(Domingo
XXII – TO – Ciclo B – 2018)
“Son duras estas
palabras”. Cuando Jesús les dice a sus discípulos que deben “comer su Carne y
beber su Sangre”–alimentarse de la Eucaristía- y cuando les dice que deben “cargar
la cruz de cada día y seguirlo” –negarse a sí mismos- para ir al Cielo –dejar de
pensar en esta vida como si fuera la definitiva- muchos de sus discípulos se
molestan con Jesús y lo abandonan, diciéndole: “Son duras estas palabras”.
¿Por qué? Porque para comulgar, hay que dejar de estar pensando
en los manjares terrenos que alimentan el cuerpo, para desear el alimento
celestial que es la Eucaristía y para eso, para poder comulgar, hay que
comulgar en estado de gracia, para lo cual hay que confesarse con frecuencia. Para
llevar la cruz de cada día, hay que luchar contra las propias pasiones, contra
la tendencia a la ira, a la pereza, a la gula, etc., y esa lucha es ardua,
árida, porque implica parecerse a Jesús, que es casto, puro, manso y humilde de
corazón. Para ir al Reino de los cielos hay que desear ir al Reino y para eso,
hay que asumir que algún día hemos de morir y por lo tanto hay dejar de pensar
menos en las cosas de este mundo, que son pasajeras, y pensar más en la muerte,
en el Juicio Particular, en el Cielo, el Purgatorio y el Infierno y también en
el Juicio Final y eso quiere decir dejar de pensar en la comodidad de esta vida
y comenzar a desear el Cielo y comenzar a obrar de manera tal de ganar el Reino de los cielos.
“Son duras estas palabras”. Cuando Jesús hace milagros como
multiplicar panes y peces y expulsar demonios, todos lo quieren seguir, incluso
lo quieren hacer rey. Pero cuando no hace milagros ni expulsa demonios y dice
qué es lo que hay que hacer para ir al cielo –cargar la cruz y seguirlo a Él,
combatir contra uno mismo, luchar contra las pasiones, vivir los Diez
Mandamientos, alimentarse de la Eucaristía, confesarse con frecuencia, pensar
en que esta vida se termina pronto y viene la eterna, pensar que si no morimos
en gracia nos condenamos-, entonces, dicen: “son duras estas palabras” y muchos
de sus discípulos lo abandonan.
Pero Pedro no lo abandona: él dice: “¿A quién iremos? Sólo
Tú tienes palabras de vida eterna”. Imitemos a Pedro y no a los discípulos que
dejan a Jesús, y sigamos a Jesús por el camino de la cruz, alimentándonos de la
Eucaristía cada día, para que así lleguemos algún día a la Vida eterna en el
Reino de los cielos.
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