(Domingo
XIII – TO – Ciclo B - 2015)
Un jefe de la sinagoga –el lugar adonde se reúnen los
religiosos hebreos para rezar-, llamado “Jairo”, acude a Jesús para pedirle que
vaya a curar a su pequeña hija, de doce años, que está enferma muy grave, ya a
punto de morir. Jesús le dice que sí pero, antes de llegar, la niña muere. Pero
Jesús entra en el cuarto adonde la están velando a la niña, junto a Pedro,
Santiago y Juan, y le dice: “Niña, Yo te lo ordeno, levántate”. En el acto, la
niña, que estaba muerta, se incorpora y comienza a alimentarse normalmente.
Lo que hizo Jesús se llama “milagro de resurrección”, que es
volver a la vida a quien estaba muerto. Hay otros casos en el Evangelio, como
el hijo de la viuda de Naím y como el de su amigo Lázaro: en todos estos casos,
se produce la misma situación: son personas que han muerto, pero Jesús les
concede el milagro de volverlos a la vida.
El “milagro de resurrección” consiste en que el alma se une
de nuevo al cuerpo, del cual se había separado –en la muerte se produce la
separación del alma y del cuerpo- y entonces la persona vuelve a vivir, como en
su vida normal y corriente.
¿Qué demuestra este milagro de resurrección que hizo Jesús? Demuestra
que Jesús es Dios, porque sólo Dios puede hacer un milagro semejante; sólo Dios
tiene la fuerza suficiente y el poder para traer a un alma -en este caso, con
seguridad, estaba en el Limbo de los Justos, el seno de Abraham-, para unirla
de nuevo al cuerpo. Ninguna creatura, ni los ángeles más poderosos, y mucho
menos el hombre, pueden hacer este tipo de milagros. Éste es uno de los
milagros que nos hacen ver que Jesús es Dios, y esa es una de las enseñanzas
del Evangelio.
La otra enseñanza es que Jesús hará, al final de los
tiempos, con toda la humanidad, lo mismo que hizo con la niña del Evangelio:
con su voz, llamará a todos los que hayan muerto, desde Adán y Eva, para que
todos estén delante suyo en el Día del Juicio Final, y esto lo puede hacer
Jesús porque Él es Dios.
Pero hay una última enseñanza que nos deja este Evangelio: así
como Jesús tiene el poder de dar la vida a una niña que había muerto y así como
tiene el poder de dar la vida a toda la humanidad, así también tiene el poder
de hacer un milagro mucho más grande que estos dos milagros juntos, y es lo que
hace en cada Santa Misa: por medio del sacerdote, cuando el sacerdote dice: “Esto
es mi Cuerpo, Esta es mi Sangre”, Jesús convierte al pan y al vino en su
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, que están llenos de la vida y de la gloria de
Dios. El milagro que hace Jesús en el altar, de convertir el pan y el vino en
la Eucaristía, es más grande que dar la vida a quien ha muerto, y eso debe
llenarnos de asombro y de alegría.
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