Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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sábado, 9 de mayo de 2015

La Santa Misa explicada a Monaguillos 2


         En la Primera Parte, dijimos que la Misa era un “sacrificio”, el mismo y único “Santo Sacrificio de la Cruz”. Ahora bien, para poder comprender el sentido espiritual del Sacrificio de la Misa, leamos y meditemos acerca de un milagroso suceso ocurrido por medio del profeta Elías, en el Antiguo Testamento[1]. Dicho suceso se encuentra en el Primer Libro de los Reyes, entre los versículos 21 al 39 y dice así: “21. Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: «¿Hasta cuándo vais a estar cojeando con los dos pies? Si Yahveh es Dios, seguidle; si Baal, seguid a éste.» Pero el pueblo no le respondió nada. 22. Dijo Elías al pueblo: «He quedado yo solo como profeta de Yahveh, mientras que los profetas de Baal son 450. 23. Que se nos den dos novillos; que elijan un novillo para ellos, que los despedacen y lo pongan sobre la leña, pero que no pongan fuego. Yo prepararé el otro novillo y lo pondré sobre la leña, pero no pondré fuego. 24. Invocaréis el nombre de vuestro dios; yo invocaré el nombre de Yahveh. Y el dios que responda por el fuego, ése es Dios.» Todo el pueblo respondió: «¡Está bien!» 25. Elías dijo a los profetas de Baal: «Elegíos un novillo y comenzad vosotros primero, pues sois más numerosos. Invocad el nombre de vuestro dios, pero no pongáis fuego.» 26. Tomaron el novillo que les dieron, lo prepararon e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: «¡Baal, respóndenos!» Pero no hubo voz ni respuesta. Danzaban cojeando junto al altar que habían hecho. 27. Llegado el mediodía, Elías se burlaba de ellos y decía: «¡Gritad más alto, porque es un dios; tendrá algún negocio, le habrá ocurrido algo, estará en camino; tal vez esté dormido y se despertará!» 28. Gritaron más alto, sajándose, según su costumbre, con cuchillos y lancetas hasta chorrear la sangre sobre ellos. 29. Cuando pasó el mediodía, se pusieron en trance hasta la hora de hacer la ofrenda, pero no hubo voz, ni quien escuchara ni quien respondiera. 30. Entonces Elías dijo a todo el pueblo: «Acercaos a mí.» Todo el pueblo se acercó a él. Reparó el altar de Yahveh que había sido demolido. 31. Tomó Elías doce piedras según el número de las tribus de los hijos de Jacob, al que fue dirigida la palabra de Yahveh diciendo: «Israel será tu nombre.» 32. Erigió con las piedras un altar al nombre de Yahveh, e hizo alrededor del altar una zanja que contenía como unas dos arrobas de sembrado. 33. Dispuso leña, despedazó el novillo y lo puso sobre la leña. 34. Después dijo: «Llenad de agua cuatro tinajas y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña.» Lo hicieron así. Dijo: «Repetid» y repitieron. Dijo: «Hacedlo por tercera vez.» Y por tercera vez lo hicieron. 35. El agua corrió alrededor del altar, y hasta la zanja se llenó de agua. 36. A la hora en que se presenta la ofrenda, se acercó el profeta Elías y dijo: «Yahveh, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que se sepa hoy que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu servidor y que por orden tuya he ejecutado toda estas cosas. 37. Respóndeme, Yahveh, respóndeme, y que todo este pueblo sepa que tú, Yahveh, eres Dios que conviertes sus corazones.» 38. Cayó el fuego de Yahveh que devoró el holocausto y la leña, y lamió el agua de las zanjas. 39. Todo el pueblo lo vió y cayeron sobre su rostro y dijeron: «¡Yahveh es Dios, Yahveh es Dios!»”.
         Aquí tenemos que notar dos cosas: una, que es un milagro que llueva fuego del cielo, y que eso solo lo puede hacer Dios; la segunda cosa, es que cae tanto fuego, que asa la carne cruda del novillo y la convierte en humo que se eleva al cielo y esto significa que la ofrenda ha dejado de pertenecer a los hombres, para pasar a pertenecer a Dios, y lo que ha perfeccionado a la ofrenda, ha sido el fuego. Antes, cuando el novillo estaba “crudo”, por así decirlo, estaba en la tierra, y todavía no le pertenecía a Dios, pero por la acción del fuego, el novillo es asado y convertido en humo y así, convertido en humo, asciende al cielo y así puede pertenecer a Dios. Es el fuego el que perfecciona a la ofrenda del sacrificio. Esto es importante tenerlo en cuenta para lo que sigue.
         ¿Por qué nos interesa este episodio del Antiguo Testamento?
         Porque es una figura de lo que sucede en la Santa Misa. Cada elemento del episodio de Elías, es una figura de la Santa Misa: Elías representa al sacerdote ministerial; el altar de piedra, representa al altar de la parroquia; el novillo, representa el pan y el vino sin consagrar; el agua que se derrama, representa las gotitas de agua que se vierten sobre el agua; el fuego que cae del cielo milagrosamente y consume el novillo, transmutándolo en humo que asciende al cielo, representa al Espíritu Santo, que es Fuego de Amor Divino, que por las palabras de la consagración pronunciadas por el sacerdote ministerial, “caen” sobre las ofrendas, produciendo lo que se llama “TRANSUBSTANCIACIÓN”, convirtiendo el pan y el vino en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, que es la verdadera ofrenda del sacrificio, que se eleva al cielo, glorificada, para adorar a Dios en nombre nuestro, expiando nuestros pecados, dando gracias en nombre nuestro e impetrando misericordia ante el trono de Dios Uno y Trino. Es decir, antes de la consagración, el pan y el vino representan el novillo crudo del profeta Elías, que no pueden elevarse a Dios; después de la consagración, el fuego del Espíritu Santo, que cae sobre el pan y el vino y los convierte en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús, hace que estos sí puedan elevarse hasta el trono de Dios, porque están glorificados y santificados con la gloria de Dios. La verdadera ofrenda del sacrificio es la Eucaristía, y no el pan y el vino, porque la Eucaristía ha sido TRANSUBSTANCIADA por la acción del Espíritu Santo, que ha descendido sobre el pan y el vino en el momento de la consagración.
         Por último, al igual que los que contemplaron el milagro de Elías -que hizo llover fuego del cielo sobre el altar, para convertir la carne cruda del novillo en humo que ascendía al cielo y por lo tanto en ofrenda perfecta que le pertenecía a Dios-, que luego del milagro, reconociendo el poder de Dios, se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios diciendo: “¡Yahveh es Dios!”, así también nosotros, reconociendo que es el Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, el que convierte el pan y el vino en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesús en la Eucaristía, luego de la consagración eucarística, debemos adorar, desde lo más profundo de nuestros corazones, a Jesús en la Eucaristía, diciendo: “¡Jesús Eucaristía es Dios!”.



[1] http://www.bibliacatolica.com.br/es/la-biblia-de-jerusalen/i-reyes/18/#.VU4J-fl_NBc

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