(Homilía para Santa Misa de Primeras Comuniones)
Queridos niños, ustedes van a recibir hoy la Primera
Comunión. ¿Cómo qué podemos comparar a la Primera Comunión? Para saberlo,
veamos cómo está como está preparado hoy el templo, de manera especial: el
templo está limpio, iluminado, con el perfume de las flores que están a los pies
del altar, se escuchan cantos y reina un ambiente de mucha alegría; las puertas
están abiertas de par en par, para que ustedes entren en la Iglesia para
participar de la Santa Misa. Así como es el templo, así es nuestro corazón en
este día de la Primera Comunión: por la gracia de la Confesión Sacramental,
nuestro corazón está limpio, sin pecado; está iluminado, porque la gracia es
luz y disipe las tinieblas del pecado; está perfumado con el “buen aroma de
Jesús”, que es el perfume de la santidad; al igual que en el templo, que se
escuchan canciones y hay ambiente de alegría, nuestra alma entona cantos y está
alegre porque está por llegar Jesús, y al igual que en el templo las puertas se
abrieron de par en par, así tenemos que abrir, de par en par, las puertas de
nuestros corazones, para que entre en ellos Jesús Eucaristía.
Pero
lo más importante es el altar: sobre ese altar, bajará Jesús desde el cielo, en
la Santa Misa, en la Consagración del pan y del vino, para quedarse en la
Eucaristía, y es por eso que después de la Consagración, ya no hay más pan y
vino, sino el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo. Jesús va a bajar del cielo hasta el altar, para quedarse en la
Eucaristía. Entonces, así como en el templo hay un altar, también en nosotros,
en nuestro interior, hay un altar y ese altar es nuestro corazón, adonde irá
Jesús cuando entre por la Comunión. Ahí, en el altar de nuestro corazón, vamos
a recibir a Jesús, cuando Él entre en nosotros por medio de la Primera
Comunión.
Tenemos
que ver el altar, para saber qué debemos hacer en la Primera Comunión: cuando
vemos el altar, vemos que está Jesús Eucaristía. ¿Hay alguien más aparte de
Jesús Eucaristía en el altar? No, porque el altar es sólo de Jesús Eucaristía y
de nadie más que de Jesús Eucaristía; entonces, así como pasa en el altar de la
misa, así tiene que pasar en nuestro corazón, que es nuestro altar interior:
allí tiene que estar Jesús y sólo Jesús y nadie más que Jesús. Entonces, esto
es lo que tenemos que hacer en la Primera Comunión: amar y adorar a Jesús
Eucaristía, porque si en el altar de la misa sólo se adora a Jesús Eucaristía y
a nadie más que Él, entonces, en el altar de nuestro corazón lo vamos a amar y adorar,
sólo a Jesús Eucaristía y a nadie más que Él.
¿Qué hará Jesús cuando entre en nuestros corazones? Cuando
entre Jesús Eucaristía, Él nos donará todo el Amor de su Sagrado Corazón
Eucarístico, que es como un océano sin playas y sin fondo; su Amor es como un Fuego, pero un fuego que no arde ni quema, sino que
llena al alma de amor, alegría y paz, porque ese Fuego que está en el Sagrado Corazón
Eucarístico de Jesús, es el Amor de Dios, el Espíritu Santo. Jesús quiere
entrar en nuestros corazones por la Eucaristía, sólo para darnos su Amor y nada
más que para darnos su Amor; no tiene ningún otro interés que darnos su Amor,
el Espíritu Santo. Entonces, si Jesús nos da su Amor, también nosotros debemos
darle nuestro amor y para eso, tenemos que estar muy concentrados al recibir la
Comunión y pensar en Jesús y sólo en Jesús, y decirle: “Jesús, te amo; Jesús,
te amo; Jesús, te amo; te doy gracias por haber venido a mi corazón”. Así, va a
haber un intercambio de amor entre Jesús y nosotros, y como los que se
intercambian amor son los que se aman, entonces vamos a amar a Jesús Eucaristía
y vamos a querer comulgar no solo en la Primera Comunión, sino todas las veces
que sea posible, incluso diariamente, porque el que ama a una persona, desea
estar con esa persona todo el tiempo que sea posible. Si nos enamoramos de
Jesús Eucaristía, vamos a querer tenerlo en nuestro corazón todo el tiempo y
para eso vamos a venir a la Iglesia, a la Santa Misa, sin que nadie nos diga
nada, porque vamos a querer tener a Jesús en nosotros. Así, la Primera Comunión
no va a ser la última –lamentablemente, para muchos, la Primera Comunión es la
última-, sino la Primera de muchas, porque vamos a querer comulgar, con el alma
limpia por la Confesión, todos los días que sea posible.
Entonces, recordemos que tenemos que estar en silencio en el
momento de la Comunión y cuando lo recibamos a Jesús, decirle, con todo el amor
del que seamos capaces: “Jesús Eucaristía, te amo; Jesús Eucaristía, te amo;
Jesús Eucaristía, te amo y te doy gracias por haber venido a mi corazón para
darme el Amor de tu Sagrado Corazón Eucarístico; toma a cambio todo el amor que
hay en mi pobre corazón, y no permitas que nunca salga de tu Corazón”.
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