Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

jueves, 5 de abril de 2018

El Santo Rosario meditado para Niños: Misterios Gloriosos




         Primer Misterio de Gloria: la Resurrección de Jesús. Las piadosas mujeres de Jerusalén acuden al sepulcro el Domingo por la mañana, llevando perfumes para ungir el Cuerpo muerto de Jesús. Pero no encuentran al Cuerpo muerto de Jesús y un Ángel les explica qué es lo que pasó: “Ustedes buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí, porque ha resucitado”. A nosotros es la Santa Madre Iglesia la que nos dice: “Jesús no está en el sepulcro porque ha resucitado y está en la Eucaristía con su Cuerpo glorioso y lleno de la vida de Dios”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, llévame a contemplar a tu Hijo Jesús resucitado, que está en el sagrario, en la Eucaristía!

         Segundo Misterio de Gloria: la Ascensión de Nuestro Señor a los cielos. Después de resucitar y de aparecerse resucitado a muchos de sus amigos, Jesús sube al Cielo con su propio poder. Regresa a la Casa del Padre, que es también su Casa, y va allí para prepararnos a todos nosotros una habitación para cada uno. Pero no nos deja solos, porque al mismo tiempo que asciende al Cielo con su Cuerpo glorioso, se queda en la tierra, en el sagrario, en la Eucaristía, con ese mismo Cuerpo glorioso. Quedándose en la Eucaristía, Jesús cumple con su promesa de “estar todos los días con nosotros, hasta el fin del tiempo”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que yo sea capaz de contemplar a Jesús que asciende glorioso a los Cielos, pero que también lo contemple, con su Cuerpo glorioso, en la tierra, en la Eucaristía!

         Tercer Misterio de Gloria: la Venida del Espíritu Santo sobre María Santísima y los Apóstoles reunidos en oración. Jesús había prometido que después de resucitar y subir al Cielo, nos iba a mandar al Amor de Dios, el Espíritu Santo. Esta promesa de Jesús la cumple en Pentecostés, a los cincuenta días después de su Resurrección. Desde el Cielo y junto a su Papá, sopla el Espíritu Santo sobre la Virgen y los Apóstoles reunidos en oración. Cada vez que rezamos delante de Jesús Eucaristía y cada vez que comulgamos la Eucaristía con amor, Jesús sopla sobre nuestras almas al Espíritu Santo. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, prepara mi pobre corazón para que por la comunión, Jesús sople sobre mí el Espíritu Santo!

Cuarto Misterio de Gloria: la Asunción de María Santísima en cuerpo y alma a los Cielos. Cuando llegó el momento en que debía morir, la Santísima Virgen María, por ser la Inmaculada Concepción, la Llena de gracia y la Madre de Dios, no murió, sino que se quedó dormida. Al despertar de su corto sueño, la Virgen se encontró en el Cielo, adonde había sido llevada por los ángeles, y delante suyo, estaba su Hijo amado, Jesús resucitado. Desde entonces, la Virgen está con Jesús y seguirá estando con Él para siempre. Cuando hacemos adoración delante de la Eucaristía, estamos delante de Jesús resucitado, algo parecido a como la Virgen en su Asunción se encontró con su Hijo en el Cielo. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que yo ame la Adoración Eucarística y que comprenda que estar delante de la Eucaristía es algo más hermoso que el Cielo mismo, porque es estar delante del Cordero de Dios, Jesús!

Quinto Misterio de Gloria: la coronación de María Santísima como Reina y Señora de todo lo creado. Una vez en el Cielo, Jesús coloca a su Mamá, la Virgen, una corona más preciosa que el oro y la plata: es una corona de luz, la corona de la gloria de Dios. Pero la Virgen se ganó esa corona, no solo por ser la Madre de Dios, sino por llevar, aquí en la tierra, de modo invisible, la misma corona de espinas de su Hijo Jesús. Si queremos ser coronados de gloria en la vida eterna, entonces debemos llevar, invisiblemente, la corona de espinas de Jesús. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, pídele a tu Hijo Jesús que me dé su corona de espinas, para que mis pensamientos sean siempre santos y puros y así pueda, al llegar al Cielo, ser coronado con la corona de la gloria de Dios, la misma corona que llevas tú y Jesús!

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