Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

domingo, 5 de noviembre de 2017

El Evangelio para Niños: “El que se humilla será ensalzado”


(Domingo XXXI - TO - Ciclo A – 2017)

         “El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado” (cfr. Mt 23, 1-12). “Ensalzarse” quiere decir creerse que uno es el mejor que todos, eso se llama “soberbia”, y se manifiesta de muchas maneras: el soberbio no soporta que lo corrijan, es egoísta, es vanidoso, es avaro. Piensa que es el mejor de todos y que todo el mundo gira alrededor de él. El soberbio nunca pide perdón, si es él el que se equivocó, y tampoco perdona nunca, si es otro el que lo ofendió. Por este motivo, el soberbio es susceptible –se ofende por cualquier cosa sin importancia-, además de ser muy rencoroso.
         El humilde, por el contrario, se considera, si no el peor, casi el peor de todos –aunque en realidad, muchas veces, no lo sea-; además, el humilde no piensa en sí mismo, sino que piensa primero en los demás, y si le queda tiempo, en sí mismo. El humilde pide perdón si fue él quien cometió un error, y busca repararlo, y si fue otro el que lo ofendió o le cometió alguna injusticia, lo perdona siempre, como lo pide Jesús: “Perdona setenta veces siete”. El humilde nunca juzga a su prójimo, y siempre piensa bien de los demás, y nunca guarda rencor contra nadie; por el contrario, siempre piensa bien de todos.
         ¿Quién fue el que se ensalzó a sí mismo en el cielo? El Demonio, porque él se creyó que era igual o más grande que Dios, cuando en realidad eso es imposible, porque el Demonio, comparado con Dios, es como si comparáramos a un granito de arena con todo el universo, con miles de millones de estrellas y planetas: el demonio es el granito de arena y el universo es Dios. Porque se ensalzó, fue humillado, porque San Miguel Arcángel lo echó del cielo, después de ganar la batalla a las órdenes de Jesús  de María, y después fue humillado cuando Jesús lo venció para siempre en la Cruz y la Virgen le aplastó su cabeza de Serpiente Antigua con su talón.
         Jesús, por el contrario, se humilló a sí mismo, porque siendo Dios, se hizo hombre, sin dejar de ser Dios, para sufrir la muerte de cruz, la muerte más dolorosa y humillante que puede existir, para salvarnos, y como premio, Dios lo ensalzó en los cielos, coronándolo como Rey de cielos y tierra y dándole la gloria que tenía desde toda la eternidad.

         Si queremos ser como Jesús, le tenemos que pedir a la Virgen que interceda por nosotros para que participemos de su Pasión y seamos humillados junto con Él, en esta vida, para después ser coronados de gloria en el cielo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario