¿Cómo
fue la resurrección de Jesús? Desde el Viernes Santo, cuando dejaron el Cuerpo
en la tumba y cerraron la puerta con una piedra grande, el sepulcro había
quedado muy oscuro, tan oscuro que casi no se veía nada. También estaba todo
muy silencioso. Así pasó todo el Viernes y también todo el Sábado Santo, hasta que
el Domingo a la mañana bien tempranito, antes de que cante el gallo y de que salga
el sol, cuando se empezaba a ver en el cielo la estrella de la mañana –esa estrella
grande que avisa que la noche está terminando y que ya llega el nuevo día
porque está por salir el sol-, en el sepulcro pasaba lo siguiente: en el Cuerpo
de Jesús, en su pecho, a la altura de su Corazón, comenzó a brillar una
lucecita, muy pequeña, pero muy brillante.
Al
principio era muy chiquita, pero después empezó a crecer cada vez más y a
ponerse cada vez más brillante, y comenzó también a correr por todo el Cuerpo
de Jesús, y a medida que iba alcanzando su Cuerpo, lo iba transformando de
material en glorioso, llenándolo de luz, de vida y de gloria, y cuando llegó a
su Cabeza, a sus manos y sus pies, es decir, cuando la luz que salía de su
Corazón llenó todo el Cuerpo, Jesús abrió los ojos y, atravesando el sudario –que
desde entonces se llama “Sábana Santa”-, se puso de pie, iluminando el sepulcro
con una luz más brillante que miles de millones de soles juntos.
Otra
cosa que pasó en el sepulcro el Domingo, el Día de la Resurrección fue que, hasta que la
lucecita empezó a brillar en el Corazón de Jesús, hasta ese momento, estaba
todo en un silencio tan grande que no se escuchaba nada. Pero cuando la lucecita
empezó a brillar, y a medida que se iba haciendo cada vez más grande, se empezó
a escuchar como si fuera un tambor, con un sonido muy dulce. Se escuchaba, cada
vez con más fuerza, algo así como: “Tum-tuc; tum-tuc”. ¿Qué era ese ruido de
tambor? ¡Era el Corazón de Jesús, que volvía a latir después de haber estado
quieto, sin latir, desde el Viernes Santo! “¡Tum-tuc! ¡Tum-tuc! ¡Tum-tuc!
¡Tum-tuc!”. Los ángeles –ahí estaban todos, desde San Miguel Arcángel, que es
el Jefe de la milicia celestial, hasta mi ángel guardián, y el de mi mamá, el
de mi papá, los de mis hermanos, los de todo el mundo- se alegraron tanto
cuando sintieron el latido del Corazón de Jesús, que comenzaron a cantar
hermosísimas melodías en honor de Jesús, y el canto de los ángeles era tan
armonios y fuerte, que hacía vibrar las paredes del sepulcro. También la
Virgen, que no estaba en el sepulcro, sino en su casita, rezando, sintió el
latido del Corazón de su Hijo, que volvía a la vida, y por eso se alegró
muchísimo: “¡Jesús ha resucitado!”, decía con alegría la Virgen, y cantaba un
canto más hermoso que el canto de los ángeles.
Después,
Jesús, que ya estaba de pie en el sepulcro, salió atravesando las paredes,
porque su Cuerpo estaba lleno de la gloria de Dios, y se fue a visitarla a su
Mamá, la Primera que supo que Él había resucitado, y sólo después de darle
estrecharla contra su Corazón, fue a avisarles a los demás que había resucitado,
pero eso lo vamos a ver en otro momento, si Dios quiere.
¡Así
fue la Resurrección de Jesús!
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