el vino sin consagrar; el agua
que se derrama, representa las gotitas de agua que se vierten sobre el agua; el
fuego que cae del cielo milagrosamente y consume el novillo, transmutándolo en
humo que asciende al cielo, representa al Espíritu Santo, que es Fuego de Amor
Divino, que por las palabras de la consagración pronunciadas por el sacerdote
ministerial, “caen” sobre las ofrendas, produciendo lo que se llama “TRANSUBSTANCIACIÓN”,
convirtiendo el pan y el vino en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad
de Nuestro Señor Jesucristo, que es la verdadera ofrenda del sacrificio, que se
eleva al cielo, glorificada, para adorar a Dios en nombre nuestro, expiando
nuestros pecados, dando gracias en nombre nuestro e impetrando misericordia
ante el trono de Dios Uno y Trino. Es decir, antes de la consagración, el pan y
el vino representan el novillo crudo del profeta Elías, que no pueden elevarse
a Dios; después de la consagración, el fuego del Espíritu Santo, que cae sobre
el pan y el vino y los convierte en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la
Divinidad de Jesús, hace que estos sí puedan elevarse hasta el trono de Dios,
porque están glorificados y santificados con la gloria de Dios. La verdadera
ofrenda del sacrificio es la Eucaristía, y no el pan y el vino, porque la
Eucaristía ha sido TRANSUBSTANCIADA por la acción del Espíritu Santo, que ha
descendido sobre el pan y el vino en el momento de la consagración.
Por último, al igual que los que contemplaron el milagro de
Elías -que hizo llover fuego del cielo sobre el altar, para convertir la carne
cruda del novillo en humo que ascendía al cielo y por lo tanto en ofrenda
perfecta que le pertenecía a Dios-, que luego del milagro, reconociendo el
poder de Dios, se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios diciendo: “¡Yahveh
es Dios!”, así también nosotros, reconociendo que es el Espíritu Santo, Fuego
de Amor Divino, el que convierte el pan y el vino en el Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Jesús en la Eucaristía, luego de la consagración eucarística,
debemos adorar, desde lo más profundo de nuestros corazones, a Jesús en la
Eucaristía, diciendo: “¡Jesús Eucaristía es Dios!”.
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