Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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martes, 4 de agosto de 2015

Catecismo para Niños de Primera Comunión: Lección 11 - La Redención de Jesucristo, el Hombre Dios

Catecismo para Niños de Primera Comunión  Lección 11 La Redención de Jesucristo el Hombre Dios[1]  

Jesús suda Sangre en el Huerto de los Olivos

         Doctrina

         ¿Qué es el misterio de la Redención? Es el misterio de Jesucristo sufriendo y muriendo en la cruz, para nuestra salvación. Jesús nos redimió ofreciendo el sacrificio de su vida en la cruz; Él recibió, en la Pasión y en la cruz, el castigo que justamente merecíamos por nuestros pecados. Siendo Él Inocente –como Dios no podía tener ningún pecado, y como Hombre perfecto tampoco-, quiso ofrecerse voluntariamente a Dios Padre, para que nosotros no recibiéramos el castigo que la Justicia Divina tenía preparado para nosotros, por nuestros pecados. Él se interpuso entre nosotros y Dios, recibiendo en su Cuerpo lo que merecíamos por haber ofendido a Dios con la malicia del corazón, el pecado. Al morir en cruz y derramar su Sangre, lavó con su Sangre nuestros pecados y nos dio la gracia de ser hijos adoptivos de Dios, y en eso consiste el misterio de la Redención.
         ¿De qué nos ha redimido Jesús? Jesús nos ha redimido del pecado y de la eterna condenación. En la Plegaria Eucarística I del Misal Romano, la Iglesia hace esta petición: “Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa; ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos. [Por Cristo, nuestro Señor”. Es decir, la Iglesia pide a Dios, para nosotros, dos cosas: que nos libre de la “condenación eterna” y que nos lleve al cielo: “cuéntanos entre tus elegidos”, y todo esto que pide la Iglesia, nos consiguió Jesucristo por el misterio de la Redención, su muerte en cruz.
         Entonces, ¿qué es lo que Jesús nos obtuvo y mereció para nosotros con su Pasión y Muerte en cruz? Jesús nos obtuvo el perdón de los pecados, interponiéndose entre la Justicia Divina y nosotros, nos libró así de la “condenación eterna”, y con su Sangre derramada, nos donó el Espíritu Santo, que nos otorga la gracia de ser hijos adoptivos de Dios. ¡Hermosísimos regalos del Hombre-Dios Jesucristo para con todos los hombres!
         ¿Con qué disposición de ánimo entregó Jesús su vida? Jesús dio su vida por obediencia a su Padre celestial y por amor a nosotros, hombres pecadores. Jesús entregó su vida voluntariamente, y esto quiere decir, de forma libre, no obligado, y por puro Amor a su Padre Dios, que era quien le pedía que muriese en la cruz para salvarnos. Jesús no subió a la cruz ni a la fuerza, ni con miedo, ni ningún mal sentimiento: subió a la cruz con Amor, obedeciendo a Dios Padre con todo el Amor de su Sagrado Corazón, el Espíritu Santo. Con esa misma disposición de ánimo, debemos nosotros asistir a la Santa Misa, para unirnos al sacrificio de Jesús, por la salvación del mundo.
         Explicación


Jesús ora en el Huerto de Getsemaní y suda Sangre, a causa de la enormidad de la malicia de los corazones de los hombres.
         En esta imagen vemos a Jesús postrado en tierra y orando a Dios Padre, pidiendo perdón por nuestros pecados. Mientras oraba, Jesús no solo vio pasar ante sí la horrible fealdad de nuestros pecados –nuestros pecados personales y los de todo el mundo-, sino que cargó VERDADERAMENTE sobre sí a esos pecados. La vista de tanta fealdad y maldad y el saber que iba a sufrir inútilmente para muchos, porque muchos lo iban a rechazar, hizo que Jesús sintiera tanta angustia y dolor, que comenzó a sudar Sangre. Así empezaba a lavar nuestros pecados, al precio de su Sangre Preciosísima. Y mientras Jesús oraba al Padre, pidiendo por nosotros, sus Apóstoles –Pedro, Santiago y Juan- “dormían”, a pesar de que Él les había pedido que “oraran junto con Él”,lo cual motiva el dulce reproche de Jesús: “¿No habéis podido orar una hora conmigo?” (Mt 26, 36-46). De la misma manera, muchos cristianos prefieren dormir –o divertirse, o hace cualquier otra cosa-, en vez de visitar y adorar a Jesús Eucaristía en el sagrario. La falta de oración, o la oración hecha con tibieza, es la causa de la falta de fuerzas espirituales para luchar contra la tentación; los Apóstoles, debido a que no fueron capaces de acompañar a Jesús mientras oraba en el Huerto de Getsemaní, luego no tuvieron fuerzas para defender a Jesús cuando llegaron los soldados romanos y los judíos para apresar a Jesús, y huyeron.


Judas Iscariote entrega a Jesús con un beso, vendiéndolo por 30 monedas de plata.

         Aquí vemos a Judas Iscariote, que con un beso en la mejilla, entrega a Jesús, pues él les había dado esta señal: “Aquel a quien yo besare, ése es; prendedle” (Mc 14, 44).
         Al darle el beso traidor, Jesús le dice a Judas: “Amigo, ¿a qué has venido?” (Mt 14, 44; Lc 22, 48). Al tratarlo de “amigo”, Jesús le concedió a Judas, en ese momento, la gracia del arrepentimiento, pero Judas despreció esa gracia, no se arrepintió, se desesperó y se ahorcó.
         Práctica: Consideraré los dolores del Redentor con íntima compasión, agradeciéndole cada dolor sufrido por mí y cada gota de Sangre derramada por mí. Le pediré la gracia a la Virgen, de imitar a Jesús en el Huerto de los olivos, y cumplir siempre la Voluntad del Padre, aun cuando me cueste hacerlo.
         Palabra de Dios: “Nadie tiene amor mayor que éste de dar uno la vida por los amigos” (Jn 15, 13); (Jesús en el Huerto de los Olivos oraba): “Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22, 42). “Habéis sido rescatados… no con plata y oro, corruptibles, sino con la Sangre preciosa de Jesucristo” (1 Pe 1, 18-19).
         Ejercicios bíblicos: Col 1, 14; 1 Jn 2, 2; 2 Pe 2, 21.



[1] Adaptado de El Catecismo ilustrado, de P. BENJAMÍN SÁNCHEZ, Apostolado Mariano, Sevilla3 1997.

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