(Domingo XXXIII - TO
- Ciclo A – 2017)
“El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al
salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes” (Mt 25, 14-30). Los talentos que da el
señor a sus siervos, son monedas de plata; cuando regresa, les da un premio a
los que multiplicaron las monedas haciendo buenos negocios, pero da un castigo
al que por perezoso y malo no hizo nada.
A nosotros también
nos da Jesús muchos talentos, más valiosos que las monedas de plata y estos
talentos son, por ejemplo, la vida, la inteligencia, la voluntad, la libertad. Pero
también son talentos el bautismo, la comunión, la confirmación, la confesión
sacramental.
Cada vez que
nosotros desaprovechamos la misa, por ejemplo, por pereza, somos como el siervo
malo y perezoso de la parábola, porque enterramos la gracia que Dios nos da en
la Misa, que es la Eucaristía, el Corazón de su Hijo Jesús. Cada vez que
comulgamos indiferentes, sin amor a Jesús Eucaristía, enterramos la gracia o el
talento de unirnos por el amor al Corazón de Jesús que late en la Eucaristía. Cada
vez que dejamos de hacer una obra de misericordia, como dar un buen consejo,
enterramos el talento; cada vez que faltamos al Cuarto Mandamiento, somos como
el siervo perezoso y malo.
Si por pereza no
rezamos; si por pereza no asistimos a misa; si por pereza y falta de amor no
nos confesamos ni comulgamos; si por pereza no ayudamos a nuestros hermanos más
necesitados, somos como el siervo malo y perezoso y cuando salgamos de esta
vida, Jesús no nos hará entrar en el cielo y nos dirá: “Porque fuiste malo y
perezoso, no entrarás en el Reino de los cielos, porque en el Reino de los
cielos no entran los que se dejan dominar por la pereza y la malicia del
corazón”. Esto nos hace ver cuán importante es combatir la pereza, tanto la
corporal –por ejemplo, cuando debemos estudiar, o cuando debemos ayudar en
casa-, como la espiritual –la que no nos deja rezar ni asistir a misa-, y la
razón es que nadie que sea perezoso, podrá entrar en el Reino de los cielos. También
es importante combatir la malicia, que es el pecado, que anida en nuestros
corazones –por ejemplo, cuando tenemos ganas de pelear, o devolver mal por
mal-, ya que nadie que sea malo, entrará en el Reino de Dios. El tercer siervo,
el que se queda sin premio y fuera de la casa de su señor, es “malo y perezoso”,
y por eso debemos evitar el ser “malos y perezosos”.
Jesús nos da los
talentos para que los hagamos rendir, para que cuando termine nuestra vida en
la tierra, Él nos pueda decir: “Servidor bueno y fiel, entra a participar del
gozo de tu Señor”.
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