(Domingo
XV – TO – Ciclo B – 2015)
¿Qué hace Jesús en este Evangelio? Envía a sus Apóstoles “de
dos en dos”. ¿A qué cosa? “A misionar”. ¿Y qué es misionar? Es anunciar la Buena
Noticia de la llegada del Reino de Dios entre los hombres. ¿Y qué les da para
misionar? ¿Dinero? No, no les da dinero. Al contrario, les dice que no lleven
dinero, ni alforjas, ni túnicas, ni siquiera un par de sandalias para
cambiarse. No les da cosas materiales. Les da algo mucho más que cosas
materiales: les da su poder de Dios, porque les da la gracia de poder curar
enfermos y de poder expulsar demonios.
Pero también les dice algo: si alguien no los recibe, ni los
quiere escuchar, tienen que hacer algo: “sacudir hasta el polvo de los pies”. Eso
quiere decir que esa persona no quiso recibir la Buena Noticia de Jesús y por
lo tanto, se quedará, por su culpa, sin la gracia de Jesús; se quedará sin
Jesús y sin todo lo que Jesús quería darle: Amor, paz, bondad, luz, sabiduría,
y todo lo que Jesús es y tiene para dar. ES LO QUE PASA HOY CON LOS QUE NO
VIENEN A MISA. Esto es lo que sucede con
todos aquellos que, domingo a domingo, en vez de venir a misa, cierran sus
oídos a lo que la Iglesia les dice y, en vez de acudir a la Iglesia a recibir a
Jesús, prefieren atender sus asuntos, cualquiera que estos sean –fútbol,
política, paseo, descanso, amigos, shopping, paseos, cualquier cosa, menos la
misa y la eucaristía del domingo-; así, se quedan sin Jesús y sin todos los
regalos de amor que Jesús tenía pensados darles, por culpa propia. También para
ellos es como si Dios “sacudiera hasta el polvo de sus pies”, porque no quieren
escuchar la voz de la Iglesia que les dice que tienen que asistir a Misa los
domingos y cumplir los Mandamientos, porque anteponen el fútbol y sus asuntos
antes que la Eucaristía y los asuntos de Dios.
No seamos como estos, que por culpa propia, por no querer
recibir a Jesús, por falta de amor a Jesús, prefieren el fútbol y sus propios
intereses, antes que recibir a Jesús en la Eucaristía. Hagamos en cambio como
la Virgen, que ante el anuncio del Ángel, como amaba tanto a Dios, dijo al
ángel: “Hágase en mí según tu voluntad”. También nosotros, cuando sepamos que
la voluntad de Dios es que recibamos a su Hijo todos los domingos en la
Eucaristía y que vivamos sus mandamientos, no antepongamos esta voluntad a
nada, para que Dios no tenga que sacudir “hasta el polvo de sus sandalias” en
testimonio contra nosotros.
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