Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

sábado, 23 de junio de 2012

La Santa Misa para Niños (XIV) El sacerdote nos invita a unirnos al sacrificio de Jesús



Invitación a la plegaria
Sacerdote: Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
En esta parte de la Misa, el sacerdote dice una palabra que nos hace dar cuenta de algo: en el altar pasa algo misterioso, algo que no ven nuestros ojos, pero que está ahí presente, algo que no podemos comprender ni ver, pero que sí lo podemos ver con los ojos de la fe. El sacerdote dice: Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
El sacerdote usa la palabra “sacrificio”, y entonces nos preguntamos: ¿qué es un “sacrificio”? ¿Quién se sacrifica en el altar? ¿Cómo lo hace? ¿Por qué lo hace?
La misa es ante todo, un sacrificio. Pero, ¿qué es un sacrificio?
         Un sacrificio es algo que cuesta mucho hacer. “Estudié para la prueba con mucho sacrificio”, es decir, tuve que dejar de ver las horas de televisión que veía por día para poder aprobar y tuve que pasar mucho tiempo estudiando. Me costó mucho esfuerzo estudiar. “Obedecí con mucho sacrificio”. A papá, porque si no le obedecía, se me dejaba sin postre. Me costó obedecer, fue un "sacrificio" obedecer.
         Igual que estas cosas –estudiar, obedecer- que son un sacrificio, también la misa es un sacrificio, es decir, es algo que cuesta mucho.
         Pero en el sacrificio de Jesús hay algo más, que hace que no sea un sacrificio cualquiera, de una persona cualquiera. Es un sacrificio hecho por el Hombre-Dios para perdonar los pecados de los hombres, librarnos del fuego del infierno, y concederles el don de ser hijos de Dios por la gracia santificante, para que al final de esta vida, puedan ir al cielo y gozar de Dios Trino para siempre.
         La Misa es el mismo sacrificio de Jesús en la cruz. En la Misa, Jesús está en la cruz, invisible, pero real, igual que hace dos mil años estuvo en la cruz. Sólo que aquí no lo vemos con los ojos del cuerpo, pero sí con los ojos de la fe. Por la fe, sabemos que Jesús hace en la misa, invisible, lo mismo que hace en la cruz, porque es el mismo sacrificio de la cruz: entrega su cuerpo en la Eucaristía y derrama su sangre en el cáliz.
Para saber porqué la misa es un sacrificio, nos tenemos que acordar de lo que hacían los judíos, hace mucho tiempo, y muy lejos de aquí, en Palestina. Los judíos tenían algo como una iglesia muy grande, que le decían: “Templo de Salomón”. Ahí llevaban algunos animales de la granja, los más lindos que tenían, para regalárselos a Dios, en agradecimiento por ser Dios tan bueno con ellos. Entre esos animales, le llevaban a Dios un cordero, al que luego de sacrificarlo, como se hace con los animales antes de comerlos, lo ponían al fuego, igualito a como se hace un asado. Eso lo hacían para significar que el cordero dejaba de pertenecer a sus dueños, para pasar a ser propiedad de Dios: así como el humo del asado sube al cielo, así el cordero, convertida su carne en humo por el fuego, subía al cielo, para que Dios lo tuviera con Él. Y esto lo hacían, además de para dar gracias a Dios, para pedirle cosas, para adorarlo, y para pedirle perdón por todos los pecados.
Pero todo eso no era más que una figura de lo que venía después, así como una figurita de Messi no es Messi, sino que el Messi real es el verdadero Messi; así también esos corderos no podían perdonar los pecados, porque tenía que venir el verdadero Cordero de Dios, que es Jesús. Y Jesús viene en la Misa, invisible, misterioso, para sacrificarse sobre la cruz, para derramar su Sangre en el cáliz y para entregar su Cuerpo en la Eucaristía, para salvarnos. Esto último es el verdadero sacrificio de la cruz, que se repite invisible en el altar: así como en la cruz la sangre se separó de su Cuerpo, cuando Jesús se sacrificaba, así también en el altar, la Sangre del cáliz está separada del Cuerpo, que está en la Eucaristía.
Así nos damos cuenta de que la Misa es un sacrificio: porque el pan y el vino se consagran por separado, para significar lo que pasa en el sacrificio de la Cruz, en donde la Sangre se separa del Cuerpo.
El pan y vino se consagran separados, uno primero y otro después, porque en la cruz el Cuerpo y la Sangre se separan.
         Es la Palabra llena de poder del Verbo del Padre, que obra con su virtud divina en la consagración, la que hace, del pan, el Cuerpo de Cristo y del vino, su Sangre.
         En virtud de las palabras de la consagración –tomad y comed... bebed... Este es mi Cuerpo... Este es el cáliz de mi Sangre- se hacen presentes, separadamente, sobre el altar, por la potencia infinita del Verbo, el Cuerpo y la Sangre de Cristo: bajo las especies, bajo las apariencias del pan, se hace presente sólo el Cuerpo; bajo las especies, bajo las apariencias del vino, se hace presente sólo la Sangre.
Pero aquí no termina el sacrificio de Jesús, porque Jesús resucitó, levantándose lleno de luz y de vida en el sepulcro, y así también está en la Eucaristía, con su Cuerpo lleno de luz y de vida, y esto lo dice el sacerdote sin palabras, cuando corta un pedacito de la Hostia y la echa en el cáliz, queriendo decir que el Cuerpo se unió a su Sangre en la resurrección.
Entonces, si alguien nos preguntara qué es la misa, tendríamos que decirle: “La misa es el mismo sacrificio en cruz de Jesús”.
Cuando venimos a misa, venimos a encontrarnos con Jesús que está en la cruz invisible del altar, entregando su Cuerpo y derramando su Sangre por amor a cada uno de nosotros.



         Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su Santa Iglesia.
El sacerdote lee la oración sobre las ofrendas. Al terminar contestamos: Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario